Capitulo 29

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Un día soleado y caluroso nos espera afuera mientras almorzamos. Geoffrey parece estar de muy buen humor y les cuenta chistes y anécdotas a los niños. Ellos se ríen y se divierten mientras lo escuchan, sus caritas llenas de asombro cuando Geoffrey exagera alguna hazaña o los ojos de las niñas llenas de lágrimas cuando las cosas en la historia no van bien. El brillo de los ojos miel de Austin demuestra claramente que ama e idolatra a su padre, su manito bajo la barbilla y ojos bien abiertos a la hora de escuchar una nueva historia. Caro se ríe cuando los ve reaccionar ante un grito de Geoffrey y yo contemplo la escena desde mi silla pensando que no podría tener una familia más perfecta que esta. Mis padres estarían orgullosos de mí si me vieran ahora. Casada y con tres hermosos niños.

—Megan —dice Geoffrey en tono de advertencia. La niña baja la mirada —, tienes que comer un poco más, hija.

Megan niega con la cabeza y hace de su boca una trompita.

—No quiero, pa. No me gusta.

Justin rueda los ojos y busca mi mirada distraída.

—Mamá tampoco come mucho —dice Megan defendiéndose.

Todos los pares de ojos se posan sobre mi plato. Encuentro la mirada de Geoffrey y él alza la barbilla en una pregunta.

—¿Qué pasa?
—Come, ____.

Ashley deja su tenedor dentro del plato y toma de su vaso. Megan espera a que yo agarre mi tenedor para imitarme. Pruebo el primer bocado, que ya se encuentra frío, y ella hace exactamente lo mismo.

—Si tú no comes, ella tampoco lo hará.

Dejo caer mis párpados cansados y asiento. Comienzo a comer y mi hija comienza a imitarme, cada vez que agarro el vaso hace lo mismo y cuando me limpio la boca, también.

—Vayan a ponerse el traje de baño —les dice Caro a las niñas cuando ellas salen corriendo a la habitación. Austin se queda un rato allí sentado y luego corre detrás de sus hermanas—. ¿Levanto los platos?

Geoffrey asiente y deja su vaso frente al plato vacío. Mi mirada se posa en las olas del mar que puedo ver desde el ventanal, sé que Geoffrey me está observando.

—¿Qué pasa? —Pregunta cautelosamente.

Lo he escuchado claramente, pero estoy tan concentrada en el agua moviéndose que no tengo ganas de responder. Su mano cae sobre el filo del respaldo de la silla y me acerca a él, deja caer su brazo sobre mis hombros y me rodea.

—¿Qué pasa, amor? —Pregunta más dulcemente.

Cierro los ojos para perder el punto fijo entre las olas del mar y volteo a ver a mi esposo. Mis labios forman una fina línea rosada y niego con la cabeza haciéndole entender que no me pasa nada.

—¿Segura?

Asiento y me remuevo para apoyarme sobre su hombro cubierto por la fina tela de la camisa playera que lleva puesta hoy.

—Si. Solo estaba pensando.

Suspira como si mi respuesta lo aliviara.

—¿En qué?
—En mis papás —digo casi en un susurro ahogado.

Geoffrey presiona su mano en mi hombro y me acerca más a él. Nos quedamos callados por unos minutos, pero no hay nada de silencio en la casa, algunas risas y grititos que provienen de la habitación de los niños nos hacen sentir un poco más cómodos. Sé que Geoffrey no sabe qué responder cuando le hablo de ellos, más porque sabe que cuando nos conocimos mi padre acababa de morir y él ni siquiera sabía, ni siquiera me ayudó, más me hizo peor al ser tan bestia conmigo.

—Creo que estarían orgullosos de ver la familia que tengo —le digo intentando deshacer la tensión.
—¿Por los niños?
—Por ti también, Geoffrey.

Se queda en silencio unos segundos y finalmente suspira.

—No estarían orgullosos de que te hayas casado conmigo, en lo absoluto. —Vuelve a suspirar y cierra los ojos—. _______, te obligué a casarte conmigo.
—Pero... —tartamudeo al hablar—, Geoffrey... Quizá nos hiciste un favor a ambos.
—O quizá te arruiné la vida.
—Oh, no, no, no lo hiciste —digo apresurada y me incorporo en mi silla—. Claro que no lo hiciste, Geoffrey.. Si yo me hubiera quedado en un orfanato o algo así hubiera sido peor.
—¿Peor que vivir con un sexópata como yo?
—Geoffrey, no eres un sexópata —digo frunciendo el ceño—. Nunca lo fuiste, me esperaste hasta que me sentí lista para acostarme contigo.
—¿Y todo lo anterior? ¿Y las peleas que tuvimos? ¿Y los gritos? ¿Cuándo te levante la mano? —Cierra los ojos como si le doliera—. _______, sé que ahora está todo bien entre nosotros, pero cuando estamos juntos no puedo evitar pensar lo estúpido y salvaje que fui contigo.
—Eso me hizo quererte aún más.
—Acababas de perder a tu papá y yo te compré, te metí en mi casa y te obligué a fingir que fueras mi novia para demostrarle a mi papá que era maduro, cuando en realidad no había sido nada maduro al comprarte en una subasta.
—¡Ya para! —Digo enojada—. Cállate, Geoffrey. No tenemos que vivir del pasado, yo estoy muy bien contigo y los niños ahora. Cierra la maldita boca.

Me pongo de pie y abandono el comedor dando pasos decididos y llenos de enojo. Veo a Caroline en la puerta de la cocina, petrificada. Maldita chusma. Cierro la puerta de la habitación dando un azote como si fuera una chica de quince años teniendo una rabieta.
El ardor de rabia de mis ojos es pronto reemplazado por una ola de lágrimas furiosas que se deslizan por mis mejillas. Detesto que él hable así de si mismo. Yo lo amo y él cambió mi vida, no me importa cómo, simplemente lo hizo y le agradezco por eso, pero cuando se pone a hablar tanta sarta de estupideces de una sola tirada, me hace sentir mal y muy molesta, como si él se arrepintiera de haberme conocido.
La puerta se abre sigilosamente y sé que es Geoffrey. Me seco las lágrimas con mi muñeca y desvío la mirada para no verlo a los ojos, doy media vuelta y me meto al baño. Geoffrey detiene la puerta con la palma de su mano cuando amago a cerrársela en la cara.

—No te enojes, ______.

Respiro profundamente e intento calmarme antes de decir algo de lo que luego me arrepienta.

—No estoy enojada —digo casi en un grito—. Geoffrey, ¿te arrepientes de todo?

Las lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas nuevamente mientras la mirada de Geoffrey se dulcifica. Se muerde el labio y me tiende los brazos. Yo solo me abrazo a mí misma como si necesitara consuelo y niego con la cabeza.

—No, solo dime.
—¿Cómo crees que me arrepentiría, amor? —Pregunta ladeando la cabeza—. ______ yo te amo y lo sabes, ¿por qué preguntas eso?
—P...porque si...siempre... —Mi voz se quiebra y rompo a llorar mientras corro a abrazarlo. Me rodea entre sus brazos mientras me aprieta contra su pecho—. Siempre dices que no te gustaría haberme comprado en esa subasta.
—Porque me gustaría haberte conocido en otro lugar, ______ —dice comprensivamente—. Me siento sucio al saber que compré a mi esposa.
—Pero yo te amo y me gusta que me hayas comprado —digo buscando refugio en su pecho.
—Yo también te amo. —Besa la coronilla de mi cabeza y reposa su cachete ahí mismo.
—¿Si?
—Si, tonta.

Lo abrazo aún más fuerte y cierro los ojos. Ha sido solo una decaída, ya estará todo bien de nuevo.

—Cuando volvamos a Inglaterra, ¿puedo ir a un psicólogo?

Se queda callado unos segundos y sé que le he dejado algo en lo que pensar.
—¿Eso es lo que quieres?
—Si —murmuro contra su pecho.
—Entonces si tú quieres, puedes ir, amor.

Respiro profundamente su aroma a hombre y aprieto más mis ojos cerrados para que las últimas lágrimas caigan.


La Bella Y la Bestia{Segunda Temporada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora