Cap. 10

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*Narra Alice*

Había pasado una semana desde la fiesta que Michael había organizado, una hermosa semana en la que Michael y yo, la pasamos con pequeños juegos... Cada día pareciera que nos hiciéramos más y más unidos. Ahora estaba más que segura de algo. Me estaba enamorando de Michael, mi padre adoptivo.

Tenía que sacar como fuese esos pensamientos de mi cabeza, o por lo menos alejarlos lo más que pudiese. ¿Cómo se me ocurría pensar que Michael se podría fijar en mí? Él está rodeado constantemente de mujeres hermosas, mujeres de su edad.

Michael ahora se encontraba más ocupado que nunca... Ensayaba todos los días en los estudios para su gira Bad, la cual se aproximaba pronto. Él había perdido ya varias practicas por estar a mi lado, me sentía culpable de alguna manera, aunque Michael decía que no era así.

La luz del sol me hacía sentir bien... Todos los días salía al jardín, cuando apenas los rayos del sol atravesaban las nubes.

Debía adaptarme rápidamente a estar sola, a estar sin Michael. Ya que se iría de gira por pocos meses, pero para mí, de seguro serian eternos. Y la verdad, no me fiaba de su familia, no es que pensara mal de ellos, todo lo contrario. Pero ellos no me conocen, ni yo a ellos, sería una incómoda situación, si Michael me dejara a sus cuidados.

Quería despejar mi mente, y mi estómago me ayudó mucho. Comenzaron extraños antojos de golosinas.

Me encontraba recorriendo las calles de California, en la limusina, con uno de los choferes de confianza de Michael. Miraba la ciudad por el cristal de la limusina, como me hubiese gustado caminar entre las gentes, como una persona común como ellos. Pero yo ya no era una persona común, era la hija adoptiva de Michael Jackson. No soportaba la idea de ser su hija adoptiva, y que debíamos tomar el rol que nos correspondía.

Le pedí el favor al chofer, que me llevase al parque a donde siempre iba a llorar, donde mojaba mis pies en el pequeño riachuelo, y en donde conocí por primera vez a un ángel, a Michael.

Y así lo hice. Apenas comencé a caminar por el pasto del parque, retire mis zapatos sintiéndome libre al fin, en realidad siempre odie los zapatos. El pasto se sentía bien entre mis dedos, y la atmosfera de tranquilidad regreso a mí. Como siempre, fui al pequeño riachuelo, a mojar mis pies en la cristalina agua. Cerré mis ojos, permitiendo que los rayos del sol me abrazaran... Se sentía tan bien estar así.

Pero mi paz se vio interrumpida, al escuchar pasos que rompían pequeñas ramas caídas de los árboles. Me asuste, me asusté mucho. Este parque siempre es muy solitario... Por un momento se me paso por la cabeza un asesino en serie, un violador, o incluso ¡extraterrestres!

Mi vista corrió asustada desde botas de cuero negras, jeans rotos, una larga chaqueta de cuero marrón, cabellos largos y dorados. Y finalmente, me topé con unos azules, que me miraban con aire de superioridad, con su mandíbula trenzada.

XXX: ¡Vaya! ¿Pero que tenemos aquí? Parece que San Nicolás vino a dejarme su regalo antes de tiempo.- Dijo tranquilamente, mientras tomaba uno de sus cigarrillos.

-¿Disculpa?- Dije ofendida, ¿Quién se creía?

XXX: ¿Acaso no sabes quién soy? Eso si es que es sorpresa.- Dijo con tono divertido.

Ahora que lo podía detallar bien... ¡Otra superestrella! ¿Acaso este parque se estaba volviendo atractivo para los famosos?

-Axl Rose...- Susurre inconscientemente.

- ¡Bingo! Entonces si sabes quién soy. ¿Qué hace una morena como tú, descalza, en un parque como este?

- Solo... Solo vine a pasear.

- Es difícil pasear cuando eres famoso, ¿no crees?- Dijo ahora sentándose a mi lado, mientras fumaba aun su cigarrillo.

- ¿Qué?

- Se bien quien eres pequeña, sales en una portada diferente todos los días. Señorita Jackson.- Dijo guiñándome un ojo.

- Vaya... No sabía que fuera tan popular.- Dije pensándolo en voz alta.

- Solo no te infles de orgullo, o si no, te inflaras como un globo.

- De eso nada...

- Tienes bonitos pies, el señor Jackson debe disfrutarlos mucho, ¿no?

- ¡¿Qué?!

- Vamos... Es lo que todos dicen, ¿Es cierto?

- ¡Por supuesto que no! ¡¿Entonces crees toda la porquería que dice la prensa?! Y tú eres famoso, deberías saberlo bien.- Dije firme, enfadada, y enfurecida. ¿Cómo podían creer semejante cosa de Michael? Hasta los mismos famosos así lo creían.

- ¡Hey! Espera... Lo siento, no era mi intención ofenderte. Se bien las especulaciones que crea la prensa. Solo hable sin pensar.- Dijo tomándome levemente del brazo.

- De acuerdo, ahora puedes soltarme, para que pueda irme.- Dije aun con los humos por los aires.

- No volveremos a ver... Pequeña.- Dijo guiñándome un ojo.

¡Dios! Odiaba el tipo de personas como él. Hay que admitir que el tipo era muy agraciado, pero su actitud... Lo hacían ver de la peor persona, arruinando por completo el buen atractivo físico que poseía.

Solo quería llegar a casa, abrazar a Michael, ver películas juntos.

*Narra Michael*

Al llegar a casa... Me encontré a Alice, durmiendo sobre mi cama, abrazando una de mis chaquetas. Se le veía tan tierna, tan dulce de esa manera. La semana que habíamos pasado juntos, había sido maravillosa, era increíble lo poco que nos veníamos conociendo, y lo bien que nos complementábamos, lo bien que podíamos hablar de cualquier tema, y su sonrisa ¡Su sonrisa era lo mejor de todo! O cuando se le enrojecían las mejillas cada vez que la tomaba de la mano, o dormíamos juntos, lo cual se había convertido en un habito para nosotros. Y ahora la encontraba dormida, aferrada a una de mis chaquetas. ¿Qué clase de pensamientos estarían pasando por mi mente en ese instante?

Dulzura, ternura, aprecio... Amor tal vez, eh incluso deseo.

Debía apartar de mí esos impulsos indecorosos de mi mente. Debía alejarme de ella.

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Las cinturas de Alice se movían al compás de una danza, que la hacían ver sensual, salvaje. Como si fuese a saltar sobre mí, y devorarme. Sus curvilíneas curvas ahora estaban danzando sobre mí, sus largas y suaves piernas a cada lado de mis caderas. Nunca había visto tanta hermosura, tanta belleza en una sola mujer. Sus risos adornaban bellamente su rostro, junto con su risa picarona que tanto me gusta. Mis manos no se controlan y lo único que puedo hacer en acariciar sus curvas, esa línea tan perfecta... Sus suaves piernas. Y finalmente el momento que tanto deseaba, sus labios se posicionaron sobre los míos. Probé sus labios como si de jalea de fresa fueran. Eran dulces, adictivos, suaves... Era una sensación deliciosa, única, como tocar las estrellas con los dedos.

Despierto despavorido, sudando como si fuese una pesadilla. ¡¿Por dios, que es lo que estaba soñando?! Esto no puede ir más lejos.. Tengo miedo de mi mismo, de mis impulsos. No puedo evitar que unas cuantas lágrimas se resbalen por mi rostro. ¿Qué debo hacer ahora?


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Padre adoptivo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora