Capitulo 5: Bello Comienzo

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—Calma —dijo Daniel poniendo una mano  en mi brazo, lo miré.

Estábamos al otro lado de la calle, frente a un club nocturno para caballeros, al parecer la reunión se realizaría allí.

—Recuerda, diles donde será la venta, y asegúrate de que acepten.

Asentí y tomé aire para tranquilizarme.

Me bajé del automóvil tranquilamente.

Es noche usaba un vestido negro hasta las rodillas y zapatos altos, mi cabello estaba recogido en un moño.

—¿Me escuchas? —dijeron en  mi oído, Daniel—. Recuerda que te encontraras con Vladimir.

—¿Dios, eres tú? —dije suavemente, fingiendo que me arreglaba el cabello.

—Sí —dijo otra voz—, te hablo hija mía para decirte que aceptes salir con el buen Jonathan.

—El buen Jonathan —repetí —no lo conozco—. Caminé segura y derecha a la puerta.

—Claro que sí, es que tipo más atractivo de los… —se calló de repente.

—Lamento eso, pero Dios ha dejado la línea —Daniel—. Cálmate, te mantendremos vigilada, solo entra y siéntate.

—Nombre —dijo el guardia y lo miré a los ojos.

Si soy importante debería conocerme, pensé.

—Tú nombre —Daniel dijo —Sofía —pero no hablé.

—Déjala pasar —dijeron desde dentro, el hombre se movió y entre, un tipo alto y de piel oscura estaba esperándome con una sonrisa.

—Pero si no es la dulce Sofía —me acerque a él pero me detuve a un metro—. Siempre tan seria.

—No estoy aquí por diversión

¿Qué rayos me pasaba?, él rió.

—Lastima, te la hubiera dado —me indicó que lo siguiera—. ¿Y cuándo vendrás por diversión? —me miró —de nuevo —bufe y el soltó una carcajada —te vez distinta —se detuvo, mi corazón comenzó a saltar rápidamente.

—Cálmate —dijeron en mi oído—, él es Joan, el dueño del lugar, al perecer tuvo una aventura contigo —claro, dijo mi cerebro, conmigo, en otra vida.

—Y tú no has cambiado nada, sigues igual de… —dejé la frase sin terminar y él rió entre dientes.

—Lo sé —dijo —pero recuerda que fuiste tú quien me enseño sobre esas diversiones —me reí un poco, él me mostró una mesa un ese segundo, observé alrededor.

—¿Aquí? —dije mientras observaba a las mujeres bailar sobre mesas y sillas.

—¿No te agrada?—. Lo miré.

—Para hacer negocios, no.

Maya, me advirtieron.

El tipo suspiró.

—Está bien —dijo y me llevó a un segundo piso, ahora estaba en una habitación con mesas y sofás—. ¿Deseas diversión mientras esperas?—. Entre al cuarto.

—¿De cuál de todas ella? —pregunté mirando el lugar.

—Solo de las que implican un problema hepático —me encogí de hombros.

—Está bien.

—¿Entonces las demás para después? —preguntó sonriendo intensamente.

—Claro —dije sabiendo que no podía negarme, él asintió satisfecho. Cuando me dejó sola me senté en el sofá.

Por un DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora