Capitulo 21

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Rodeo la cama y me siento mientras dejo colgando mis pies. Acabo de salir de la ducha, estoy envuelta en una gran toalla blanca y me observo las piernas. Necesito crema hidratante urgente. Geoffrey acaba de meterse en la ducha y no tengo ganas de levantarme a buscarla por mí misma. Me tiro hacia atrás y dejo hacer mi cuerpo atravesado en la gran cama de matrimonio de nuestra habitación. Definitivamente voy a esperar a que Geoffrey salga, no quiero buscar la crema por mí misma. Tengo flojera, mucha flojera. Geoffrey debería apurarse, no puedo pasarme la noche desnuda, a menos que esté en sus brazos, envuelta en una toalla sobre la cama. Cierro los ojos y tarareo una canción. El sueño me arrastra muy lejos...
-¿Qué haces?
Abro los ojos sobresaltada e intento ponerme de pie. Intento fallido. Mi frente choca contra la frente de Geoffrey y siento un grito ahogado de su parte. Vuelvo a caer en la cama, mierda, como ha dolido aquello, hasta estoy medio mareada. Cierro los ojos de vuelta y luego me siento nuevamente en la cama.
-Mierda, _____ -dice Geoffrey adolorido.
-Ouch, perdona, Geoff. –Me toco la frente-. ¿No sangra?
Se ríe divertido y niega con la cabeza. Tiene el torso desnudo y una toalla que prende de su cadera. Dios, que sensual.
-Me quedé dormida y cuando escuché tu voz me asusté.
-Oh, no me di cuenta. –Se tapa la boca con fingida incredulidad.
Me río y estiro mis brazos. Le sonríe cuando se pone de pie para buscar su ropa y recuerdo que necesito mi crema.
-¿Sabes? Estaba esperandote para que me pasaras la crema hidratante.
-¿Ah...si? –Pregunta poniendose unos boxers-. Mira que bien.
-Oh, vamos... -me río.
-Así que esperas a tu esposo desnuda en la cama, solo por crema hidratante... Interesante.
Me río de nuevo y me pongo de pie. Ya sé por donde viene la mano, pero Geoffrey se me adelanta y coge el pote de crema. Lo menea en el aire.
-Que va... ya hasta flojera me da.
Busco entre mi ropa y tomo mi pijama junto con la ropa interior que he elegido.
-Deberías ser más ágil –me dice mientras se coloca el pijama-. Usted y yo tenemos un tema pendiente.
Alzo una ceja y me dirijo a la cama. Geoffrey lanza el pote a la cama y este rebota antes de quedarse en su lugar. Me siento al borde de la cama y alzo la barbilla en dirección a mi esposo, ¿qué tema pendiente? Abro la crema y tomo un poco en mano, la esparzo por mis piernas y las masajeo hasta que se absorbe toda en mi piel.
-Megan y Ashley quieren trencitas y tatuajes.
Me río antes de colocar el pote de crema sobre la mesa de noche.
-Te juro que no ha sido mí culpa.
-¿Debo creerte?
Coordinamos al momento de apagar y prender luces. Él paga la luz principal y yo prendo la luz de la mesita de noche. Corre y se tira en la cama haciéndome saltar sobre esta. Me río y me meto en la cama, él se acomoda para que lo cubra con las sábanas.
-Claro que debes creerme.
-Oh, no, no, señorita.
-¿Qué pasa?
Me acurruco a su lado y lo abrazo. Apoyo la cabeza en su pecho y él me abrazo a mí.
-Sabes cómo volverme loco.
-No he hecho nada.
-Eso es lo que más me asusta.
Me río divertida y froto la mejilla contra el vello de su pecho. Se ríe y sus dedos comienzan una carrera por mi espalda mientras van acariciando a su paso, van dejando pequeñas cosquillas. Esa sensación cuando Geoffrey me hace cariño, cuando Geoffrey se comporta como un novio enamorado. Nunca va a desaparecer, aún recuerdo nuestro primer y torpe beso, las mariposas en mi estómago.
-Les has pedido que ellas dijeran que querían hacerse eso.
-Te juro que no, Geoffrey –me río.
-Oh, vamos, no te creo nada.
Largo una risotada y paso uno de mis dedos por su pecho, trazando una línea imaginaria en la que pasean ahora dos dedos.
-A que aún quieres la trencita y el tatuaje.
-Pff...
Se ríe y me acomoda más cerca suyo. Me río con él. Bueno, quizá no he estado pensando en eso, pero si las quiero, a ambas cosas. Un tatuaje que se borra, una trencita poco duradera y aniñada. Oh, vamos, si que quiero ambas cosas como cuando estuve en la playa con Geoffrey hace años atrás.
-¿Geoff?
-¿Hhhmm?
-¿Duermes?
-Esa pregunta no ha sido lógica. –Se ríe adormilado.
Me río junto a él.
-¿Apago la luz?
-Anda, si por favor.
Geoffrey deja de rodearme con su brazo y me separo de él y sus caricias para apagar la luz. Luego vuelvo a nuestra posición anterior y él sigue con las caricias. Lo amo, es tan perfecto. Oh, Dios, aquí vamos de nuevo.
-¿Crees que el tener hijos ha cambiado nuestra relación?
Se demora un buen rato en responder y creo que se ha dormido.
-No.
-¿En nada?
-¿Tú crees que si?
A veces, cuando peleamos y ellos nos ven, cuando les hacemos daño sin siquiera darnos cuenta. A veces, cuando no sabemos cómo hacer para estar juntos y a la vez no desatender a los niños. A veces, cuando en vez de estar solos tenemos que dormir con alguno de los chicos que tiene miedo. A veces, cuando me quedo dormida antes de que él llegue de trabajar para mantenernos.
-No lo sé.
-¿Por qué lo preguntas?
Quizá no sea el momento, Geoffrey tiene sueño y derecho a dormir.
-No lo sé.
-¿Acaso sabes algo?
-No lo sé.
Se ríe adormilado y me aprieta junto a él.
-Está claro que te amo, ¿cierto?
-Cierto.
-¿Tenemos problemas?
-¿Mentales? Muchos.
Se ríe nuevamente y besa mi cabello.
-Eso es lo que hace divertida nuestra relación, la bipolaridad y los supuestos problemas mentales.
Me río y me aprieto más contra su cuerpo.
-Te necesito para siempre.
-Me tienes para siempre.
-¿Siempre es siempre?
-Supongo –se ríe.
Quizá sea mejor el vestido rosa, pero es que el azul es tan perfecto. Me observo en el espejo y doy media vuelta. Bueno, me favorece, me realza las curvas y se ajusta a mi cintura. Es lindo.
-¿Ya estás?
Abro la puerta del probador y Geoffrey se tapa la boca.
-¿Dónde está mi esposa?
Le golpeo el hombro y se ríe.
-Te ves hermosa.
-Ow, gracias. ¿No crees que el azul era mejor?
Doy media vuelta para seguir observándome en el espejo. Veo a Geoffrey negar con la cabeza detrás de mí.
-No, me gusta más el rosa.
-¿Seguro?
Alza los hombros y asiente.
-Si quieres llevamos los dos.
-¿Si?
Doy media vuelta para quedar frente a él. Seguramente mis ojos brillan de felicidad y sé que mi marido no puede resistirse a eso, como yo no puedo resistirme a su sonrisa perfecta.
-Claro, si a ti te hace feliz eso.
Me le tiro encima y lo abrazo con todas mis fuerzas.
-Eres perfecto.
Me rodea la cintura con sus brazos y besa mi cuello.
-Tú eres perfecta.
-Oh, no, no empieces.
Se ríe y nos separamos. Me meto en el probador y él me dice que va a pagar mientras yo me visto con mi ropa anterior. Estoy feliz, hemos salido solos a desayunar y llevamos una hora y media de compras. Lo mejor de todo es que no solo hemos comprado para mí, sino que también hemos comprado para él y algunas cosas para la casa. Geoffrey ha insistido en que le gustaban unas sábanas para nuestra cama y luego a mí unos cuadros, y así hemos ido comprando todo lo que nos ha gustado o llamado la atención. Y ahora caminamos por el centro comercial con bolsas en una mano y las otras entrelazadas. Geoffrey va contándome sobre algo que le ha dicho su madre esta mañana sobre sus hermanos.
-¿En qué piensas?
-En lo perfecto que es todo esto.
Se detiene en el camino y volteo a verlo. ¿Qué le pasa de raro? Voltea a verme el también y me regala una tierna sonrisa. Oh, que dulce es


La Bella Y la Bestia{Segunda Temporada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora