Epílogo

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Antes de los Grey, Jack nunca había comido en una mesa tan ruidosa llena de personas que parecían estar contentas con la presencia de otros en lugar de ser impuesta como en un comedor solidario. Era una nueva experiencia a la que todavía le costaba acostumbrarse, pero al menos pronto era fácil encontrar las ventajas: nadie le ponía demasiada atención ni le pedía respuestas demasiado elaboradas.

Christian les había dicho que no le gustaba mucho hablar de su pasado, pero eso no les detenía de lanzar una que otra pregunta al respecto. Al menos se contentaban con respuestas no tan elaboradas, por increíble que le pareciera, considerando que se trataba del pariente que nadie sabía que tenían hasta que Christian anunció al mundo entero que por fin había encontrado al hijo que se le había perdido. Una desgracia que no hubiera podido dar antes con Anastasia antes de que muriera en aquel terrible accidente, desde luego, toda una tragedia, pero ¡qué se le podía hacer! Lo importante que el legado Grey podía continuar y, tal como le había confesado su nueva descubierta abuela a Jack en susurros, esa era una de las cosas que más la habían amargado durante todos esos años: la espantosa idea de que todo el trabajo de Christian no pudieran continuar dentro de la familia. Aunque por supuesto la idea de que Christian pasara los siguientes años de su vida adulta sin casarse con nadie más también era una tragedia en sí misma. Siendo tan guapo y exitoso, ella nunca había logrado entender por qué no sencillamente encontraba a otra mujer, una que no lo abandonara apenas las cosas se pusieran un poco difíciles en casa y tuviera alguna idea de lo que era comprometerse, de preferencia, así no se sentía tan solo.

¡Pero un hijo también estaba bien! Especialmente si era uno que había logrado salirle tan guapo como al padre, ¡y tan educado también! Grace Grey estaba encantada imaginándolo ya casado y con sus propios hijos. Daba igual las veces que su marido o Christian le recordara que sólo tenía 20 años y por lo tanto tenía mucho tiempo por delante ante de empezar a concentrarse en ese tipo de asuntos, Grace insistía que a partir de que era un adulto nunca era demasiado temprano y, además, tenía muchos deseos de verle hijos a su nuevo nieto antes de que dejara de estar presente para mimarlos como nunca tuvo oportunidad de hacer con él.

Jack sólo sonreía y aceptaba esas palabras, en parte porque no sabía cómo más responder a ellas y en parte también porque le daba demasiada gracia imaginarse el infarto que le causaría descubrir la verdad como para irritarse en serio por su curiosidad. Desde que Christian admitiera su parentesco en frente de todo el mundo, los últimos días habían sido bastante agitados y la cena familiar que ahora estaban teniendo, en comparación, estaba resultando un paseo tranquilo en el parque.

-Me dijo Christian que piensas estudiar administración de empresas –dijo su abuela Grace, inclinándose hacia él. El alcohol de la champaña que había bebido empapaba sus palabras y hacían brillar sus ojos de una forma vivaracha-. ¿Es así?

-Sí, padre ya tiene en la mira a una buena universidad en mente –dijo Jack-. Dice que si saco buenas notas y me aplico en ello podría trabajar en la empresa apenas me gradué.

-¿Y cuál es el nombre de esa universidad, querido? Dime de nuevo –preguntó Grace, dando un nuevo sorbo.

Mientras Jack le decía cuál era el nombre y la buena impresión que le había dado en su última visita, a su lado Christian dejó caer el tenedor con el que estaba comiendo, provocando que este diera un golpe ruidoso contra la vajilla de su plato antes de deslizarse por el mantel fuera de la mesa. Grace se rió como si la momentánea torpeza de su hijo mayor fuera encantadora mientras Jack alzaba una ceja.

-Mi culpa –dijo Christian y se inclinó a un lado para recoger de nuevo el tenedor, pero dejarlo sobre un pañuelo de tela, intacto, hasta que su madre llamara de vuelta a una de las sirvientas de la casa para que se lo reemplazara y limpiara los restos de comida en el suelo.

Sugar DaddyWhere stories live. Discover now