Capítulo 1: Un problema menos, un problema más

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El peso cayó al suelo con un sonido seco al suelo. Christian suspiró, dejando que la cuerda se deslizara de entre sus dedos antes de que se dejara caer al suelo. Dejó pasar una mano por su sien, sintiendo la humedad de su sudor siendo esparcido por su cabello negro entrecano. Lo peor era que sabía que no iba a ser la última vez. No podía parar hasta que hubiera tenido lo que realmente necesitaba y la sed de su pecho fuera satisfecha. Lo odiaba. Lo necesitaba. Pero no tenía otra opción si alguna vez esperaba poder aspirar nuevamente a un sensación parecida al bienestar, si quería seguir perteneciendo a un sitio que no pudiera llamar el infierno.

Maldijo una vez a Ana, su querida esposa, la única que se veía alguna vez teniendo, hoy más que nunca. Si ella estuviera ahí nada de eso estaría sucediendo. El universo no habría tenido que perder su equilibrio y él no tendría que buscar cada solución posible al inmenso vacío en su vida. Todo era su culpa, no cabía la menor duda dentro de su alma. Las pesadillas ya no se reducían sólo a sus momento de sueño y los alivios que conseguía obtener nunca duraban el tiempo suficiente para desvanecerlas. Se preguntó si alguna vez acabarían. Se preguntó si siquiera era posible para él prever un final pacífico. Probablemente no.

Suspirando, de cansancio y resignación, Christian se puso de pie y salió de la habitación envuelta en penumbras hacia un pasillo mucho más iluminado. Estaba vacío, a excepción de una silla en la cual su confiable Taylor esperaba sentado, frotándose los nudillos. Desde que empezara con sus andanzas años atrás menos que nunc podía darse el lujo de prescindir de él y a pesar de los años, el hombre todavía podía ser intimidante como una torre de piedra manteniendo a la princesa fuera del alcance de todos los visitantes. No le gustaba mucho esa analogía a Christian. Él no era una princesita, claramente.

Ni bien escuchó el sonido de la puerta abriéndose, el hombre se puso de pie colocando sus brazos a los costados como el antiguo militar que era. Sólo podía haber dos razones por las que Christian pudiera decidir salir antes de que terminara la noche. Una era si necesitaba ir al baño y no le hacía falta de momento. Para la otra hacía falta que Taylor pasara adentro y Christian se lo indicó como tal dándole espacio para pasar al interior del cuarto con un aire sombrío cincelado sobre sus perfectas facciones.

Taylor apretó sus puños un segundo antes de que su sentido de la profesionalidad sobrepasara a su incomodidad. Christian no podía evitar sino sentirse un poco divertido a su costa. ¿Por qué no? Necesitaba algo que le animara después del mal trago que acababa de pasar.

-No te preocupes, ya está envuelto –comentó con una amplia sonrisa.

Aunque no sabía por qué se molestaba. Taylor sólo asintió como si fuera un hecho del que le hubiera informado y desapareció adentro de la habitación en penumbra. Una pequeña sonrisa satisfecha se le escapó a pesar de su pasajera molestia. De verdad había sido afortunado por haber dado con alguien como él, aunque ni en sueño se lo diría. Sería eso poco profesional.

Unas horas más tarde se encontraban en uno de sus autos más discretos con las ventanas polarizadas. Desde hacía un buen tiempo la única razón por la que lo sacaban era porque lo necesitaban para esas ocasiones. La ciudad ni siquiera en la noche detenía su actividad, de modo que ellos pasaron de toda la conglomeración hacia una zona en las afueras adonde desde hacía un par de años se suponía que iba a ser construido un centro comercial y lo único que se había conseguido era ampliar la zona en un completo vacío al lado de lo que no era nada más que un estacionamiento techado y los esqueletos de un edificio alto. Una vez se detuvieron, Taylor detuvo el auto bajo una zona cubierta entre sombras y se dirigió a la maletera para sacar una bolsa de basura. Adentro de la bolsa, aunque nadie llegaría a verlo, había una maleta Dolce and Gabana llena de un contenido que sería difícil de llevar para hombres más débiles.

Taylor tomó la agarradera cubierta por el plástico negro, cerró con un discreto portazo y se dirigió a un gran basurero lleno de los desechos de la construcción. Con la llamada que habían hecho desde casa se había asegurado de que sólo un equipo de limpieza se encargaría de recoger todo, incluyendo la maleta, a la mañana siguiente cuando todos los otros camiones de basura salieran. Un servicio así de exclusivo les había costado su buena cantidad de dinero, especialmente para mantener la confidencialidad, pero para la fortuna de la familia Grey no había representado el menor problema.

Taylor trató de no pensar en nada. Llevaba años haciendo el mismo trabajo y todavía debía emplear un consciente esfuerzo en no considerar cosas molestas, como que la maleta era más liviana de lo que esperaba, que era un desperdicio de una buena maleta o cuestiones todavía más insidiosas que harían el dormir por la noche algo más difícil de lo que ya era en su tiempo actual. Sus pasos dejaron huellas largas sobre la arenosa superficie. El aire nocturno frío se le metía en las fosas nasales, haciéndole cosquillas. Alzó la bolsa tirando desde arriba y sujetándola desde abajo, la dejó caer con el resto de la basura. En cuando la dejó caer sus sentidos le dijeron que había alguien más cerca de él.

Al darse la vuelta, vio a una persona mirándole. No era una noche muy luminosa, una luna delgada cubierta por nubes gruesas, de modo que todo estaba un poco cubierto en sombras y lo único que pudo distinguir fue una silueta masculina. Por un segundo tuvo la impresión de que su jefe lo estaba observando.

-¿Sucede algo, señor? –preguntó.

La silueta no le respondió y se fue corriendo de ahí. Taylor se dio cuenta de inmediato de que se había equivocado y salió corriendo igualmente detrás de él. Quizá si conseguía atraparlo antes de que hiciera algo más se podría evitar problemas futuros. A lo mejor no había conseguido entender la gran cosa, pero siempre era mejor asegurarse.

Christian vio a la silueta cuando las luces de un farol en la calle le dio de frente, justo en el momento en que una capucha gris se deslizaba desde su cabeza de cabello negro. Parecía haber echado una buena carrera hasta ese punto y su pecho se agitaba con rapidez debajo de una camiseta roja bastante sucia con agujeros. Una inmediata sensación de molestia y desagrado le embargó. ¡Y encima era un chico tan guapo! Un rostro de piel pálida con facciones claramente masculinas y grandes ojos de un azul intenso. En cuanto pudo tener una imagen clara de estos, ya no pudo ver nada más y la mala calidad de su vestimenta casi llegó a ocupar un segundo lugar. Su cabello negro estaba demasiado largo para ir acorde con su apariencia y se veía claramente sucio. Parecía casi un crimen. Todavía era una atracción efectiva para la vista, pero claramente necesitaba ser bien cuidado.

Sólo fueron un par de minutos en los que pudo regocijarse en la visión del joven antes de que saliera corriendo por la calle y lo viniera a reemplazar la cabeza canosa de Taylor. El hombre mayor se acercó jadeando ligeramente y le dio un golpecito a la ventana. Christian suspiró por la molestia que iba a ser el asunto. Le hizo un gesto al hombre de que fuera tras él sin bajarle la ventana. Taylor volvió a echarse a correr.

Lo que sea que pudiera pasar ahora podía ser muy molesto... pero tenía la esperanza de que no saliera así. Esos ojos azules le daba esperanza.


Sugar DaddyWhere stories live. Discover now