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capítulo xiv. hasta el final
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—No. Así no es mi mentón, Nik —negó repetidas veces mirando fijamente su retrato colgado en la pared de la estancia del complejo. Rebekah Mikaelson ladeó su cabeza, sin embargo, se vio en la necesidad de decir—. Es mucho más delicado.
Las facciones de su cuerpo original eran mucho más suaves y delicadas. Aunque, en el cuerpo en que se encontraba ahora, la diferencia no era mucha tampoco. Piel tersa y facciones suavizadas. Miró a su lado derecho los cuadros de Elijah y Nik, pese a su gran talento, Klaus no parecía lograr captar todos los retazos de sus facciones correctamente.
—Lo único delicado que hay en ti, es tu ego, hermana —Nik replicó, a sus espaldas. Una sonrisa en sus labios rosados.
Rebekah se invirtió hacia él—. Seguramente así es. Pero, en primer lugar está el tuyo, obviamente.
Ante la viperina respuesta que esperaba por parte de su hermana favorita, Niklaus soltó una risa por lo bajo.
— ¿Podríamos pasar de ésta fascinante pelea por un momento y concentrarnos en nuestra recién aparecida y desparecida hermana?
Por unos instantes, Rebekah olvidó que el mayor se encontraba del otro lado de la llamada. Al amanecer, Niklaus se encargó de hacerle saber a Elijah que Rebekah regresó a salvo del complejo mientras la rubia —ahora morena—, les contaba cómo Kol la traicionó y la envió a un lugar de demencia en donde pudo escapar gracias a la que decía ser; Freya. La hermana mayor que jamás conocieron y que Esther les contó que murió por la plaga hace un poco más de mil años.
—No hay mucho que discutir respecto al tema, Elijah —musitó luego de unos segundos de silencio. Podía sentir la mirada de Niklaus sobre ella—. Dijo que su nombre era Freya, segundos luego, desapareció en la mitad de la noche.
—Y tú le creíste —la dureza en la voz de Nik le hizo mirarle con una expresión ambigua. Ella, más que nadie, sabía el comportamiento que llegaba a desarrollar el híbrido con personas que apenas conocía.
—E incluso si no lo hubiese hecho, no estaba en posición de hacer preguntas —se vio en la necesidad de decir. Tomó las palabras de Nik como un ataque—. Supongo que ha de ser por el hecho de que aún seguía sorprendida de que ella me salvó. Pasando por alto la realidad de que estuve a punto de morir en manos de aquellos dementes.
Exhaló con fuerza, tratando de calmarse.
—No obstante, ella podría ser cualquiera contando cualquier mentira... —cuando la necesidad de terminar con algo más se instaló en ella, Rebekah se calló.