Capítulo 8: Lo hago porque te quiero

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El vendedor seguía hablando acerca de las beneficios del departamento, cuidándose de mencionar lo más seguido posible que era bastante solicitado entre varios compradores, incluida una pareja de recién casados muy amigables, pero Christian hacía tiempo había dejado de escucharle. Se detuvo en el centro del salón vacío adonde había una amplia ventana en una pared de color naranja suave. Christian miró hacia los edificios en frente de la calle y el departamento.

-Y hace un excelente clima aquí en verano...

-Lo tomó –anunció Christian Grey.

El vendedor lo miró todavía sonriendo de medio lado, aparentemente sin entender.

-¿Perdón?

-Dije que me lo llevé. ¿Le parece bien que le pague el año por adelantado en efectivo ahora?

En tanto el hombre parpadeaba con la boca entreabierta, Christian revisó su celular. La vibración anunciándole el nuevo mensaje continuó hasta que pudo marcar el mensaje como leído (sin leerlo, porque ya había visto al remitente) y bloquear de nuevo la pantalla. Luego de guardárselo en su chaqueta, se volvió al hombre esperando su respuesta.

-¿Y bien?

Los ojos del hombre volvieron a abrirse como si se hubiera adelantado a darle una cachetada.

-¿Habla en serio?

Christian frunció el ceño. Ese hombre claramente no tenía la menor idea de con quién estaba hablando y eso que le había anunciado su nombre y todo nada más llamar por el departamento.

-¿Prefiere entonces? –ofreció algo irritado.

No tenía ganas ni tiempo de pasar más tiempo del necesario en nimiedades como aquella.

-No, no, señor. Si usted tiene el dinero y cree que de verdad le servirá este sitio...

-Así será –Christian sacó su billetera-. Ahora bien, ¿cuánto por un año de alquiler?

El hombre se lo dijo, todavía un tanto dubitativo. Christian separó el dinero necesario en billetes de cien dólares y se los entregó. El hombre los recibió con una súbita gratitud y aire de servidumbre como la de los taberneros en películas de épocas después de presentarles con una bolsa de oro. El resto de los detalles se arreglaron con relativa simpleza y satisfactoria rapidez. Christian recibió su nueva llave y estrechó la mano del hombre, diciéndole que en los próximos días se encargaría de ir amueblando el sitio y que sin duda debería esperar una llamada suya si veía el menor inconveniente.

-Claro, claro, señor Grey –le respondió el hombre, todo sonrisas y simpatía.

Era así como Christian prefería que se llevaran a cabo sus negocios. Una vez terminado ese asunto, se despidió y regresó a su habitación de hotel cinco estrellas. Dentro de un rato iba a bajar a tener una buena cena, pero primero tenía que hacer unas cuantas averiguaciones. En su habitación, Christian se quitó la chaqueta de encima, se sentó en el borde de su cama y se pasó las manos por su cabello, tratando de liberarse del estrés, de recuperar algo de calma para lo que necesitaba. Iba a necesitar toda su fuerza de voluntad disponible y no iba a perderla por alguna tontería.

Cuando por fin se sintió con la suficiente presencia de ánimo, Christian tomó el teléfono inalámbrico de la mesita de noche y marcó el número más familiar que tenía en su memoria, apenas sin necesidad de ver los números. Luego acercó el aparato a su oreja y esperó a que la señal pitara. No pasó mucho tiempo hasta que el teléfono en la otra línea fuera atendido.

-¿Hola? Esta es la mansión Grey –dijo la voz de Taylor.

Por un absurdo momento Christian había temido y esperado escuchar a Jack. No habría tenido sentido porque Jack de por sí tenía prohibido atender los teléfonos de la casa a menos que se tratara de un real emergencia. Así era más sencillo seguir manteniendo en relativo secreto la naturaleza de su relación, o al menos esa era la excusa que Christian ponía a semejante condición.

Sugar DaddyWhere stories live. Discover now