XIII

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XIII

El Falcon entró a la jefatura de Policía y se estacionó en el pequeño patio interior. Había otro patrullero estacionado, una camioneta con rejillas en la puerta trasera y otros dos Falcon, verdeclaros, sin patentes y con antenitas de radiocomandos. Ramiro reconoció esos temibles coches de los agentes parapoliciales.

Lo hicieron pasar a una pequeña oficina que estaba al final de un pasillo. Sólo tenía una puerta, que daba a la galería que enmarcaba el patio del edificio, que Ramiro recordó que había sido, muchos años atrás, la casa de gobierno del entonces Territorio Nacional del Chaco. Era un ambiente muy pequeño; todo el mobiliario eran dos sillas, un escritorio con una máquina de escribir viejísima, una "Underwood" cincuentenaria, y un almanaque de "Casa Amarilla" en la pared. Eso era todo.

El sargento que lo acompañó hasta allí se quedó en la puerta, fumando, y pocos minutos después se retiró, cuando entró a la habitación un sujeto alto, flaco, de pelo corto pero más largo que lo habitual en los policías del régimen militar. Vestía un pantalón azul y camisa celeste de mangas largas arremangadas, y una corbata con el nudo descorrido. El saco del traje lo había dejado en otro lado.

-Mucho gusto, doctor Bernárdez -le dijo, tendiéndole una mano.

Ramiro le dio la suya y asintió con la cabeza. Se había recomendado extrema prudencia y no pensaba hablar sino lo indispensable.

-Mire, voy a ir al grano, doctor: espero que disculpe que lo hayamos molestado, pero hemos encontrado el cadáver de una persona amiga suya, el doctor Braulio Tennembaum... -hizo una pausa, para encender un cigarrillo, y lo observó fijamente por encima del humo.

-¿El cadáver? -repitió Ramiro, con voz aflautada, sosteniendo la mirada del otro y quedándose con la boca semiabierta.

-Así, es. Parece haber sido un accidente, pero usted comprenderá que tenemos que verificarlo. ¿Fuma?

-Sí, gracias -Ramiro tomó el paquete y extrajo un cigarrillo. Estaba muy nervioso y se permitió estarlo. Fingiría una fuerte impresión: mejor, se dijo, que el otro lo creyera-. ¿Dónde fue? ¿Qué tipo de accidente?

-Encontramos el cuerpo dentro de un Ford de 1947. Aparentemente perdió el control y se cayó a un brazo del río Negro, en la ruta 11. Y tenemos ent...

-Carajo -lo interrumpió Ramiro meneando la cabeza.

-Qué pasa.

-Todo -pasándose la mano por los cabellos, como desesperado-: yo soy amigo de la familia y

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supongo que ustedes me buscaron por eso. Anoche estuve cenando con ellos. Pero además ese coche me lo habían prestado a

mí. Y que a uno lo busque la policía en estos tiempos... ¿Le parece poco?

-Nos interesaría que nos diera algunas informaciones.

-Sí, claro -Ramiro seguía fingiendo azoramiento. Y acaso pena, pensó, dolor, porque después de todo la situación, la suya, era completamente dolorosa.

-Comprendo su impresión, pero tengo que hacerle unas preguntas.

-Pregunte nomás, señor...

-Almirón. Inspector Almirón.

-¿Qué quiere saber, inspector?

-Tenemos entendido que usted fue la última persona que estuvo con él.

-Supongo que sí. No sé con quién estuvo después.

-Quisiera que me explique, lo más detalladamente, qué hizo usted anoche.

Luna CalienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora