// Capítulo 5.

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Querida Sam:

¡No sabes lo que fue mi “salida” con Diego! (Recuerda que, para mí, la palabra “cita” es demasiado grande). La hemos pasado increíble; hicimos montones de cosas y… ¡tuve mi primer beso! ¿Puedes creerlo? ¡PORQUE YO AÚN NO!

El beso fue mágico, dulce, tierno y sincero. No es que yo quería tenerlo con Diego, pero creo que prefiero un beso con alguien que de verdad me quiera más que como amiga, antes que uno con una persona que sólo me considera su amiga y nada más.

Estoy confundida…demasiado. Antes de que pasara lo de Diego, yo estaba muy enamorada de Maxi, mi hermanastro. Tenía bien en claro que él nunca se fijaría en mí; no sólo porque me considera su amiga (casi hermana), sino también porque tiene novia (y la odio. Creo que ella también me odia). Y se ve que está muy feliz con ella, porque ayer se animó a presentárnosla mientras cenábamos. No es que ya tenía preparado todo, no…lo dijo así, “de la nada”. Y fue raro. Yo me sentí mal.

Su padre y mi madre se lo tomaron con mucha tranquilidad, ¡hasta le dijeron que el fin de semana venga a cenar con nosotros! Espero tener algo que hacer ese día. No quiero pasar tiempo con ella y hacerme la simpática. Odio la gente falsa.

En fin. Ahora que Diego es mi…¿novio?, ¿amigovio? (no lo sé aún), todo es diferente. Yo creía que mi amor por Maxi era verdadero, pero al parecer no, ya que apareció “otro” y lo cambió. Igual, dudo estar enamorada de Diego. Por ahora le digo “te quiero mucho” y otras cursiladas, pero nada serio en sí.

¿Sabes qué? Pasaron otras cosas en la semana. Te contaré.

Un par de amigas cibernéticas, me convencieron para que hablara con mamá así puedo ir al psicólogo. ¿Por qué? Porque de esa manera podré descargarme, llorar, gritar y hacer todas las cosas que no me animo en casa. Aparte, quiero que él/ella (aún no sé) me ayuda a decirle a mi familia lo de mi sexualidad. Mis amigas lo saben, pero Diego creo que no.

No fue muy fácil hacerla ceder. Mi madre estaba leyendo en su despacho…

Así fue todo.

—Madre…necesito preguntarte algo. —Dije tímidamente, abriendo la puerta.

—Juli, pasa. Dime. —Respondió ella, dejando el libro 50 Sombras de Grey sobre la mesa. —Toma asiento.

No sabía cómo comenzar.

—Gracias. —Acomodé la silla y me senté. —Mira…tú sabes que yo soy una adolescente sensible, que todo la lastima y que sufrió, y aún sufre, demasiado, ¿cierto? —La miré a los ojos y ella asintió con la cabeza sin comprender demasiado. —Necesito tu ayuda. Sólo tienes que conseguir a alguien, una persona, con la cual yo pueda hablar. Una persona que pueda escucharme, ayudarme y oírme. Por eso quería preguntarte si no podrías ser una buena madre y consultar por…—Ella me interrumpió.

—Julieta —Dijo quitándose los anteojos. — ¿Tú quieres un psicólogo? ¿Esa persona a la que todos acuden sólo porque está de moda? —Iba a seguir hablando, pero la interrumpí yo.

— ¿Sabes qué? No sé porque vengo a preguntarte, si nunca aceptas mis opiniones ni nada de lo que digo o pienso. —Me puse de pie, me dirigí a la puerta. —Gracias por absolutamente nada.

—Espera. —Dijo mi madre, parándose. —Está bien. Si es lo que tú quieres, de acuerdo. Espero que ese psicólogo o como se diga, te ayude a estar mejor de la cabeza. —Tomó asiento. —Ahora vete. Necesito hacer unos llamados. Yo me encargaré del licenciado.

Me fui secándome las lágrimas. Sinceramente, no supe si eran de alegría porque mi madre había cedido, o de tristeza porque, en otras palabras, quiso llamarme ‘loca’.

¿Ahora sabes con lo que vivo?

                                            Besitos, Julieta.

"No escondas lo que eres por miedo a que te juzguen".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora