Capítulo 2: Contrato verbal

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Jack siguió corriendo hasta que logró darle la vuelta a la cuadra. Pasaba entre los callejones que se le hacían tan familiares como un fantasma escapando el exorcismo. Presentía que hacía tiempo había perdido a aquel sujeto de la bolsa de basura, pero siguió corriendo a la misma velocidad hasta que pudo aparecer por un lado del estacionamiento techado abandonado. La zona parecía ahora abandonada, pero, no queriendo tomarse ninguna confianza, se deslizó hacia el interior del estacionamiento, pasando por una puerta hecha de una madera ya podrida. Las personas en su interior estaban acostadas sobre mantas, prendas de ropa o colchones cerca de las paredes. Sólo había una familia, una pareja joven con un montón de niños y un par de bebés. Ellos podían disponer del fuego dentro del barril metálico todo lo que quisiera y si alguien quería disponer del mismo debía acercarse a ellos.

Afortunadamente estaban en un clima fácil de soportar y no les hacía tanta falta el fuego excepto para tener luz. Jack se dirigió corriendo a su pequeño rincón, al lado de un hombre ya dormido, y deslizó su mochila de viaje de debajo de sus piernas. No sabía qué tanto podía servirle pero por si las dudas, se cambió la ropa que llevaba por otras y se recogió su largo cabello en una coleta en su nuca. Con suerte incluso lo confundirían con una chica. No sería la primera vez.

Después de media hora sin escuchar otros pasos que se acercaran comenzó a relajarse, pensando que a lo mejor ese sujeto realmente había perdido su rastro, Jack se apoyó contra la pared de cemento y lanzó un suspiro.

-¿Qué...? ¿Qué? -dijo la voz del hombre que había estado durmiendo en parte encima de sus cosas.

Jack sabía que se llamaba Tom, nada más. Nadie sabía exactamente de dónde habían venido las otras personas, pero al menos se conocían qué nombres querían decirse entre sí. El tobillo desnudo de Tom había quedado sin ningún sostén y el pie desnudo estaba contra el suelo. Jack acabó de guardar sus cosas y volvió a acomodar su mochila debajo de su pie de nuevo.

-No pasa nada -le dijo calmadamente.

Apenas todo volvió a estar en la misma posición que antes, Tom dio un sonoro ronquido y volvió a dormir. Jack no se sorprendió de percibir el olor del alcohol y sintió un retortijón en sus entrañas mientras su rostro parecía formar por sí mismo una mueca de desagrado, pero maldito sería si se le ocurría decirle al hombre que dejara de ahogar sus penas. Sería una pelea larga e inútil. Además le servía tener a alguien que estaba mucho más interesado en dormir sobre sus cosas que robárselas y venderlas por ahí a cualquier lo bastante desesperado para quererlas. De lo más que podía preocuparse era de preocuparse de que el hombre se orinara entre sueños, pero hasta ahora eso no había sucedido.

Un leve gruñido salió de entre sus tripas. Desde hacía un buen tiempo que tenía tiempo y la única razón por la que había salido en primer lugar a esas horas tan avanzadas había sido por la efímera esperanza de encontrar un paseante que le permitiera los dólares suficientes para comprarse algo de comer. Al final no había conseguido a nadie antes de encontrarse con aquella persona con la bolsa de basura. Tendría que salir mañana temprano en busca de una forma de abastecerse.

Los días antes de Navidad siempre eran los peores. La gente prefería por lo general reservar su cambio para los ejércitos de salvación o para comprar pequeños detalles para la gente con la que estaba moralmente forzada a comprárselas. Su mejor apuesta era esperar la bondad de un extraño que viniera directamente a ofrecerle recursos como para hacer honor a la temporada, o al menos eso había escuchado una vez, pero desde que viviera en el estacionamiento nada parecido había sucedido y no estaba dispuesto a esperar algo semejante. No importaba de todos modos.

Sugar DaddyWhere stories live. Discover now