francia

37 3 0
                                    

Llegué a Francia con Alice, siempre quise conocer este país, por sus monumentos, cambio de cultura y todo lo que hay en el, pero no de esta manera, no así, quisiera caminar por París, con mis abuelos, los dos juntos, comer la rica comida de mi abuela, escucharle sus historias que siempre terminan con gracia, pero no , vine a Francia no por conocer, sino a despedirme de mi abuela, esta es la triste realidad, nuestra triste realidad.
Sigo en el aeropuerto, esperamos que mis padres y mi abuelo nos recojan mientras comemos donas porque la comida del avión nones suficiente.
Nuestro viaje fue eterno, no veía la hora de bajar del avión, mientras que el viaje de mis padres no fue tan largo, no se demoraron mucho en llegar, pues República Checa queda muy cerca de Francia.
Al ver a mis padres acercarse, sentí ganas de llorar, no los veía hace mucho, los abracé y aguanté mis ganas de llorar, me sentí feliz por un instante, hasta que giré la cabeza y ví a mi abuelito llorar en los brazos de Alice, en ese instante, se desplomó mi felicidad, estaba triste y hecha pedazos de nuevo, lloré.
- Vamos al estacionamiento. Dice mamá.
No se escuchó ni un solo ruido hasta que llegamos al auto.
- Yo manejo. Dijo papá y nos abrió las puertas del auto.
Subimos al auto en silencio, papá y mamá quedaron al frente, y en los asientos traseros quedamos Alice, mi abuelo y yo.
Me fui todo el camino abrazando a mi abuelo intentando no llorar.
Esto no es lo peor, ahora vamos a ver a toda la familia que ha viajado desde distintos lugares para el velorio, una de las partes más dolorosas de la muerte, esto no es nada lindo.
Llegamos directo al lugar donde estaban velando a mi abuela, no nos detuvimos a comer o a dejar el equipaje.
- Hola, estas muy grande.
- Hola, que pena...
- Lo lamento.
- Como estas de hermosa.
- Es una pérdida muy grande.
- Era muy buena mujer.
- Ánimo.
- Hay que ser fuertes.
Estas fueron unas de las palabras que me dijeron mientras caminaba a la habitación donde tenían a mi abuela.
Al entrar en aquella habitación, no sabía que hacer, primero inhale fuerte y luego caminé hasta el ataúd, me senté a su lado mientras cogía el valor de verla, pasaron los minutos y me llené de coraje, me puse de pie y la miré, quedé anonadada, no lo creía, se veía de una forma muy distinta, estaba blanquita, con sus ojos cerrados y sus labios rojos, esta imagen de ella me sorprendió, la admiré como nunca antes lo había hecho, esta mujer valiente, que me cuidaba, amaba, respetaba, ya no estaba respirando, ya no estaba cantando, ya no estaba orando, ahora estaba a mi lado cuidándome, como un ángel, mi ángel, que siempre había estado para mi.
A mi abuela le encantaban las flores, tenía un jardín lleno de ellas, las regaba todos los días, y es muy irónico, porque nadie a excepción de mi abuelo le daba flores y ahora que está muerta y no las puede ver, oler y sentir, tiene miles de ramos que todos le han traído. El único ramo que de verdad debe de estar apreciando debe ser el de mi abuelo, un ramo de rosas blancas, eran sus favoritas y solo nosotros dos lo sabíamos.
Me dirigí a donde mi abuelo y le dije.
- Esas rosas son las únicas que importan.
- ¿cuales? Me pregunta.
- Aquellas rosas blancas. Digo señalándolas.
Me sonríe.
- si...
- Eran sus favoritas. Me dice.
- Lo sé. Digo.
- Se que le gustan, por eso las compré. Me dice.
- Que irónico todo esto. Digo.
- Si que lo es, "los muertos reciben más flores que los vivos porque el remordimiento es más fuerte que la gratitud" Dice mi abuelo.
- ¿En donde lo leíste? Pregunto.
- Es una frase de "Ana Frank". Dice mi abuelo.
- Es muy buena. Digo.
- Si. Dice.
Mi abuelo y yo somos los únicos que nos gusta leer en la familia, pero él tienen una capacidad enorme de grabarse frases en su cabeza con nombre de autores, cada frase que lee y le llama la atención, la memoriza y en momentos como estos las dice, ahí es cuando las frases toman sentido.
Solo quedaba una hora para que cremaran a mi abuela, a medida de que iba pasando el tiempo, veía como todos lloraban, era muy fuerte para mi, en lo que quedaba, me puse a recordar el último momento que pasé con ella. El tiempo pasó muy rápido y ya estaban subiendo el ataúd al carro, todos nos dirigimos a la iglesia del crematorio para orar una vez más.
Al llegar a la iglesia, estaba el sacerdote preferido de mi abuela, según había escuchado, este señor daría la misa, todos nos organizamos y nos dispusimos a escuchar. Mi abuelo quería que tocara el violonchelo, pero no estaba de ánimos, creo que si hubiera aceptado sonaría lo más melancólico que jamas había tocado. El violonchelo lo llevo a todos los lugares, pues casi siempre ensayo 3 horas diarias.
Al iniciar la eucaristía, todos lloraban con más sentimiento y creo que seria peor cuando se llevaran a mi abuela de aquella habitación. Todo el tiempo estuve abrazando a mi hermana y a mi abuelo; mi hermana no paraba ni un segundo de llorar, yo me sentía muy mal y por más que detestaba que me vieran llorar, no lo soportaba, se me salían lágrimas gigantes llenas de ira, tristeza, confusión y un dolor inevitable. Estaba destrozada.
Al finalizar la eucaristía, mi mamá, mi papá, mi abuelo, mi hermana y yo, nos dirigimos al ataúd de mi abuela a despedirnos por ultima vez, mi abuelo besó el vidrio por donde se veía mi bella abuela, mi mamá lloró en el hombro de mi papá, mi papá apretaba fuerte el puño en su bolsillo, mi hermana lloraba viendo el ataúd y yo abracé el ataúd mientras lloraba y sujetaba de la mano a mi abuelo.
La ultima vez que ví a mi abuela fue en ese momento, cuando la señora se la llevó por una puerta pequeña, fue muy doloroso.
Esperamos toda la tarde para que le dieran las cenizas a mi abuelo , ya no quedaba nadie más que los 5. Toda la familia y amigos de mi abuela se habían ido a hoteles o a sus casas.
Papá nos invitó a comer a el restaurante que sugiriera mi abuelo, salimos en el carro con las cenizas de mi abuela y nos detuvimos en un restaurante llamado "Le stella" ahí ordenamos gran variedad de cosas las cuales no terminamos porque no teníamos apetito como siempre, a mi abuelo se le notaba una tristeza inmensa que le envolvía el alma, hablamos del trabajo de mi hermana y de mi instituto todo el tiempo.
Al caer la media noche, ya estábamos en la casa de mi abuelo, las habitaciones eran muy grandes y cómodas pero a pesar de estar en París, en una lujosa casa, no estábamos felices.
Pasé toda la noche con Alice en una habitación hablando de Ben y revisando los chats de mi móvil, habían miles de mensajes de compañeros del instituto y de David, no respondí ninguno, pero me alegró saber que David se preocupase por mi al igual que Patrick y Abie.

Escribe sobre mí alguna vez.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora