Epilogo: La vida continúa.

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Epílogo: La vida continúa

Cinco años después

Rocío había bajado de su coche envuelta en un abrigo grueso y una bufanda que la protegía del frío invernal de Alaska. Sus ojos recorrieron el lugar que hacía cinco años la mantuvieron presa, con pesar y cierta sensación de respiro.

El lugar estaba como siempre, con polvo y telarañas por las paredes de roca vieja. Caminó con paso firme por las cavidades sin el temor de volver allí y ser encerrada de nuevo pues lo había superado todo. Cinco años eran suficientes para recuperarse, hacía tan solo dos meses que había salido del tratamiento y se sentía mucho mejor. Sin duda, al principio fue duro, pero lo logró con la ayuda de su familia y de Richard... Él estuvo con ella siempre y se sentía en deuda para con él por permanecer siempre a su lado...

Rozó con la mano los barrotes que alguna vez la apresaron junto con muchas más mujeres, Annie incluida en ellas. Suspiró, Annie... estaba hecha una mujer sin duda. Con dieciocho años era una belleza y nada de lo que le pasó la ha afectado lo suficiente como para impedir que lleve una vida normal. Rocío la veía casi todas las semanas y siempre le pedía ayuda pues quería ser criminóloga, como ella. La hacía muy feliz, pero le contó que no era un trabajo agradable, en muchos casos. Pero igual, ella se acuerda de lo que los criminales pueden llegar a hacer y se empeña en detenerlos.

Rocío detuvo su mano en la cuarta celda y se giró. Aspiró el moho que allí había y se sumergió de nuevo en sus pensamientos.

Con el tiempo, Rocío fue aprendiendo que Zack había partido y ahora estaba en otro sitio. Ella sabía que él estaba a su lado, pero eso no era suficiente. Richard insistió mucho en que ella estuviera en el psicólogo y, al final, lo consiguió. Logró que Rocío fuera con un especialista y se recuperase del todo. Ahora solo era un mal recuerdo que la seguiría para siempre aunque en este momento no tuviera ese sufrimiento a flor de piel.

Se abrazó ante tal recuerdo y sacudió la cabeza. No, eso no era lo que tenía que hacer, ella debía recordarlo todo para que no le doliera, para que no le temiera. Era un sentimiento más fuerte que cualquier otro y lo sabía. Ella sabía que fue difícil superar tal dolor, pero se sobrepuso porque nadie era capaz de frenar la fuerza de una joven que lucha por su vida, nadie, y su madre se lo recordó el día en que casi muere.

Mira por última vez el lugar que la encerró semanas y volvió sobre sus pasos hasta que subió las escaleras y se perdió de vista. Allí abajo, aun resuenan las voces de las mujeres asesinadas que reclaman el perdón de Dios, la conmiseración y la bondad, que esperan que las saquen de allí pues sus almas todavía habitan ese recorrido de cárceles olvidadas.

La policía decretó ese lugar como ruinoso y peligroso y, en breve, se harían unas reformas para ocultar tal caos de piedras y celdas. Poco después de que Rocío y las demás escaparan, descubrieron la fosa en la que Jacob y Zack charlaron, y descubrieron todas y cada una de las chicas desaparecidas a lo largo de los años, asesinadas a manos de ese criminal...

Rocío llegó a la superficie y respiró hondo, el aire libre era una bendición comparado con el viciado de las mazmorras. Divisó con alegría el hombre que tenía delante. Estaba apoyado contra su coche negro y vestía con su uniforme de policía. La miró con cariño a la vez que se abrazaban. Rocío se sentía protegida entre sus brazos y deseó que nada ni nadie pudiera quitarle esa felicidad nunca. Bastante había pasado ya para que no se mereciera un final medio feliz.

Ella y Richard empezaron a salir como dos adultos hacía tres años. Él se le confesó y ella no pudo más que aceptar pues ya sospechaba que le empezaba a gustar como hombre, y no como el pesado que la visitaba todos los días del año a su apartamento, o el que la acompañaba a las citas con el psicólogo. Era el hombre más bondadoso y cariñoso del mundo, y ella se conformaba.

Esclava de un Criminal [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora