Ocho.

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TALÍA.
Cuando llegué a mi casa, me bañé, me cambié, y llamé a Elías, verlo o escucharlo siempre me relajaba.
-En realidad, no tengo dinero,- Dijo triste ante mi propuesta de ir de compras con los niños.
- Yo si.- Dije, consolándolo. Pensé que me hacía falta una amiga, con la cual poder salir de compras, ir a la peluquería y hablar de mi relación con Thiago, que aún no tenía claro qué era. Thiago era guapo, pero no me gustaba en absoluto, sin embargo me besaba cada vez que quería y yo no hacía nada para impedirlo.
-Lamento que tengas que gastar tu dinero en nosotros- Dijo Elías con voz triste.
Sentí como la ira se apoderó de mí ante sus palabras.
-¡Pero qué dices! Si te digo es porque lo hago con gusto Elías, no me vengas con eso ahora, siempre que pueda te ayudaré como tú lo hiciste conmigo ¡Nos veremos en el centro comercial Central a las 14.00 horas!- Dije furiosa y luego colgué.
¿Cómo era posible que no me dejara ayudarlo? Eso me sacaba de quicio, era la primera persona, además de mi madre, que me nacía ayudar y él se quejaba. Eso me llenaba de rabia, no era posible.
Metí dinero suficiente para comprar varias cosas, pensé que gastarme gran parte del dinero hoy sería buena idea, pues mañana en la noche tendría más.
Llegué al centro comercial a las 14.18, Elías estaba sentado en una mesa con Andrés y Matías.
-¡Hola niños!- Sonreí.
-¡Talía!- respondieron felices. Eran muy buenos niños, era muy triste que no hubieran conocido a su madre. Pensé que conseguirle una mujer bella y amigable a Elías podría ser una buena idea. Una figura materna para los niños, eso sería bueno.
- Hola.- Dije a Elías todavía indignada por lo dijo hace unas horas.
- Talía.- Dijo sonriente.
-¿Quieren helado?-
-¡SI!- dijeron entusiasmado. Los niños se emocionan mucho por todo.
Reí ante mi pensamiento.
Luego del helado, caminamos hacia una tienda de ropa para niños. Mientras los niños jugaban y corrían delante de nosotros, comencé una conversación con Elías.
-¿No has pensado que les hará falta una figura materna?- dije seria.
- Si, todos los días. Pero no podría perdonarme estar con otra mujer que no sea Melanie.-
- Ojalá hubiera más hombres como tú.- Dije. -Sé que la amas, pero podrías permitirte estar con alguien más ¿No?-
- De hecho hay una mujer muy linda en mi oficina.- Dijo.
-¿En serio? ¿Han hablado, verdad?- Dije asombrada.
-Sí, es muy agradable. Y siempre tengo que estar con ella, le estoy enseñando portugués, sólo habla español. - dijo.- Siempre es muy cordial con mi...- Se quedó pálido y con los ojos como platos. - Y está ahí.-
-¿Qué?- pregunté.
- Hola Natalie.- dijo.
- Hola.- Dijo una voz dulce y femenina.
La mire, Elías tenía razón, era muy guapa, tenía una falda de tubo negra, y una camisa blanca, tenía el cabello ondulado y negro, era morena, pero no tanto. Tenía los ojos cafés y grandes. Parecía latina.
-¿Cómo estás?- le dijo mirándolo a los ojos, ni siquiera notó mi presencia. Elías tonto, pensé, ésta chica está a sus pies.
- Bien ¿Y tú? - Dijo.
- Oh, Natalie, ella es Talía. - Me presentó.
- Hola.- Dije sonriéndole y ofreciéndole mi mano.
Me miró seria.
-Hola, Natalie.- Me dijo apretándome la mano.
- Soy su amiga. - dije guiñándole el ojo, sabía lo que Natalie iba a preguntar '¿Es tu esposa?' o algo así.
- Oh.- Dijo aliviada, creo. Tenía las mejillas rojas.
- Bien, los dejo solos.- Dije guiñando un ojo, esta vez a Elías.

Fui por los niños, compramos cosas, y Elías no apareció. No dije nada, lo merecía. Creo que ella sería aquella mujer que estaba pensado para Elías.
Llevé a los niños a la casa, y me quedé allí jugando con ellos, hasta que el reloj marco las 21.23. Recordé mi compromiso con Thiago, sin embargo lo haría esperar por besarme siempre que se le da la gana. Sonreí.
-Niños, tengo que irme.- dije a las 21.34 - Su padre ya viene.- dije dándole un beso a cada uno.
Dejé una nota en la mesa. 'Espero que al menos la hayas besado. Tus compras están sobre la cama. Te veo mañana.'
Llegué a mi casa. Sentí una presencia. Olía diferente. Busqué en mi bolso el arma, pero no la llevé.
-Mierda.- Susurré.
Entré, cogí un chuchillo que estaba en la mesa.
Fui a la cocina por algo mejor. Y me encontré con el idiota de Thiago comiendo manzana.
-¿QUÉ HACES AQUÍ?- Grité histérica, y aliviada.
Río como un cretino.
-¿Me ibas a atacar con un cuchillo de untar mantequilla?- Preguntó riendo.
- Cállate.- dije avergonzada. Sabía que estaba roja. - Vamos.-
- ¿A dónde?- preguntó.
- Pues al cuarto.- dije, ¿qué le pasa? ¿Se le olvidó que íbamos a planear todo?
- Está bien, pero no traje condones.-
No había entendido lo pervertido hasta que dijo eso.
Reí ante su respuesta.
-¡Que tarado! Olvídalo, quédate aquí, ya regreso.- Dije entre risas. Él me miraba confundido, luego comprendió y sus mejillas se colocaron rojas. Se veía tan atractivo.
Salí de la cocina, después volví con un montón de hojas, lápices, y mi portátil.
Planeamos todo. Era básicamente, lo mismo de hace años, sólo que sólo los dos: Atacar el edificio central, uno cuida, otro roba. Fácil, pero al tiempo tan difícil.

TalÍa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora