Capítulo 1

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Principios del siglo XIX, una sociedad estricta y con reglas, donde los buenos principios moran y los delitos son condenados para mantener el orden y la paz. En las ciudades la gente es honesta, trabajadora y amable, respetuosa con su prójimo y muy religiosa, nunca faltan a la misa los domingos. En los campos no es muy diferente, la gente es sencilla y se vale de los recursos que ellos mismos producen ya sea por la siembra o la ganadería, pero por su posición social no quiere decir que sean menos que los demás, ellos también son gente decente, que con sangre, sudor y lágrimas sacan adelante a sus familias que es lo más importante en su comunidad.

-¡Ji Ho! – gritaba la señora desde el establo a su hijo para que fuera a ayudarlo con el parto de la yegua embarazada - ¿Dónde se ha metido tu hermano? – le preguntó a Ji Seok, su hijo mayor quien sólo se encogió de hombros.

La mujer salió a pasos apresurados, buscando a Ji Ho con la mirada por todo el campo que comprendía su granja. El arado estaba donde lo había dejado después de que le dijera al muchacho que se encargara de la tierra para sembrar unas semillas que también seguían en el mismo lugar en una vasija. Buscó adentro de la casa y de su habitación pero no había señales de él por ningún lado y necesitaba su ayuda pues su otro hijo no sabía cómo atender el parto de la pobre yegua. Resignada a tener que hacerlo sola, escuchó unos galopes a lo lejos y vio a su hijo cabalgando sobre otro de los caballos a gran velocidad como si se encontrara en una especia de carrera.

-¡WOO JI HO! – la mujer le gritaba y le hacía señas con las manos. El muchacho se dio cuenta del llamado de su madre y corrió a su encuentro.

-Hola mamá – la saludó con una gran sonrisa.

-Hola nada. Ya baja de allí que la yegua está a punto de dar a luz.

-¡Reina! – se bajó apresurado del caballo - ¿Escuchaste Príncipe? ¡Serás padre! – dio un salto y corrió al establo seguido por su madre – Apártate – le indicó a su hermano para ponerse en posición y ayudar al animal a dar a luz.

La yegua se quejaba y relinchaba, Ji Seok intentaba calmarla acariciándola mientras su madre y su hermano se encargaban del potrillo que ya estaba a punto de salir. En cuanto el animalito salió del vientre de su madre, lo arroparon con unas mantas y lo dejaron al lado de la yegua para que conociera a su hijo.

-El milagro de la vida – dijo Ji Ho con lágrimas de felicidad en los ojos –Es hembra y se llamará Duquesa.

Ji Seok ahogó una risa.

-¿Qué? ¿No te gusta?

-Siempre le pones nombres de realeza, Reina, Príncipe y ahora Duquesa.

-Deja a tu hermano, Ji Seok, estos caballos son más de él que tuyos – se puso de pie – Iré a terminar de preparar la cena ¿Quién me ayuda?

-Yo voy - se ofreció Ji Seok.

-Yo me quedaré un poco más aquí para cuidar de ellas – indicó Ji Ho y su madre y hermano salieron del establo – Tranquila, ya todo pasó – le decía a la yegua que seguía cansada por el parto. Ji Ho acariciaba su crin, su larga cara, su lomo y terminó dándole un beso en cuanto escuchó a su madre llamarlo para cenar.

"Danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal AMEN"

Después de la oración de siempre antes de comer, la familia se dispuso a disfrutar de la cena que se había preparado, todo proveniente de los recursos que su granja les provee y que ha sido así siempre desde que Ji Seok y Ji Ho nacieron...Pero las cosas estaban a punto de cambiar.

Pecado (Zihyo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora