1. Madrugada en Imber

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Tic- tac. Tic-tac.

El despertador sonó a las seis y cuarto de la mañana. Como siempre, justo a su hora.

Me levanté con parsimonia de la cama. De nuevo tenía que ir a trabajar, a la misma rutina. Estar sentada revisando informes todo el día para que no pase nada. No hay casi delitos desde hace 5 años, y si los hay son excesos de velocidad o algún hurto. En mi departamento no hacemos nada.

No me gusta pensar en ello, pero es cierto. Con la moral ya por los suelos, salí por fin de la cama.

Ordené y limpie la casa como de costumbre.

Como siempre me pegue una buena ducha para acabar de despertarme. Me vestí con mis tejanos preferidos y con mi camisa blanca, a contraste con mi piel oscura.

Me cepille mi larga cabellera castaña. Siempre me gusta hacerme peinados extravagantes, pero hoy no estaba de humor, así que me hice una sencilla trenza.

Salí del cuarto de baño y fui hasta mi habitación. Cogí mi pequeña mochila y le metí lo de siempre: Una botella de agua, mis auriculares, mi pequeño cuaderno de apuntes y mi inseparable bolígrafo de tinta de pulpo. Cogí mi móvil de mi escritorio y me dirigí al salón. Lo deje todo en la encimera de la cocina y levante todas las persianas de la casa.

Una vez hecho, volví de nuevo a la cocina y desayuné una pequeña parte de mi plato de cereales.

<<Viernes, 13 de abril>> pensé << Ánimo, que ya mismo se acaba la semana. >>

Me levante de la silla, ahora con un poco más de ánimo, y me prepare para salir hacía el trabajo. Me despedí de mi perrita Eiffel que cada mañana miraba como comía.

Metí mi móvil en la mochila, me la colgué de un hombro y con las llaves en la mano, crucé el umbral de mi casa.

Bajé las escaleras de mi bloque y salí a la calle, donde todos los vecinos de mi barrio que estaban despiertos a esa hora me saludaban y me deseaban suerte y me dijeran que tuviese cuidado, dado mi trabajo. Aunque yo siempre he creído que en realidad no me lo decían enserio, y era solo para darme ánimos para que fuese a trabajar cada mañana.

A pesar de estar cansada de la misma rutina, yo les sonreía, intentando disimular mi cansancio y notable aburrimiento.

Entre en mi coche, aparcado donde siempre. Arranque, y después de un rato me puse en marcha con una amplio suspiro.

<<Creo que esto no es para mí>> me dije. 


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