Encuentro Con La Verdad

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Tras caer la noche, Reina regresaba a su hogar dispuesta a hablar con sus padres y saber qué llevó a su madre a tomar la decisión de ponerle fin a su matrimonio. Pero, al llegar allí, oyó algo que no había escuchado antes: Mio y Ryotaru discutían fuertemente.

—¡Me importa un rábano lo que piensen mis padres! ¡Ya tengo la suficiente edad para saber lo que quiero o no! ¡Y no quiero estar un solo minuto más a tu lado!

—¡Anda, vete con esa enferma! Pero te lo advierto: ¡no volverás a ver a Reina en lo que queda de tu sucia vida!

—¡¿Ah?! ¡¿No?! ¿Y quién eres tú para impedirme ver a mi propia hija?

—¡Soy su padre! Aquel que mantendrá a Reina alejada de tus malditas perversiones.

Al tiempo que escuchaba a Ryotaru decir esto, Reina oyó un fuerte golpe. Preocupada, entró rápidamente a la casa. La trompetista no daba crédito a lo que veía: Mio estaba tirada en el suelo, con una mejilla inflamada y parte de su rostro cubierto de sangre.

—¡¿Qué le hiciste a mi madre!? —preguntó la joven pelinegra, corriendo al lado de su progenitora.

—Solo fue un accidente, hija. Le acaricié el rostro sin medir mi...

—¡Deja esa estúpida excusa! No puedo creer que seas esa clase de hombre. Ahora entiendo por qué ella se quiere divorciar.

—No malinterpretes las cosas, Reina. Ella quiere irse con la enferma de su mozuela.

—No estoy malinterpretando nada, solo veo la realidad. Aquel hombre que golpea a una mujer no merece ningún tipo de respeto, Kousaka.

—Tarde o temprano me entenderás. Y, por cierto, vete despidiendo de ella, no quiero que te contagie sus perversiones. —Tras decir esto, Ryotaru se dirigió a su habitación. Reina, por su parte, buscó el botiquín de primeros auxilios para ayudar a Mio.

Mientras tanto, Kumiko trataba de estudiar las partituras de Guillermo Tell, pero no podía concentrarse del todo, debido a que el problema de los padres de Reina estaba dando vueltas por su cabeza. Al sentir a su hermana llamándola a cenar, fue de inmediato al comedor, encontrándose, al llegar, con su madre discutiendo por teléfono con alguien.

—Ya le dije que no, por favor no insista... Deje de decir esas cosas... La justicia falló a nuestro favor, ustedes ya no tienen derechos sobre ella... ¡No me importa que usted sea la madre biológica de Kumiko, Hirasawa, ella es MI HIJA! —Tras decir esto, Akiko cortó la comunicación y arrojó lejos el teléfono.

La señora Oumae palideció al darse cuenta de la presencia de sus dos hijas, y rezaba en su interior para que no hubiesen escuchado esa conversación. Por su parte, Kumiko y Mamiko no podían creer lo que acababan de escuchar.

—¿Madre... biológica? —fue lo que a duras penas logró pronunciar la menor de las hermanas Oumae.

—¿A qué te refieres con eso, mamá? —preguntó la mayor.

—¡N-n-n-no es lo que piensan! Esa mujer está loca —respondió Akiko completamente nerviosa. Esta respuesta tranquilizó a Mamiko, pero Kumiko seguía con la duda. Aun así, del tema no se volvió a hablar durante la cena.

Más Allá De Una Confesión De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora