La mandíbula de Taehyung se abrió a pesar de que había previsto las palabras que salieron de la boca de Anne. – Oh - suspiró y asintió lentamente. – Eso es...- cerró los ojos. - Comprensible - terminó en voz baja, mientras el cuchillo en su interior giraba tan fuerte que casi no podía respirar.
- Lo siento mucho - dijo Anne, parecía triste y enojada al mismo tiempo – No había nada que pudiera hacer, traté de detenerlo.-
Taehyung no lo quería escuchar. Volvió su cara hacia la pared, apretando sus puños fuertemente. – ¿Te puedes ir?- murmuró, luchando por mantener una voz clara. - Quiero estar solo.-
Podía sentir las dudas de Anne. – No sé si eso sea una buena idea...-
- Vete - siseó. – Déjame solo maldita sea.-
La escuchó suspirar fuertemente, pero él conocía ese sonido, el que siempre hacía antes de darse por vencida.
- Muy bien - dijo lentamente, como si no estuviera segura de que debería hacerlo – Regresare más tarde ¿de acuerdo?- alargó su mano para tocar su cara pero él la apartó.
- No me toques - advirtió, Anne suspiró una vez más y regresó su mano con un tranquilo asentimiento.
Se le había permitido tocar a Taehyung desde hace tiempo, no le gustaba nada que ahora retrocediera, pero simplemente tenía que esperar y ver como manejaría esto.
- Trata de mantener la calma ¿de acuerdo? Respira - Dudó un poco más antes de meter su mano en el bolsillo y sacó un pequeño bote de pastillas de color blanco. – Te daré unas de estas, tómalas, ¿de acuerdo? Es un tranquilizante muy suave, no te hará dormir ni nada de eso, sólo te calmaran.-
Dejó una pequeña píldora sobre la mesita de noche y luego salió de la habitación con cautela, no del todo cómoda por dejarlo solo después de una noticia como está pero ella no podía obligarle a soportar su presencia tampoco; nunca había sido buena idea porque Taehyung no hablaba cuando se sentía forzado.
Tan pronto como la puerta se cerró detrás de su terapeuta, Taehyung dejó escapar el aliento que tenía reprimido, un tembloroso respiro. Estaba casi seguro de que estaba adormecido, porque no podía sentir su cuerpo en absoluto.
No quería creer que Hoseok se había ido, que ya no trabajaba aquí, pero podía sentir que era verdad. Había un vacío en el edificio que parecía que lo aplastaba. El silencio era abrumador, su sonido era tan fuerte que presionaba contra sus tímpanos en un chillido agudo.
- No - se escuchó susurrar, con los puños apretados, las venas resaltaban.
- ¡No, no, no!- cogió la almohada detrás de su espalda y la tiró a través de la habitación. No había hecho un ruido satisfactorio pero no había nada más próximo para lanzar.
Sus ojos revolotearon sobre la píldora en la mesita de noche, pero sólo la visión de ella le hizo arder en ira. Ya no quería el medicamento para controlarse.
Tenía las manos apretadas con tanta fuerza que estaba empezando a sentir la sangre brotar entre sus dedos, pero no sentía ningún dolor, estaba adormecido.
Se levantó, se dirigió hacia la cómoda y arrancó violentamente todos los cajones, arrojándolos al otro lado de la habitación. Cegado por un dolor que no podía reconocer como tal, distinguió la camisa que había usado para Hoseok, la negra de aquella vez. Cayó de rodillas junto a ella, la recogió y la rasgo por la costura, satisfecho con el ruido que hizo, como si estuviera gritando. Imaginó que era la piel de Hoseok la que estaba desgarrando, casi se echó a reír histéricamente ante la imagen en su cabeza.