Capítulo I. Principio del horror

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Autora: ¡Hola queridos lectores! Me pongo en marcha con esta historia que, sin duda, no se parece en nada a ninguna otra que haya hecho. De hecho, es para mayores de edad pues contiene escenas que podrían herir la sensibilidad, así como sexo y vocabulario soez. Así que leed bajo advertencia...

Sin más, adelante...

Capítulo I: Principio del horror.

18/Noviembre/2012

   Era un día tranquilo en Alaska y en las calmadas horas casi invernales todo el mundo se la pasaba entreteniéndose con los amigos o, en mi caso, jugando al ajedrez con mi padre en la casa de campo de mis tíos. Y, cómo no, bien abrigadita pues hacía un día tremendamente frío. Por si no lo sabéis, Alaska en otoño e invierno es un congelador ultra efectivo. Y yo siento sus consecuencias todos los años desde que nací…

   Miro a mis tíos que, por suerte, no han hecho galletitas de chocolate —un postre que desde niña me administraban en grandes dosis—, y sonrío para mí. Por fortuna, los hermanos de mi padre seguían viviendo y tenían una salud de hierro —aun teniendo cerca de los setenta años—, y podíamos ir allí a pasar las vacaciones de verano. Unas horas atrás habíamos visitado el cementerio para ver a mi madre, quien falleció hacía tan solo seis años. Ella ahora tendría cuarenta y seis…  Así que nos distrajimos con este juego de mesa tan de pensar. Mi padre nunca superó la muerte de mi madre, y la prueba estaba en que no había cortejado a ninguna mujer desde lo ocurrido.

   Tenía demasiado temor, o deber para con mi madre. ¡Y lo entendía! Pero no podía estar de luto para siempre. Él debía seguir adelante y yo lo apoyé todo este tiempo, mas no hubo resultado…Yo le regañaba constantemente por ello, pero él me decía que nunca pondría a su mujer en ese aprieto, cosa terriblemente estúpida —según mi punto de vista—.

   Bueno, cambiando de tema; sabéis que estoy mortalmente aburrida aquí, sentada en la silla del comedor, jugando con mi padre al ajedrez, un juego de inteligencia —la cual me sobraba—, con el día tan tranquilo que hacía…

   Un día perfecto para dar una vuelta con tu novio o con tus amigas…

   Lástima que no tuviera ninguna de las dos cosas… Aunque no lo creáis, soy una mujer solitaria, y digo mujer porque tengo veinticuatro años, y lo único que tengo es a un amigo —solo amigo—, llamado Zack, al que conocí en la universidad hacía años. Bueno, pues con él pasaba la mayoría de las tardes a no ser que yo tuviera demasiado trabajo.

   Salvo esta.

   —¡Hija! ¿Estás prestando atención al juego? ¡Te he dicho jaque mate más de cinco veces y no me oyes! —exclamó mi padre sobresaltándome.

   —Perdona, estaba concentrada… —Mi padre arrugó el entrecejo.

   —¿Qué te ocurre? ¿Todavía piensas en eso? —Él se refería a mi trabajo…

   —No, aunque debería… pero estoy de vacaciones adelantadas, por lo que no quiero hablar de ello. —éste asintió y seguimos jugando.

   Trabajaba en el departamento de criminología de la comisaría de Alaska, era una privilegiada pues, con tan solo veintidós años —recién salida de la universidad—, encontré trabajo sin casi esfuerzo y, ¡me iba genial! Mi especialidad eran los asesinatos, por lo que no he tenido que trabajar mucho estos dos años. Bueno, salvo por un par de ocasiones en las que encontramos dos personas muertas en las lindes del bosque, pero se trataban de unos lobos, así que eso fue pan comido.

   Pero por lo que estaba realmente preocupada, lo que verdaderamente me comía la cabeza y me traía de calle, era un asesino en serie, quien mataba a tajo y destajo y no dejaba ni huella. Era un perfecto criminal y lo sabía hacer todo demasiado bien.

Esclava de un Criminal [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora