46: Algo que podría arruinar a mucha gente

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No necesité más de un segundo vistazo para saber que la foto era vieja.

Fue bastante obvio.

En la imagen, Jake estaba dormido bocabajo en el sofacama del sótano, con su cabello despeinado y una sábana cubriendo la mitad inferior de su cuerpo. Kara estaba a su lado, con su mejor sonrisa de selfie, cubriéndose medio pecho. También fue bastante obvio lo que acababan de hacer.

Un par de cosas me dieron la clave para saber que la foto era de muchísimo antes de que Jake y yo comenzáramos a salir. Para empezar, había una horrible lámpara amarilla sobre la mesa auxiliar en la esquina de la imagen, junto al brazo de Jake. La misma lámpara amarilla que le regaló su tía Jena, por alguna extraña razón, y que él guardó en su habitación el día de mi fiesta de cumpleaños, para que nadie se hiera con ella si se rompía. Esa que se hizo añicos en el piso a la mañana siguiente, hace dos meses. Además, la mitad del respaldo del sofá estaba a la vista y no había ni el más mínimo rastro de la mancha de la Coca-Cola Coke que derramé sin querer, mientras lavaba la ropa, una semana después de la primera vez que nos besamos.

Y aun cuando esas señales no hubieran estado ahí, lo habría sabido.

Cuando me mudé al apartamento, Jake me prometió que no traerían chicas a él, y me consta que cumplió con su palabra. Confío en él.

Así que, esa era una foto de Jake el mujeriego.

¿Tengo derecho a juzgarlo por eso?

Por supuesto que no.

Él no hizo escándalo sobre las cosas que le conté de mí. No me juzgó, no me avergonzó, no me tuvo lástima. Ese fue el Jake que me enamoró. Ese es el Jake del que estoy enamorada.

Esa foto no cambió nada de eso. Estaba preparada para que trataran de meterse entre nosotros.

Para lo que no estaba preparada era para mi propia reacción.

La forma en la que el rencor me anuló cuando escuché la risa de Kara. La forma en que la golpeé. Lo mucho quería hacerle daño. Dios... de verdad quería hacerle daño.

De algún modo, siento que aún quiero hacerlo. Y eso me asusta.

No quería irme haciéndole creer a Jake que estaba molesta con él, pero no tenía opción. Podía sentir la vergüenza y la culpa subiéndome por el pecho. El calor desagradable alrededor de mis ojos. El temblor de mis manos. La necesidad de correr. El miedo de mí misma.

El sentimiento era tan familiar que me dieron nauseas. Me sentía como cuando tenía ocho y me escondía en el armario de la habitación de Lissie, con ella en mis brazos. Los gritos y golpes sonaban en todas partes y todo lo que quería era pararan. En eso momentos, deseaba que Rick muriera. Quería que le ocurriera algo realmente malo y así no tener que verlo nunca más.

Después venía la culpa. La culpa por ser capaz de desear algo tan horrible. La culpa por ser tan cruel.

En esos momentos, me sentía incluso peor que él. Después de todo, él sólo hacia eso estando borracho. Yo estaba perfectamente consciente y estaba segura de que guardaba más odio que cualquier otra persona de mi edad.

Nunca he querido todo ese veneno dentro de mí, pero siempre he sentido que en el fondo de mí hay algo realmente oscuro. Algo que podría arruinar a mucha gente.

Por eso tuve que irme de ahí, antes de que terminara lastimando a alguien.

Pensé que subir al techo sería suficientemente para calmarme un poco, pero todo se sentía demasiado próximo todavía. Así que, sin más opciones, bajé por las ramas del árbol más cercano y tomé la camioneta.

Razones por las que no debería amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora