IV. Cassie

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Cassie, una chica de quince años, para ser más exactos, quince años, siete meses y veinticuatro días. Nació el cuatro de marzo del dos mil. Es de esas chicas que cualquier persona quisiera conocer, estar y hablar. Es una persona muy valerosa y empática. La chica ejemplar, la que todos esperan tener a su lado, la amiga que siempre te enseña algo y la que siempre te tiende la mano en momentos difíciles.

Es de esas chicas petisas, delgadas, con el peso normal para su estatura. Una chica con grandes ojos celestes, tez blanca y cabello largo, liso y marrón claro. A simple vista es una chica cuyo interés es congeniar con las personas que le rodean y ser simpática con cada uno de ellos, una chica cuya diversión es simplemente una salida los fines de semana con sus amigas para almorzar juntas y pasar un buen tiempo, una chica que es muy feliz, agradecida y no necesita de nada más que sus familiares y sus amistades para pasar un buen momento, dentro de las complicaciones sociales que existen hoy en día al ser un adolescente.

La vida de todas las personas es un campo de rosas. Pero a veces, los pétalos se rompen, las rosas de secan y todo se viene abajo. Junto a estas rosas se despiden a su vez las esperanzas de quienes padecen problemas emocionales. Cassie, una muy buena amiga, mi apoyo, mi confidente y mi conforte en los momentos de tristeza y felicidad. Con ella he compartido tantas cosas, tantos momentos impresionantes, que estoy segura atesoraré por siempre. ¿Cómo la vida les permite a estas maravillosas personas vivir cosas tan crueles, horribles y dolorosas? Muchos dicen que las personas más felices son quienes, por lo general, están muriendo por dentro. A decir verdad, ella no es una persona de la que te esperarías una depresión, pero a pesar de eso; ella estuvo mucho tiempo guardándose un secreto muy duro, quizás muy común, pero a pesar de ello, es algo que le estuvo atormentando la vida entera.

Su familia tenía un problema. Su padre golpeaba a su madre, su padre golpeaba a sus hermanas, y su padre la golpeaba a ella. Él tenía un problema con el alcohol, con el tabaco y con la ira. Desde pequeñas, él les hacía daño a todas en su casa, por sus evidentes adicciones. Hacía un año aproximadamente, su hermana había muerto por una hemorragia interna que había sido ocasionada por la ira de su padre, que posteriormente había sido arrestado. A pesar de que fue arrestado, la pérdida de su hermana era algo que ya no podía soportar. Descuidó los estudios y se metió en adicciones. La amiga que miraba como una persona correcta y sana, se metió a la adicción de drogas fuertes como el éxtasis y crack.

Yo estuve presente, estuve presente durante esos momentos tan difíciles que pasó, todos esos problemas acumulados, todos esos momentos donde a pesar de estar con muchas personas, sentía como la soledad le asechaba la espalda cual sombra del mal. Un día como cualquiera me confesó la tristeza que le atormentaba, la tristeza que había estado sintiendo tanto tiempo, disfrazándola para no preocupar, para no hacerse notar y para no sentir la debilidad del momento cuando te dan una mano.

Aquí estoy en mi habitación, leyendo la única carta que me había escrito, pues prefería decir las cosas o abrazar a las personas. Evidentemente estoy sorprendida, una carta, en estos tiempos; suena ridículo. Pero yo la abrí con ansias, esperando un lindo mensaje, una invitación a un evento o simplemente un saludo tradicional. Pero la sorpresa me la llevé al terminar la carta. Evidentemente, me escribió lo más hermoso que podía haberme escrito, tras muchos años de amistad, tras todas las confidencias que nos contábamos sabiendo que todo estaría en secreto. Pero la realidad es otra. No recuerdo cuando, pero las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos y no pueden parar.

Corrí a su casa, con las lágrimas aún en mis mejillas, y me encuentro aquella, rodeada de policías y ambulancias. No podía creer lo que ocurría, no lo podía creer, no lo quería creer. La carta era una carta de suicidio. Era una despedida para mí. Eran todas sus confesiones y razones del porque lo había hecho. Me destrozó, me rompió y me transformó totalmente.

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