Corrí hasta la puerta del copiloto de mi coche, la abrí y lancé la mochila al asiento. Rodee el coche y entre lo más deprisa que pude. Al poco de cerrar la puerta rebusqué en mi bolsillo en busca de las llaves. Cuando las encontré, arranqué y con el más cuidado y prisa que pude tener, me puse en marcha en la carretera.
Tardé poco en volver a la editorial, puesto que fui mucho más deprisa a la vuelta que a la ida.
Al llegar entré corriendo en el ascensor. De camino hasta allí, vi a Maëlle hablando con Carlos, el encargado del noticiario de última hora.
Pulse involuntariamente el botón del ascensor con una fuerza excesiva. Mientras subía me miraba en el espejo que había entre las dos paredes naranja natural y de mitad forrada de madera falsa. El espejo sustituía la pintura naranja de la pared norte, así que tuve que darme la vuelta.
Al mirarme, me di cuenta de que estaba roja y con una sonrisa de oreja a oreja. Aunque la noticia de la muerte del empresario no era alegre, yo no le conocía, así que prácticamente no me afectaba y, además, por fin tenía trabajo.
Al abrirse la puerta, empecé a marchar de tal manera que si hubiese levantado más las rodillas, hubiese parecido un soldado.
Llegué a mi despacho y me senté corriendo en el escritorio que había junto a la ventana, donde tenía el ordenador. Así que lo encendí y busque en el buscador todas las palabras clave de mis apuntes que pudiese darme más información sobre la compañía textil del señor Gevorg. Curiosamente, la compañía había recibido docenas de demandas de ex trabajadores que, según la información, todos habían sido despedidos injustamente y que además, a algunos se les debía seis meses de sueldo.
Seguramente, al señor Gevorg, le convenía tener otras tiendas que le diera beneficios extra en pueblos tranquilos como Imber.
Como vi que había cientos de sitios webs y noticiarios que hablaban sobre esta compañía, llamé a Maëlle para que se ocupara de Eiffel.
Al terminar la llamada, saqué mi U.S.B y lo conecte al ordenador.
Empecé a guardar información de demandas y supuestos cargos de corrupción. También descubrí un noticiario de hacía tres meses en el que se explicaba que se había detenido a Narek Gevorg por conducir borracho en la autopista.
También le envié los links a Miracle, y le dije que me avisara si sabía algo de las cuentas del empresario.
Después de un buen rato investigando a Narek, decidí ponerme a ver que descubría sobre el caballero anónimo.
Me fije en la marca del bolsillo de la camisa, y busque imágenes de la marca. Salían miles de modelos de la misma camisa y de diferentes colores, pero nadie de los que salían en las fotografías era como la segunda víctima.
Decidí entrar en la página web de la marca de ropa. Hice un reportaje sobre esta empresa, y sé que tienen una lista online de sus trabajadores. Por lo tanto busque los modelos que habían trabajado allí, y conseguí encontrar una foto suya en la que aun estaba vivo. Al lado de la imagen se distinguía un apellido: Nicodème.
Mientras se imprimía la foto, llame a toda prisa a Karly Miracle, para darle el apellido. No me cogió el móvil, así que le envié un mensaje diciéndole que fuese a mi despacho de la editorial.
Al terminar, me levante y abrí el cajón de mi mesa. Saqué un papel del cajón donde se indicaba el teléfono del jefe de la compañía. Es un señor de 58 años, que dirige la compañía con ayuda de sus hijos:
· ¿Sí?
· Hola Sr. Suarez. ¿Me recuerda? Soy Laionel Richy de la editorial de Imber.
· ¡Hola Laionel! Claro que te recuerdo. ¿Puedo ayudarte en algo?
· Sí. ¿Sabe quién es un tal señor Nicodème?
· Claro que sí, trabaja para mí. Su nombre es Brice Nicodème y ahora tendrá unos 35 años, más o menos. ¿Por qué?
· ¡Ah no! Por nada... Es que es un conocido y que tenía que venir a visitarme pero no sé cuándo.
· Pues ya le he dado los quince días de vacaciones que solicitó. Seguro que esta de camino.
· Muchas gracias.
· A tu disposición. Si necesitas algo que yo pueda hacer, no tienes más que llamarme.
· Gracias. Adiós Sr. Suarez.
· Adiós Laionel, y de no hay de qué.
<<Brice Nicodème>> pensé mientras lo apuntaba en mi libreta.
Dejé el teléfono encima de la mesa y fui hasta la impresora para recoger la imagen de Brice. Me volví a sentar, aun con la foto en la mano. Me la quedé mirando un rato. Ese rostro se me hacia familiar, aunque no sabía de qué.
Entonces, algo interrumpió mis pensamientos.
a.ss;
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The same history.
RandomLa historia siempre se esfuerza por derrotarnos. Sin embargo, el destino no es invencible.