Los niños quedan a cargo de Caroline cuando con Geoffrey salimos por la puerta principal. La idea de dejar a mis tres hijos solos con la niñera no me deja para nada tranquila, por más de que Caro es de confianza, no me gusta estar en un país completamente distinto paseando por allí mientras mis niños están solos en la casa veraniega. Geoffrey pasa su brazo por sobre mis hombros y besa mi mejilla haciendo que todos mis pensamientos se desvanezcan en el instante.
—Ashley está bien, _______ —dice como si pudiera leer mi mente— y Caro sabe hacer bien su trabajo. La niña solo ha pasado frío al salir del mar, más que come en bikini y hace mal comer con frío.
—Yo sé, pero me preocupa. Es mi hija.
—Y mía —dice ladeando la cabeza.
—Bueno, es nuestra hija, yo sé. Y me preocupa que esté enferma en casa mientras nosotros salimos a pasar tiempo juntos.
Geoffrey se frena al instante y mira hacia delante con el ceño fruncido.
—¿Quieres volver a casa? Podemos venir a Argentina cuando tú quieras, ya sabes, podemos viajar para venir a almorzar a este muelle cuando a ti te parezca, cariño.
No paso por alto la ironía de sus palabras. Mis ojos se achican mientras giro la cabeza para verlo de frente, tomo su mano que cuelga sobre mi hombro y la quito de allí como si quemara, me cruzo de brazos y lo miro con el ceño fruncido.
—Deja de hablar así, Geoffrey. ¿No puedo preocuparme por mi hija?
—Puedes preocuparte por mí, también —dice alzando ambas cejas.
—Si que lo hago, ¿crees que no? Pero ahora no estás enfermo y ella si, Geoffrey ¿Te enoja que volvamos a casa? Pues yo si voy a volver, no quiero estar preocupándome por ella todo el día en vez de pasar un lindo momento.
—Y no te preocupes entonces, ________ —más que pronunciar las palabras, las escupe—. No puedes controlar todo, tienes que dejarte ir un poco. La niña está medicada y se sentía bien, sabes que si hubiera querido que la cuidáramos nos lo habría dicho.
—No siempre dice lo que piensa o siente, ¿sabes? Es una nena, no tiene ni seis años y tú crees que puede ser independiente.
—Yo no he dicho eso.
—Bueno, bueno —largo una mano hacia atrás—. Voy a volver a casa, tú vete por allí si quieres.
Sus ojos dan una vuelta completa y se toma las puntas del cabello para echar un grito ahogado con mezcla de frustración al aire.
—¿Por qué siempre quieres pelear?
—¿Y por qué tú siempre quieres estar por encima de mis hijos? Ellos son mucho más importantes que tú.
Como si de una navaja en su abdomen se tratara, se toca el pecho con dolor. Me arrepiento al instante de haber dicho aquello, pero mi orgullo no me permite decir palabra alguna antes de que Geoffrey asienta levemente y se eche a andar en dirección al muelle. Pronuncio su nombre por lo bajo, pero a la vez no sé si quiero que me escuche y vuelva, así que lentamente me doy la media vuelta en dirección a la casa de verano y comienzo a caminar con desgano. Giro la cabeza para ver a Geoffrey y lo encuentro de espaldas a mí trotando como si quisiera alejarse lo más rápido posible.
Entro a la casa secando unas lágrimas que corren por mis mejillas sin permiso o intención, me sorbo la nariz y suspiro.
—¿Qué ocurre?
Caro me mira desde el sofá y sus ojos se agrandan. Busca detrás de mí a Geoffrey y al no encontrarlo se pone de pie rápidamente, me agarra por los antebrazos y me sacude levemente.
—¿Qué pasa, ______?
—Nos peleamos.
—¿De nuevo? —Pregunta quitando sus manos de mí—. No pueden pelearse todo el tiempo, linda.
—Yo sé, pero es que él es tan... tan... tan Geoffrey, no sé. Dice tonterías que me llevan a decir cosas estúpidas y dar pie a las peleas que tenemos siempre. Yo... yo no sé, Caro. Lo amo, pero a la vez tengo muchas ganas de golpearlo.
—Tranquila, tranquila. Las peleas están en todas las relaciones, matrimonios y hasta amistades, es normal. Pero tienen que parar un poco, pensar en los niños y en lo mal que les hace a ustedes también.
Vuelvo a secarme las lágrimas que sin darme cuenta han estado cayendo sobre mi vestido celeste y me sorbo la nariz nuevamente. Froto mis ojos y le doy un abrazo de muerte a Caro para sentir un poco de consuelo. Pelear con Geoffrey siempre me deja devastada, aparte por su rostro al escucharme decir la estupidez más grande.
—¿Los niños?
—En la habitación jugando. —Una sonrisa surca su rostro.
