Capítulo IX: La fosa.

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Capítulo IX: La fosa.

 

Salí con la bandeja en la mano y me dirigí a la habitación de Nuria. Con cada paso que daba me entraban escalofríos de rabia, una que nacía desde lo más profundo de mi corazón. Una que gritaba por escapar de esta mierda escabrosa y darle una buena paliza a ese cabrón de R para que dejara de manosear a Rocío y provocarle heridas.

¡Lo odiaba! Odiaba no poder hacer nada por ella, no poder ser más valiente y encararme con R. De solo pensar eso se me revolvía el estómago. Era un puto mierda que no servía para nada. ¡Joder!

Y lo peor de todo, es que mi mente trabajaba a velocidades imposibles cada vez que recordaba a Rocío desnuda… de solo pensar que ese asqueroso la tenía entre sus brazos me ponía enfermo. Debo admitir que ella es solo mi amiga, pero… pero le están haciendo daño… un daño que se podría evitar si tan solo mi maldito jefe me diera ya la señal.

Él acordó actuar cuando fueran suficientes agentes y pudieran hacerle frente a los asesinos de la secta. Por no decir que antes tengo que descubrir si tienen algo más gordo escondido por ahí… Podría ser que R tuviera más sectas parecidas y, de ser así, tendría que averiguarlo estando infiltrado aquí, siendo uno de ellos por mucho que lo odiara.

Debía investigar sobre posibles crímenes anteriores y si había otras posibilidades de que tuviera contacto con otros asesinos… Para ello, Rocío sería imprescindible…

No solo por el hecho de compartir cama… —odiaba ese recuerdo—, sino porque, en cualquier momento, R se sentiría a gusto con ella y le diría cosas reveladoras. Cosas que serían de utilidad para la policía.

Pensando en esto, llegué a la habitación y suspiré aliviado. Con la llave de la puerta —la que me dio R, no la maestra—, abrí y la cerré de nuevo casi con desesperación. No quería que supieran que le estaba llevando comida a mi “esclava”. Podrían matarme por ello.

Cuando me di la vuelta, observé que me miraba como un cachorrillo hambriento. Disimulé una mueca de culpabilidad. Tenía a esta cría encarcelada por culpa de esta secta… ¡quería patear cualquier cosa! Pero mi filosofía no era esa, no, yo era más tranquilo y nada me superaba. No señor, daría lo mejor de mi para que esto no se saliera de control. Debía de ser fuerte por Nuria y por Rocío.

Caminé hasta la cama, en la cual se encontraba Nuria — sentada y mirando la comida con anhelo— y le entregué la bandeja con rapidez. Al mismo tiempo que me quité la máscara y la capucha. Solté un suspiro de alivio, esa maldita careta no me dejaba tomar aire apropiadamente.

   —Muchas gracias. —dijo cogiendo un muslito de pollo. Puso una mueca de asco, pero siguió comiendo —.Está frío. —suspiré aliviado, creía que podía estar envenenada…

   —Eso es porque lleva mucho tiempo fuera. —la observé comer. Tenía hambre pues se lo devoró todo en poco tiempo. Se comió todas las patatas y los dos muslos de pollo. Cuando acabó, se limpió con la mano —puesto que no había servilleta— y se levantó.

  

   —Estaba algo soso, pero comestible. —sonrió, parecía menos preocupada que antes y eso me alegró —.Voy a lavarme las manos, ahora tengo grasa de pollo por toda la cara. —nos reímos y se metió en el baño.

Esclava de un Criminal [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora