Me siento muy feliz, todo ha ido de maravilla desde aquel día. El día en que mi vida comenzó a cambiar. He comenzado a caer en la realidad, en la realidad de mi vida. Me han dicho muchas veces que ya estoy grande como para asumir todo ese dolor que sentí por este tipo de cosas, pero yo simplemente no podía sacarme de la cabeza esas cosas tan ínfimas que por dentro de hacían buscar una salida. La verdad no logro comprender aún, el porqué de este repentino interés de las personas en mí. Quizás sea porque fue todo un escándalo.
Me llamo Ofelia, tengo diecisiete años y vivo con mi madre y hermana en un apartamento en la ciudad. Desde hacía un tiempo comencé a salir con un nuevo grupo de amigos que me presentó mi mejor amiga; lo cual me parece curioso, puesto que ella nunca ha estado con ellos más allá de dos horas, pero en fin; por primera vez comencé a sentir que encajaba en el mundo, quizás no compartíamos ciertos criterios que para mí son valores, pero con ellos me sentía diferente. Ese grupo de amigos era el típico grupo en donde los padres "responsables" no querían que sus hijos estuvieran, eran los de malos hábitos, los de malas influencias y los chicos perdidos que no lograrán nada en la vida.
Pasaba mucho tiempo con ellos, nos reuníamos a hablar de tonterías y a veces tomar algo ilegal para nuestra menoría de edad. Pero en ese aspecto no me importaba, me gustaba sentirme rebelde, aunque la verdad no lo era. Así estuve por lo menos un par de meses, hasta que ellos sintieron que ya era parte del grupo y me invitaron a sus fiestas, las cuales eran exclusivamente para ellos. Estaba emocionada, porque nunca había ido a una fiesta, porque anterior a ellos, no tenía vida social.
El día de esa fiesta me vestí lo más cómoda, pero elegante que pude, era en un antro de mala muerte que frecuentaban los adultos, viejos pedófilos y prostitutas que buscaban un trabajo rápido. A decir verdad, desde el primer momento sentí que no debía estar ahí, pero como estaba con mis nuevos amigos, no me importaba en lo mínimo en donde me encontraba. Tomamos unos cuantos tragos de vodka, porque es lo más barato luego de la cerveza, y fuimos a sentarnos a un área apartada. Estábamos tomando normal, sin excesos y conversábamos. Me sentía muy cómoda con ellos.
Luego de un par de tragos me dolía la cabeza, y me ardía la garganta por el vodka, así que fui por un poco de agua, y cuando regresé me llevé una gran sorpresa. Mis acompañantes estaban sacando pequeñas bolsitas con diversos tipos de drogas, desde marihuana hasta ácidos. Estaba en shock, nunca creí que llegarían a esos extremos, creí que se quedarían en los cigarrillos y en el vodka. Seguí caminando y me senté en donde había estado hacía unos minutos atrás. Yo sabía en mis adentros que este tipo de cosas no iban conmigo, sabía que estaban mal, sabía que simplemente no debía si quiera haber entrado a ese antro. Entonces como es de obviar, me ofrecieron de todo. Yo dije que no quería probarlo, aunque por dentro me estaba matando la curiosidad. Pero al final ya se sabe de qué va esto, terminé aceptando un poco de marihuana, de la que no sentí efecto hasta después de unos minutos.
Luego de un par de horas, me metí quien sabe que otro tipo de drogas, aunque no me inyecté nada, estoy segura que inhalé un par de líneas, y me dieron un ácido para después. El resto es deducible, hice muchas cosas impulsivas, no las recuerdo en su totalidad, pero yo me sentía en las nubes.
Pasé más o menos seis meses más con ellos, me metí en las drogas, no podía pasar más de un día sin consumir lo que fuera. Mi favorito era el éxtasis, me hacía volar, me hacía salirme de todo y asimilar mejor las cosas, o así lo veía yo. Todo iba perfecto hasta ese día, donde todos íbamos drogados, borrachos y manejando, chocamos y tuvimos un gran accidente. Arrestaron a dos que eran mayores de edad, y a los menores de edad nos llevaron a rehabilitación obligatoria. Me sentía pésima. Le había fallado a mi madre, que lloraba a la par de mi camilla cuando estuve inconsciente y luego lloraba en la mesa cuando iba a visitarme a rehabilitación. Desde ahí comencé a recapacitar de mis actos y de todas las idioteces que había cometido durante ese tiempo. Quise cambiar mis hábitos y arreglar lo que había arruinado con esos meses de perdición.
Los primeros meses fueron lo peor, el síndrome de abstinencia era algo que no podía soportar luego de tres días, tenía una ansiedad horrible, necesitaba por lo menos un cigarrillo, pero lo único que nos daban eran gomas de mascar para la ansiedad. Fue horrible y comencé a lamentar haber aceptado esas drogas aquella primera noche que pasé con ellos. Fue la peor experiencia que pasé en la vida.
Llevo ahora cuatro mesesfuera de rehabilitación, y talvez sea porque antes tenía un poco de tristezapor las cosas que me pasaban que me refugié en estas adicciones; pero ahora sientouna felicidad inexplicable, que me ha hecho mejorar muchos aspectos de mi vida,comenzando por la relación con mi familia, conmigo y con la vida. A pesar delos daños que tuvimos todos, agradezco aquel accidente, porque a raíz de eso, pudesalir de esas horribles adicciones en las que me metí, y así pude abrir losojos y cambiar mi vida totalmente. Ahora me encuentro a un paso de graduarme del colegio, y espero poder entrar a la universidad en psicología clínica, para poder ayudar a otros chicos que se perdieron como yo.
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Vida y Muerte
RandomRelatos de tristeza y desesperanza. Todo lo que creamos en este mundo termina con la muerte. ¿Motivo de esto? La prueba para merecer una vida real.