"Volverse Loco"

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Estamos recostados sobre un césped fresco, tu pequeña mano está entrelazada con la mía, ambos dejamos que la invasión poderosa de la noche caiga sobre nosotros, nos volvemos ajenos a todo cuanto hay alrededor, concentrados únicamente en nuestro amor de novela, que trasciende mas allá de las estrellas blancas en el firmamento negro, más allá del cosmos, más allá de todo...

Entonces, como si mi inconsciente me jugara la peor de las bromas, despierto del maravilloso sueño en el que todo era tan distinto, en el peor momento de la noche; cuando el mundo entero está oscurecido y no tengo que fingir ante los demás que no me estoy volviendo loco por ti, cuando la oscuridad, mi yo real y tu ausencia, es todo lo que queda de aquello que éramos...

Enciendo un cigarrillo y me pregunto si valdrá o no la pena quedarme cuerdo en este mundo de fracasos y causas pérdidas. Si yo parecía fuerte y mis esfuerzos parecían conducirme al éxito era porque tú estabas conmigo, nunca debiste dejarme. Me pregunto si ya me olvidaste, me pregunto si serás feliz y me pregunto si el desamor, no es también una manera diferente de estar loco.

Enciendo otro cigarrillo con la colilla del primero y me pregunto si los locos, en su último destello de cordura, no decidieron intencionalmente perder el juicio para salvarse de la pútrida realidad de sus circunstancias y aferrarse al único atisbo de felicidad que les quedaba, la locura.

La gente dice que a los locos se les zafó un tornillo, ¿pero y si en realidad lo apretaron? ¿No dijo Edgar Allan Poe que a lo que llamamos locura no es más que una aguda percepción de los sentidos? ¿No sería entonces una locura quedarme en la realidad?, ¿donde sin ti no existen sueños por cumplir y donde no soy más que un cadáver con signos vitales?... ¡Digno de ser enterrado!

Enciendo el tercer cigarrillo sabiendo que el cálido aliento de tu voz no vendrá a regañarme por fumar, y después de una primera y profunda calada, sin piedad alguna, el silencio me da la razón... tu voz no se escucha por ningún lado.

¿Y si en vez de esto me volviera loco? ¿Y si saliera por las calles a hablar en voz alta con la voz de mi cerebro? Cambiaría mi vida en un segundo, me escaparía en una nube a otro planeta totalmente nuevo para mí, lleno de paredes blancas y especialistas con batas, en donde éste dolor crónico de extrañarte tanto no sea más que un extraterrestre, un habitante extraño del planeta inhóspito y surrealista que dejé atrás.

Las colillas chamuscadas se acumulan en el suelo, ya perdí la cuenta. El cielo comienza a clarear por el horizonte lejano del este. El sol amenaza con aparecerse detrás de las montañas trayendo así, el inminente comienzo de un nuevo día. —Claro que no me estoy volviendo loco. —Me digo. —Sólo fue otra noche más... sin ella.

Pero si pudiera vestir de negro al sol, si al menos por un día pudiera hacer que la blanca luna se quedara iluminado el firmamento negro por veinticuatro horas, la mano con la que sujeto las riendas de la cordura se aflojaría hasta perder mi razón y yo, me fumaría gustoso un cigarro tras otro, viendo el mágico resplandor de la luna deslizándose por la ciudad a las diez de la mañana, a las dos de la tarde, a las cuatro, a las cinco... hasta terminar volviéndome loco del todo, ya sea por la melancolía, el cigarro, o por tu ausencia.

Una Amarga MelancolíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora