II. Mi alma muere contigo

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De todas las cosas inmateriales que podría extrañar, lo que más me dolía haber perdido era su amor. Esa forma tan hermosa con la que me miraba a diario mientras yo estaba desprevenida, con esos hermosos ojos marrones, tan expresivos, tan brillantes, tan profundos. Esa emoción tan indescriptible que sentía en el corazón cada vez que lo veía, cada vez que lo sentía, cada vez que lo besaba. Creo que desde el momento en que lo vi, mi mundo cambió totalmente. Lo que más amaba de él era esa hermosa sonrisa que iluminaba mis días en cada momento que lo miraba, cada vez que estaba cerca. Alejandro, el chico que cautivó mis ojos con la primera mirada, el que le daba sentido a mis días. Quizás sea algo ridículo, algo que siempre recalcan que no debe pasar, que nadie debe enamorarse así de fuerte con alguien.

Él me miraba cada vez que yo era invisible para todos. Fue el primero en hablarme, el primero en mirarme. El primero en notar que quizás yo tenía un poco de potencial, un poco de palabras que contar. ¿Cómo no extrañarlo? Me sacó de mis tristezas, de mis inseguridades, fue el primer chico en el que aún tenía esperanzas, en único en que confiaba. Todos me tomaban del pelo, me jugaban y desechaban. Pero él era diferente. Tomaba mis virtudes y las explotaba, me ayudó a ver el mundo desde una perspectiva más alegre, más acogedora y más cómoda para una torpe chica como yo. Alejandro, quien tomó mi corazón, no se avergonzaba de mí, me mostraba sin ninguna pena, sin ninguna actitud extraña y hasta me presentaba a sus amigos, me ayudó con una vida social, algo con lo que no contaba.

Todo estaba mejorando en mí alrededor, nada podía ser imposible cuando me encontraba a su lado, nadie podría destruirme cuando me guardaba en sus brazos. Ya tenía una vida fuera de los libros, pero la verdad, hubiera preferido seguir teniéndola para no sentir este dolor que me carcome desde dentro cada vez que lo pienso.

Estábamos cenando un viernes por la noche. Todo estaba perfecto, reíamos de puras tonterías mientras las personas nos miraban, no me importaba nada más, no podía importarme nada más que él. Todo era perfecto. Esa velada fue una maravilla. Recién terminamos de cenar, nos dirigimos a su casa, donde nos aguardaba una noche de películas, besos y felicidad. Luego de un largo camino entre bosques, llegamos a su casa. Servimos unas copas de vino y colocamos nuestra película favorita.

Íbamos en media película, cuando alguien tocó a la puerta. Alejandro salió a ver quién era y se encontró con un amigo de él que yo nunca había conocido, pero no le tomé importancia. Comenzaron a discutir, pero Alejandro lo sacó de la casa y se fue con él, era algo extraño y no podía con la curiosidad, entonces decidí ver por la ventana. Creo que fue el peor error que pude haber cometido, Oh Alejandro, con que personas te relacionabas, ese era el secreto que me ocultaba, tenía las manos en malas jugadas. El hombre que nos interrumpió esa noche, terminó con nuestra relación, terminó con mi felicidad y terminó con mi primer amor. De un disparo murió Alejandro, fue lo último que escuché cuando todo se quedó en silencio mientras corría hacia él. Alejandro yacía en el jardín, solo veía como de su costado salía sangre sin parar. Lo que más me impactó fueron las palabras tan dulces que me regaló en sus últimos momentos " Que nada te cambie Kathy, eres muy especial".

La ambulancia llegó y se lo llevó al hospital. A pesar que no podía moverme del impacto del momento, tomé el auto y me fui al hospital lo más rápido que pudo el auto. Al llegar al lugar más temido, me topo con la sorpresa más triste que pude haber escuchado, Alejandro había muerto en el camino; el amor de mi vida, se había marchado para siempre. Desde aquel momento lo recuerdo a diario, no dejo de pensarlo, de velarlo y esperarlo.

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