Capítulo 6: Tres puntos aparte

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Capítulo 6: Tres puntos aparte

Christian Grey nunca se habría imaginado un mejor resultado para lo cual ya estaba preparado para tirar la toalla. A lo largo de los años había tenido momentos de esperanzas con distintos chicos, destellos en los cuales creía que realmente podía ver un auténtico potencial para ser los perfectos sumisos, sólo para verse decepcionado al cabo de unos meses o de sólo unas semanas. Antes de Jack, el tiempo por el cual más le duró un muchacho bajo su techo habían sido cinco meses y dos semanas. Sí, se acordaba del tiempo exacto. Había tenido que tomarlo en cuenta para poder todas las medidas acordes a la transgresión cuando lo descubrió tratando de escaparse de la mansión a la medianoche mientras dormía, después de una cena de celebración en la que tuvo la brillante idea de tomar mucho más vino de lo que debería haberse permitido.

Cuando la alarma le arrancó de su sueño y corrió hacia el piso inferior, cargando su pistola cargada, preparado para reventar la cabeza de algún intruso especialmente ingenuo, el muchacho había entrado en pánico, destrozado una ventana de la cocina y luchaba por pasar por entre las barras. Se había cortado con el vidrio dentado y la sangre había llegado al lavavajilla. Cuando Christian se las arregló para evitar que sus patadas no le dieran en la cara y bajarlo, asegurándole una y otra vez que podrían arreglarlo todo si sólo se calmaban, que no había necesidad de semejante locura, ya resignado a cualquier final.

Incluso en ese para nada favorable escenario, todavía creía que podría salvarlo. Pero mientras lo llevaba arriba para poder tratar las heridas que se había hecho en la mano y un costado, una al romper el vidrio cuando no pudo forzarlo abierto y otra al intentar pasar por arriba del vidrio al mismo tiempo que luchaba desde el otro lado, el chico sólo sabía llorar y decir y que ya no podía resistirlo, que lo lamentaba, lo lamentaba muchísimo, pero de verdad que ya no podía resistirlo.

Christian hizo todo lo posible por calmar al joven. Después de todo era todavía su padre y tenía que obrar como tal. Después de desinfectarle y tratarle apropiadamente las heridas, Christian le aseguró que estaba bien, que no había problema, que nada malo iba a suceder. Si tanto deseaba irse debió haberlo dicho desde el primer momento en que ese pensamiento cruzó por su mente para que así hubieran podido lidiar con el problema a tiempo. ¿Por qué no se lo había dicho? ¿Acaso no le había dado todo lo que su corazón había querido? ¿No le había tratado bien en esas raras ocasiones en que se había enfermado? Podía haberse ido cuando quisiera ¿no se lo había dicho antes cientos de veces? Nadie lo forzaba a quedarse.

Se daba cuenta de que pedía muchísimo de cada uno de sus chicos y de que era una situación difícil, pero eso no significaba que fuera un monstruo incapaz de escuchar a la razón. Al final, con un poco más persuasión y las bastantes muestras de afectos entre los discursos acerca de lo mucho que los valoraba y nunca soñaría en que saliera realmente lastimado, sin que ni siquiera él supiera bien cómo, acabaron compartiendo la cama por última vez.

Christian había permanecido despierto durante al menos una media hora, contemplando a su hijo de cabello castaño y ojos celestes, escuchando su respiración profunda y admirando el leve brillo de la luz sobre sus mejillas empapadas de lágrimas. Era tan guapo y había aprendido tan rápido a hacer todo lo que se le pedía. Jamás le contestaba y nunca cuestionaba nada de lo que presentaba. A lo mejor debió haber sabido desde el inicio que era demasiado bueno para ser verdad, pero no había sido así y ese era un tiempo que ya no podría recuperar.

Antes de erguirse y comenzar a estrangularlo contra la cama, sosteniéndole las manos contra sus rodillas para que no peleara, apretando con sus pulgares justo por encima de la pequeña manzana de Adam, Christian había tenido la delicadeza de darle un último beso a sus labios entreabiertos. Ese muchacho había sabido dar unas mamadas espectaculares e incluso mientras se erguía, cuidando de no despertarlo todavía, Christian podía sentir su polla reaccionar para dar su acuerdo y demostrar un latido de vida ante el recuerdo. Podría follárselo de nuevo, le sugería su polla deseosa, que los años no habían conseguido minimizar en lo absoluto.

Sugar DaddyWhere stories live. Discover now