El cielo estaba gris, las nubes se arremolinaban en grandes cantidades negras, mientras que los truenos llamaban la atención de cualquiera. Megan junto a Ashley, permanecían en sus sillitas de comer. Austin observaba dibujos animados, mientras que yo anhelaba la llegada de Geoffrey.
Se me estaba haciendo complicado, el no poder tenerlo bajo techo junto a mí y nuestros hijos. Geoffrey no estaba a salvo con la tormenta que se aproximaba y yo dudaba mucho que llegara antes que las nubes decidieran desatar su furia sobre las calles de Nueva York.
-¡Mamá!-gritó Austin mientras corría a abrazar mis piernas-. Araña, mamá, araña.
Bajé la mirada e intenté concentrar mis pensamientos en el niño.
-¿Dónde, Austin?-le pregunté observando donde él había estado.
Me jaló del brazo, llevándome así donde el intruso de ocho patas se encontraba. Estaba quieta, sin mover una sola de sus patas, sin notar nuestra presencia.
-Mátala-susurró Austin.
Reí levemente y levanté mi pie para matarla con fuerza. Lastimosamente, Megan pegó un gran grito antes de largar un tremendo llanto.
La araña corrió rápidamente a través de la sala y se metió bajo el sofá.
Suspiré resignada mientras Austin moría internamente y tomé a Megan en brazos.
-¿Qué ocurre, pequeña?-apoyó su rostro en mi hombro.
-¡Mama, mátala!
-No sé dónde ha quedado, Austin.
-Va a matarnos, mami, va a modernos mientras estemos durmiendo.
-No va a pasar nada de eso.
Megan volvió a llorar con fuerza, mientras que Austin me observaba con sus ojos vidriosos y sus labios en curva hacia afuera. Moví un poco mi cuerpo, haciendo que Megan se tranquilizara, la dejé junto a su hermana y me puse a la altura de Austin.
-Vamos a buscarla y la matamos, no llores-lo abracé.
Austin se secó las mejillas inundadas en lágrimas y aspiró con su nariz. Se tomó el borde de la remera y lo arrugó con nerviosismo.
Operación "buscar la araña", iniciada.
Media hora había transcurrido desde que Austin decidió buscar la araña. El arácnido no se encontraba bajo el sofá, bajo la mesa, ni siquiera bajo el televisor. Cuando la encontramos, Austin le pegó con una de sus pantuflas de oso, mientras que yo agradecía al cielo por haberla encontrado y no tener que desordenar más nada de la sala.
-A dormir, Austin.
-Es temprano, mamá-se quejó-. Papá aún no ha llegado, siempre me voy a la cama cuando llega papá.
-Pero hoy papá va a llegar más tarde, asíque cepíllate los dientes y a la cama.
Austin se quejó con un bufido y luego se levantó del sillón, caminó escaleras arriba. Megan observaba desde su silla, cuando Austin desapareció, ella volteó a verme. Ahí fue cuando me dí cuenta de que Ashley estaba durmiendo con su cabeza caída sobre su hombro.
-¿Te aburres, Megan?-pregunté tomando en brazos a Ashley-. Yo también, tu papá nos ha abandonado.
La niña siguió observándome con sus ojos miel mientras yo subía la escalera para dejar a Ashley en su cuna.
La tormenta se desató a media noche, cuando mis tres hijos dormían placidamente bajo sus sábanas, cuando mi esposo no daba señales de vida.
-Geoffrey, Dios mío, Geoffrey -susurré mientras me aseguraba de que todas las puertas y ventanas estuvieran cerradas-. ¿A qué hora piensas llegar, cariño?-seguí diciendo.
Un sonido en la planta baja me hizo sobresaltar. Debía ser Geoffrey.
Salí de la habitación de Megan y me paré en la escalera, observé la puerta y nada.
Maldito seas, Rojas.
Di media vuelta y comencé a caminar por el pasillo.
Una llave me hizo volver a donde estaba parada antes y observé la puerta. Esta, se abrió y luego vi a un Geoffrey empapado.
Alcé una ceja y me crucé de brazos.
-Maldito auto, Ramon bastardo, vida de mierda, serote, caca, gente molesta, lluvia asquerosa, quiero dormir, tengo sueño, me muero de hambre, tengo frío...
Volteó y alzó la mirada. Bufó y cerró la puerta de un solo golpe.
-No te he hecho nada, no me culpes, Geoffrey.
-¿Qué haces despierta?-preguntó mientras se quitaba los zapatos.
-Espero a mi esposo, que llega a cualquier hora y empapado.
-______, no empieces con tus deducciones que solo nos llevan a discutir.
Comencé a bajar las escaleras mientras lo observaba.
