Maratón 2/2 capitulo 14

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La tercera semana de clases transcurrió de forma diez veces menos dramática que las dos primeras. De hecho, cuando el viernes por la mañana pasé junto a los detectores de metales de la entrada, me sentía como si estuviera entrando en una racha de normalidad.

Sacaba sobresaliente en todas las asignaturas (cosa que no resultaba muy difícil, teniendo en cuenta que los mayores retos del curso consistían en saber que uno por uno es uno y deletrear correctamente palabras relativamente sencillas). Mi madre siempre ponía el grito en el cielo por las notas, pero eso era porque comparaba mis sobresalientes y notables con las matrículas de honor que solía sacar mi hermano. Era lo único que me faltaba para sentirme más culpable.

Me uní al grupo de danza sin hacer caso de Taylor, que me había advertido de que mi popularidad decaería un cincuenta por ciento, y al Grupo Medioambiental, lo que según ella acabaría con el otro cincuenta por ciento.

Mi popularidad entonces era cero. Bien por mí.

No creo que fuera un buen momento para anunciar que pensaba presidir la gran cena de gala que el instituto siempre celebraba en primavera con el fin de recaudar fondos para la biblioteca municipal.

Eso me habría valido el destierro de la última mesa de la cafetería.

También conseguí poner unos cuantos límites a mi relación con la señorita Taylor y sus amigas, y la mayoría de los días se esforzaban por respetarlos. Al actuar de una forma distinta a lo que cabría esperar de ella, lo cual parecía más o menos la tendencia de los últimos días, Taylor se había ganado mi favor. Bajo aquella fachada se escondía una chica más inteligente de lo que dejaba entrever, más responsable de lo que se atrevía a demostrar y con un sentido del humor fabuloso que pujaba por salir a la luz.

Descubrí que nuestros tira y afloja diarios me motivaban, y quizá habría sido capaz de transformarla hasta el punto de convencerla para que asistiera a una de las reuniones del Grupo Medioambiental, y así demostrarle que no por ello perdías un cincuenta por ciento de popularidad.

Para postres, mi madre y yo habíamos mantenido otro par de conversaciones más bien amistosas. Lo único que no había cambiado era que todos los días, después de las clases, salía volando hacia el estudio de danza y me enfrascaba en el baile hasta la hora de cenar. Hacía varios años que no tenía esa sensación de normalidad, pero aunque echarla de menos durante tanto tiempo debería haber hecho que la disfrutara, no era así. Y sabía que la cosa tenía que ver con cierta persona de quien aún no tenía noticias, y a quien me convenía evitar hasta la tumba; pero, tal como me demostraba la más dura de las lecciones, el corazón tiene sus debilidades.

La mía era Natsu.

Igual que un padre no permite que un hijo tome otra ración de pastel porque no es lo que más le conviene al niño goloso e impulsivo, yo no debía darle a mi corazón lo que más anhelaba, porque sabía que acabaría destruyéndolo.

-Buenos días, preciosa.

Di un codazo a Sting y entramos en nuestra rutina diaria.

-Desaparece, feo, y no vuelvas hasta que se te ocurra un piropo más original.

-Espera y verás, tengo a punto unos cuantos, y me parece que el lunes te quedarás de piedra -repuso él, mientras me tendía el café moca al que desde hacía unos días se había tomado por costumbre invitarme.

-No lo creo -dije.

-Eso de que todas las mañanas me llames feo podría acabar afectando a mi delicado ego si no fuera porque sé que solo lo dices para provocarme -soltó, y saludó con la cabeza a un par de compañeros del equipo de fútbol americano que pasaban por allí.

Nalu - CRASH (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora