Stiles miró su móvil por tercera vez en el rato que llevaba esperando. Aun no eran las cinco, lo que explicaba que estuviera solo, fuera del centro comercial, con nada más que una sudadera delgada cubriéndolo de las corrientes de aire que habían nacido de la nada. El cielo se estaba llenando de nubes y el señor del clima no dijo nada sobre tormentas esa mañana. Si lo hubiera hecho Stiles habría tomado un paraguas o su madre lo habría obligado a tomarlo.
En ese momento ya no importaba, porque estaba cerca de la hora en la que tendría que verse con Derek Hale y aunque la idea no le gustaba, su madre siempre le dijo que nunca debía dejar a nadie plantado, incluso si era alguien con quien no tenía comunicación, al que sólo había visto desde lejos en contadas ocasiones y del que no sabía nada, absolutamente nada más que su nombre.
Volvió a mirar el móvil, faltaba un minuto para que dieran las cinco y no había señales de nadie nuevo dentro del aparcamiento. Consideró irse pero se quedó solamente porque le picaba la curiosidad por saber la razón por la cual lo había citado en ese lugar de una forma tan extraña.
Porque no se lo dijo de frente, no consiguió su número y le envió un mensaje, tampoco fue por Facebook. La invitación le llegó en una hoja color café doblada a la mitad a manos de Erica Reyes. Derek estaba al otro lado de la carreta y se limitó a hacerle un movimiento con la cabeza, como si eso pudiera evitar que tuviera alguna duda cuando en realidad le saltaron mucho más.
A las cinco en punto un flamante Camaro se estacionó justo frente a Stiles. El adolescente metió sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón ante una nueva corriente de aire.
-¿Qué haces afuera? –Preguntó Derek apenas puso un pie en el asfalto.
-Buenas tardes a ti también –Stiles frunció el ceño – ¿Qué otra podría cosa estar haciendo a esta hora fuera del centro comercial con este clima? ¿Cazando hadas madrinas? –Las cejas de Derek se arquearon –Te estaba esperando.
-Sígueme –Ordenó el pelinegro sin esperar ninguna otra respuesta del hijo del Sheriff.
El centro comercial estaba casi vacío, una sorpresa por la hora pero nada de otro mundo con el clima que empezaba a desatarse afuera. Algunas gotitas estaban empezando a estrellarse contra el cristal de los escaparates y Stiles no se había llevado el jeep.
-¿Para qué me citaste aquí? –Preguntó el más joven tras un extenso minuto de silencio donde las dudas en lugar de disiparse parecían tornarse en letras negritas bailando tras sus ojos diciéndole no debía ser nada bueno si estaba tardando tiempo en decirle, aunque podría ser algo bueno porque de ser algo malo se lo habría gritado a la cara en cuanto lo vio, porque eso hacen en las series y las películas. Stiles ha visto muchas veces a Mickey Milkovich atacar a las personas directamente, además de que Mickey nunca llevaba ningún folder en sus manos y Derek si llevaba uno, un folder azul para ser más exactos. -¿Y qué es eso? ¿Puedo ver? ¿Es una demanda? Mi padre tiene un muy buen abogado, para que lo sepas y es amigo de la familia, tal vez lo conozcas, es el padre de Jackson Whittemore, Jackson, el capitán del equipo de lacrosse, el chico popular con el que quiere salir media escuela, aunque creo que eso es mucho decir, porque no es tan guapo, hay chicos más guapos, como Matt Daehler. No me malinterpretes a mí no me van los hombres pero tengo ojos y sé quién es guapo y quien es normalito, por ejemplo yo soy normalito y tú eres guapo. Aunque obviamente lo sabes, digo tienes espejo ¿Verdad? Claro, todos tenemos espejos en nuestras casas...
-Stiles –El adolescente giró su cabeza rápidamente en dirección al moreno –Cállate –Los dedos de Derek se colocaron sobre su hombro y lo hicieron entrar al único café con pinta de estar completamente vacío.
-Vale, lo capto –Stiles resopló y quitó la mano del casi desconocido de su hombro –Pero igual ¿Para qué me quieres aquí?
-Un capuchino –Pidió Derek sin siquiera saludar -¿Tú que quieres?
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STALKER
FanfictionDerek Hale no era un acosador, solamente era un estudiante que tuvo la suerte de encontrar un tipo de belleza demasiado extraña en un adolescente que ni siquiera sabía que la poseía.