-¿Hay algo para cenar?
-No.
Bufó y se quitó los calcetines.
-¿Nada de nada?
-Nada-respondí-. Pensé que si venías a esta hora, ya habías cenado.
-No estoy para tus molestias, amor. ¿Quieres dejarlo para mañana? Estoy de muy mal humor.
-Me he dado cuenta, no te preocupes.
-Bien, voy a explicarte completamente todo, pero primero, vamos arriba y déjame que me ponga ropa seca.
Lo seguí escaleras arriba, mientras él iba mojando todo a su paso. Llegó a la puerta de la habitación y con mi ceño fruncido, observé lo que hacía.
Lentamente se desprendió la camisa y su cuerpo tiritó al sentir la mojada prenda deslizarse por la piel. Se desabrochó el pantalón y gruño mientras se quejaba.
-¿Puedes dejar de hacer exhibicionismo?-dije divertida.
Volteó a verme mientras sus pantalones caían y se quedaba solo en boxers.
-Tengo frío-admitió inocentemente.
Reí sin hacer mucho ruido. No quería que los niños se despertaran.
Geoffrey se terminó de quitar el pantalón y lo movió a un lado, pegado a la parte baja de la pared.
-¿Me das un abrazo de oso?
Su labio inferior se curvó hacia afuera y le sonreí. Lo abracé, sintiendo su piel desnuda y helada, lo apreté más a mí.
-Te informo que estamos en invierno y vas a enfermarte.
-No quiero ducharme-se quejó-. Tengo frío.
-¿Por qué no mueves ese congelado trasero dentro de la habitación y te cubres con las sábanas?
-Porque tengo una idea mejor.
Se separó un poco de mí y susurró un tierno "no me has dado ni un solo beso", antes de posar sus labios helados sobre los míos. Me quejé levemente cuando un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Pegó bien su cuerpo al mío y fue cuando supe que no estaba del todo congelado.
Un leve gemido se escapó de mis labios.
-Vas a enfermarte, entra ya a la habitación.
-No hables tan fuerte, los niños duermen-dijo entre susurros.
-No me calles.
Se separó nuevamente de mí y acomodó mi cabello por detrás de mis orejas.
-Te amo.
-Yo a ti, Geoffrey-le sonreí.
Me devolvió la sonrisa y luego comenzó a besarme, tiernamente y con un toque de lujuria. Me removí entre sus brazos mientras él me acorralaba contra la pared. No puse resistencia alguna, no tenía por qué hacerlo. Bajó sus manos a la parte baja de mi espalda, mientras que seguía con sus besos sobre mis labios, metiendo e invitándome a besarlo, sensualmente con su lengua. Se pegó a mí, a más no poder. Alcé mis caderas, con un poco de ayuda de su parte, pasé las piernas por su espalda y él bajó los besos a mi cuello.
-Los niños, Geoffrey-le dije entre jadeos.
-Los niños duermen, _______-me dijo y siguió con lo suyo.
Unos minutos más y la parte de arriba de mi pijama, no existía. Dos minutos más y ya no podíamos seguir pegados a la pared.
Dos pasos en el pasillo y una voz cargada de sueño, hizo que ambos nos quedáramos estáticos. Contuve la respiración mientras Geoffrey alzaba el rostro y observaba a donde Austin nos miraba casi con los ojos cerrados.
-¡Austin!-dijo Geoffrey en un tono de sorpresa.
Austin no respondió, solo se quedó donde estaba, con su almohada en la mano y su cabello revuelto.
Solté mis piernas de la cadera de Geoffrey, mientras él observaba a nuestro hijo. Tomé mi pijama del suelo y me lo coloqué.
-Creo que es sonámbulo-declaró Geoffrey mientras el niño se daba la vuelta.
-O quizá lo actúa muy bien porque no sabe que más hacer cuando ve a sus padres a punto de tener sexo en la pared del pasillo.
-El niño no sabe ni cómo una mujer se queda embarazada, que va a saber sobre sexo.
-Baja los humos, Rojas-le dije y lo empujé.
Austin se metió nuevamente a su habitación y Geoffrey, y yo nos quedamos observando hacia allí.
-Voy a verlo.
Caminé dos pasos y Geoffrey me jaló del brazo. Pegó su pecho a mi espalda y besó mi cuello.
-No te enojes, cariño.
ESTÁS LEYENDO
La Bella Y la Bestia{Segunda Temporada}
FanficPrologo Todo había comenzado con una pequeña e ilegal subasta, donde la huérfana era _______ Linderman. Donde Geoffrey había ido a conseguir a la mujer que haría que él pudiera ver de nuevo a sus hermanos menores. Sufrimiento, pérdida de familiares...