Confesión

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Mio y Reina habían iniciado su nueva vida, con la ayuda de Ritsu y Mugi, alejadas de Ryotaru. continuaban sus actividades con normalidad y se veían más relajadas, en especial la exbajista, quien sonreía con naturalidad más frecuentemente; mientras que la trompetista estaba más segura, y eso se notaba en la interpretación de su instrumento.

Los días pasaron rápidamente, la fecha de la presentación de la banda en el evento de caridad estaba cerca. Los ensayos eran cada vez más arduos. Su motivación no era ese evento, sino las nacionales. Ya que habían clasificado a ellas, habían decidido dar todo de sí y, de ser posible, ganar. Aunque una de sus integrantes tenía otras cosas en mente.

Kumiko, durante el tiempo transcurrido, había sido testigo de otras dos discusiones telefónicas de su madre, al parecer, con esa persona que decía ser su madre biológica. Cada vez, su curiosidad aumentaba, pero sus padres argumentaban que esa persona estaba mal de su cabeza. La eufonista, insatisfecha con esa respuesta, decidió contactar a esa persona, pero aún no encontraba una oportunidad para hacerlo. Ese sentimiento de que sus padres le ocultaban la verdad se hacía cada vez más fuerte. Ella amaba a sus padres y no le importaría si fuese adoptada; igual, los seguiría amando. Solo quería saber la verdad.

Un domingo, la joven Oumae caminaba por el distrito comercial; se dirigía a una tienda de música a comprar lubricante para su bombardino. Al llegar ahí, vio a Reina, probando algunas sordinas para su trompeta.

—Parece que ahora quieres probar con el jazz, Reina —comentó Kumiko acercándose a la pelinegra.

—No está mal ser versátil, ¿o sí? —respondió la trompetista.

—Tienes razón —dijo la eufonista con una sonrisa.

Luego de realizar sus compras, las dos chicas caminaban mirando algunos locales. Después de un rato, se detuvieron en una cafetería. Luego de pedir dos trozos de pastel, uno de chocolate y el otro de vainilla, Kumiko soltó un gran suspiro. Al ser interrogada por Reina, la eufonista decidió contarle el asunto de las llamadas a su madre.

—¿Entonces desconfías de tus padres por esas llamadas? ¿Qué pasaría si ellos tienen la razón y esa persona está loca? —preguntó la trompetista tras escuchar el relato de su compañera.

—Es por su actitud. Ambos se ponen nerviosos cuando les pregunto. Y si insisto me cambian de tema. Estoy pensando seriamente en contactar a esa tal Hirasawa —respondió la castaña.

—Hirasawa... —susurró la pelinegra, luego movió su cabeza de lado a lado, tratando de sacar una idea de su mente.

—¿Ocurre algo, Reina?

—No es nada. Lo que sucede es que mi madre, al contarme la historia de su relación con Ritsu-san, me habló de una amiga de ellas que tenía ese apellido; pero creo que es solo una coincidencia.

—Pues yo pienso que las coincidencias no existen —intervino Ritsu, que traía los trozos de pastel que las chicas habían pedido.

—¡¿Ritsu-san?! ¿Trabajas aquí? —exclamó Reina entre sorprendida y asustada.

—Sí, pensé que lo sabías. ¿Y tu amiga es? —preguntó la mesera.

—Mi nombre es Kumiko Oumae, es un gusto conocerla —respondió Kumiko.

—Ritsu Katou, para servirte. Mi hija Hazuki me ha hablado mucho de ti.

Más Allá De Una Confesión De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora