Sus primeros días en la torre abandonada no fueron como Fara los había imaginado. Ella esperaba que la torre de un mago tan legendario como Nabu fuese un lugar mágico, lleno de maravillosas reliquias y artefactos de gran poder, libros antiquísimos colmados de saberes olvidados, y tesoros de un valor incalculable. En su lugar encontró cuartos repletos de restos desvencijados de muebles irreconocibles por el paso del tiempo, lámparas oxidadas colgando apenas del techo, una biblioteca a rebosar de libros mohosos, deteriorados a tal punto que ya no se podían leer; y una cantidad mayor de habitaciones completamente vacías.
Las alfombras y tapices que cubrían los pasillos estaban destrozados y apenas se podía percibir que habían sido muy lujosos en su momento, y el techo abovedado dejaba ver detalles de murales que habían desaparecido casi en su totalidad. Las pocas imágenes que se conservaban mostraban enfrentamientos entre seres monstruosos y héroes sin rostro sentados en tronos hechos con calaveras. Ni una sola vez encontró una ilustración de bondad o alegría.
—Bueno, con unos cuantos arreglos este sitio no estará nada mal —suspiró Fara decepcionada la primera noche que pasaron en la torre.
Tal y como sospecharon antes de adentrarse en la torre, ésta estaba plagada de trampas, tanto de naturaleza mundana como de naturaleza mágica. La magia que sostenía estas últimas era demasiado vieja, sin embargo, y Alegast, como ladrón profesional, no tenía problemas con las trampas convencionales tampoco. Le bastó tan solo un día para deshacerse de todas las trampas de la torre, tiempo que Fara aprovechó para organizar un par de habitaciones para ella y para el elfo.
Una vez se hubieron cerciorado de que la torre era un lugar seguro para ellos, el ansiado entrenamiento de Fara dio inicio al fin.
Para optimizar los resultados se decidió que Fara entrenaría con Alegast y Teofrastus al mismo tiempo, durante cuatro días seguidos sin descanso. Al quinto día se dedicaría a descansar tanto su cuerpo como su mente, reiniciando el ciclo de entrenamientos al sexto día, dándole así dos descansos a la semana*. De esa forma, mientras Alegast dedicaba las mañanas para ir al bosque en busca de alimentos, Fara se quedaba en la torre estudiando con Teofrastus, y luego, por la tarde, el elfo se encargaba de enseñar a la joven los secretos de la magia antigua.
La instrucción recibida por parte del mago felino fue muy convencional, nada diferente de lo que habría estudiado con Olibus de haberse quedado con él, aunque para Fara las enseñanzas del gato resultaron mucho más provechosas. Pese a que se limitaron a estudiar solo los textos que Fara había traído de la torre de Olibus, Teofrastus también le enseñó a la maga los pormenores de la sencilla ciencia de utilizar focos mágicos. En un arrebato caprichoso Fara le pidió al gato que fuese su espíritu familiar, cosa a la que este accedió encantado. Fara no pudo evitar sonreír triunfante al pensar en la cara de sorpresa que pondría su antiguo tutor cuando escuchara que ella ahora viajaba en compañía de un elfo y tenía su propio espíritu familiar.
Las tardes, por otro lado, fueron mucho más exigentes físicamente, pero era también el entrenamiento con el que Fara más disfrutaba. Además de ayudarle a fortalecer su manejo de las corrientes arcanas, Alegast se dedicó a entrenarla en los rudimentos básicos del combate cuerpo a cuerpo.
—Una voluntad fuerte habita en una mente sana y en un cuerpo saludable —le dijo—. No solo pienso entrenarte para que seas una maga más hábil, también te entrenaré para que seas capaz de defenderte aún sin utilizar tu magia.
Y aunque Fara hubiera preferido aprender a manejar una espada, Alegast se decantó por entrenarla en el manejo de bastones.
—Un bastón puede también como un foco ser usado, pero sus efectos orientados están más a la magia de combate —trató de consolarla Teofrastus, al ver la decepción en el rostro de la joven.
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Ciclo del Sol Negro I: El Creador de Muñecas
FantasyLa Era del Imperio Teloniano... Una era donde había transcurrido un milenio desde que la humanidad había olvidado todo sobre su pasado. Esto se debió en parte al caos y a la confusión que siguieron a la Gran Catástrofe, donde las civilizaciones que...