Cierro la puerta detrás de mí y camino lentamente por el pasillo, dejo la bolsa sobre la cama antes de dirigirme en silencio hasta la puerta de la habitación que ocupan mis tres hijos. Me apoyo sobre el marco de la puerta de madera y cruzo mis brazos sobre mi pecho. Espero que mis ojos no tengan rastro de lágrimas o que mi labio tiemble cuando ellos me pregunten porqué estoy en casa y no con su papá.
—¡Mami! —dice una Megan contentísima.
—Hola, amor. —Le sonrío levemente.
Ashley me observa desde el filo de la cucheta y me sonríe tiernamente. Veo un vaso con jugo de naranja sobre la mesita de noche y deduzco que es el desayuno que no ha tomado más temprano.
—¿Y papi?
Mi labio inferior tiembla levemente obligándome a apartar la vista de mis tres hijos que me observan con cautela.
—Pasa que papá quería correr por la orilla del mar y empezó a alejarse mucho porque yo ya estaba cansada y... y... lo perdí de vista un momento porque él no se dio cuenta de que yo me quedaba muy atrás y como no sé a dónde fue, tuve que volverme.
Megan se cubre la boca con ambas manos para atrapar una carcajada, pero Austin no lo evita, se ríe abiertamente mientras aprieta sus manos en un almohadón verde. Le sonrío a mis niños, Ashley me devuelve la sonrisa traviesa que llega hasta sus ojos y luego se recuesta tiernamente.
—¿Cómo te sientes, Ash?
—Mucho bien —dice sonriendo.
Me río divertida y doy media vuelta para dejarlos solos. Solo deseo que Geoffrey vuelva pronto porque necesito retractarme por lo que he dicho.
La hora de la cena llega en lo que canta un gallo. Caro se encarga de la comida para los niños dejándome a mí tranquila con mi preocupación por mi esposo desaparecido. Los niños se sientan los tres en la barra para comer sus hamburguesas mientras hablan cosas naturalmente de niños mientras yo observo la oscuridad que ha caído sobre Buenos Aires hace ya una hora. Mis ojos se llenan de lágrimas rápidamente cuando veo a la última pareja partir de la playa dejando el lugar despejado, ya no queda más nadie y no diviso a mi esposo ni siquiera a lo lejos. Aparto la vista del cristal y me seco las lágrimas antes de darme la vuelta hacia mis hijos.
—Papi debe estar corriendo tan rápido que ha llegado a la China —dice Austin.
Sus dos hermanas ríen con ganas y Ashley se ahoga con su bebida light. Sonrío ante la inocencia de mis niños.
—Quizá está en África con los leones —dice Megan riendo.
—O quizá fue a casa caminando. —Aporta Ashley.
Las risitas inundan la cocina haciéndome reír a mí también y por un segundo me olvido de los horribles pensamientos que he tenido más temprano. Solo está enojado, solo quiere alejarse de mí por unas horas, pero no quiere abandonarnos y menos dejarnos varados en la costa Argentina a los cinco solos. Él ama a sus hijos y por más que hayamos peleado, también me ama a mí.
Caro abandona la cocina en medio de una risa para retirarse a su habitación.
—¿Mami? —Me llama Megan.
Alzo la vista hasta encontrar los ojos claros de mi niña que me sonríe.
—¿No comes?
Niego lentamente con la cabeza.
—Estás muy flaquita, mami —dice Austin haciendo morros.
Me río tiernamente y luego me impulso con los pies para sentarme sobre la mesada. Los tres niños me observan atentamente.
—Voy a esperar a que papá llegue para cenar con él.
—Aaaah —Dicen los tres a la vez asintiendo mientras entienden.
La segunda vez en el día que les miento. Y tan bien que había empezado mi día con Geoffrey, ahora nos encontramos separados, vaya a saber Dios dónde está él, y yo aquí ocupándome de mentirle a los niños para no hacerles daño.
Los niños se van a dormir apenas terminan con la comida, en verdad, van solo a la habitación porque por más de que digan que van a dormir, todos sabemos que van a jugar hasta que el sueño los invada por completo. Cada uno me da un beso en la mejilla antes de retirarse. Lavo la losa mientras me obligo a no observar por la ventana en busca de Geoffrey y lo consigo concentrándome en la esponja llena de espuma entre mis manos.
—¿Todos duermen?
La voz de Geoffrey me asalta por completo tomándome desprevenida. La esponja cae sobre mis pies y mi mano mojada se dirige justo al medio de mis pechos como si intentara parar el latir desesperado de mi corazón. Doy media vuelta de un salto y me encuentro a Geoffrey con las manos dentro de sus bermudas color marrón claro, su cabello y sus ojos combinan con todo lo que lleva puesto haciéndolo ver más hermoso de lo normal.
—Me asustaste.
—Seré poco importante, pero no me considero tan feo, _________.
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La Bella Y la Bestia{Segunda Temporada}
FanficPrologo Todo había comenzado con una pequeña e ilegal subasta, donde la huérfana era _______ Linderman. Donde Geoffrey había ido a conseguir a la mujer que haría que él pudiera ver de nuevo a sus hermanos menores. Sufrimiento, pérdida de familiares...