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capítulo i. devuelta a las raíces
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Mi pequeña loba, Andrea...
Me parece primordial hacerte saber que no estás sola. El amor de nosotros siempre te acompaña y te protege, eres nuestro más grande tesoro y por ello te preservamos, cuidándote en la lejanía pero siempre pensándote.
Es imprescindible que sepas que te amamos y que esta batalla la peleo por ti, por la imperiosa necesidad de verte crecer a mi lado. Me destroza saber que la posibilidad de que no vuelvas a mí existe y resulta probable cada que el tiempo pasa. La ciudad no es segura y con ansías espero que lo sea para tu regreso.
Anhelo poder presenciar en la mujer que te convertirás y aunque parece ser difícil ver el tiempo, sé que un gran futuro te espera. No puedo darte un consejo que perdure en la vida más que aquel que me dio mi madre alguna vez: Abraza lo que eres con fuerza. No lo dejes ir y jamás olvides quién eres. Eres un licántropo, la fuerza de la tierra y de la manada reside sobre ti. Corre. Se libre. Se salvaje, pero jamás olvides ser amable.
Te amo más allá de palabras, mi pequeña. Nunca lo olvides.
Con amor, tu madre
Andrea sonrió una última vez antes de guardar la hoja en orden dentro de su bolso. Le dio un último vistazo a la habitación que fue suya por un poco más de veintidós años y partió hacia la salida de la casa. Pudo divisar a Ayana pendiente del taxista, quien guardaba el equipaje de la joven en la maletero con sumo cuidado. Realmente, no había mucha de sus pertenencias ahí, la gran parte de las cosas de Andrea se encontraban en su nueva casa en Nueva Orleans.
Andrea poso su brazo por el cuello de la bruja. Instintivamente, Ayana le miró con una sonrisa triste. No le llegaba a los ojos y el corazón del licántropo se arrugó. Tenía que admitir que no encontraba del todo emocionada por el emprendimiento del nuevo viaje, sin embargo, pasó mucho tiempo. En sus hombros existía una responsabilidad mayor y el deseo de proteger a su gente; la castaña recordaba brevemente que Ayana describió ese sentimiento como la pureza de un lobo. La bruja le dijo también que William Labonair poseía aquella sensación con tal fervor.
—Puedes quedarte, ¿lo sabes, cierto? —sus ojos grandes le miraron y aunque la bruja sonreía, Andrea la conocía muy bien para saber que se encontraba triste.
Para ambas, la compañía de la otra fue un bálsamo. Ayana tenía heridas profundas y lo suficientemente viejas que el tiempo no logró sanar pero que la presencia de Andrea sí —o al menos, las heridas fueron más llevaderas—, en contraste Andrea ante la desaparición física de sus padres, Ayana se convirtió en su todo: madre y amiga; protectora y confidente.
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The Queen ━━ Elijah Mikaelson [1]
Fanfiction¿Qué pasaría si te dijera que Hayley no es Andrea Labonair? ¿Lo creerías? the queen series #2 | the originals - season 2 © voguecastle