Litigio

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El año escolar había finalizado, lo que significaba el comienzo de las vacaciones de primavera: un breve periodo en que los estudiantes recargan sus baterías para afrontar el nuevo periodo lectivo. En este lapso, los jóvenes suelen dejar de lado las preocupaciones y relajarse, dedicando su tiempo al ocio. Pero este no era el caso de Reina. Ella no podía relajarse en esta ocasión, ya que su futuro, el de su madre y el de su relación dependían de un evento que se desarrollaba en ese tiempo: el juicio contra su padre. La trompetista confiaba ciegamente en Nodoka, pero ver a Mio tan nerviosa hacía que su tranquilidad tambaleara un poco. No es que la exbajista no confiase en la abogada, pero las acciones de aquel hombre que la atormentó por 20 largos años no dejaban de preocuparla.

Por su parte, Ryotaru estaba ansioso. Deseaba recuperar a su hija y "corregir su desviación". Él no iba a permitir que su única hija fuese una lesbiana, eso era una mancha para su orgullo y el de su apellido. Aunque ya no contaba con los Taki para eso, confiaba en poder encontrar entre sus amistades a alguien que le ayudara con ese fin. Reina sería una mujer normal con una familia normal, costara lo que costara.

El día del juicio había llegado. Mio apenas pudo dormir la noche anterior; tenía los nervios de punta por el proceso que estaba a punto de dar inicio. Estaba recostada en su cama, viendo el techo, pensando en todo lo que podría salir mal. Incluso, imaginó que Ryotaru podría haberse enterado del beso que semanas antes ella y Ritsu se habían dado y que podría usar eso en su contra. De repente, escuchó un ruido en la cocina. Con algo de miedo, se levantó y fue a revisar lo que sucedía, encontrando que la autora de ese ruido fue Reina, quien se había levantado temprano, previendo que su madre estaría demasiado nerviosa para cocinar, y se encontraba preparando el desayuno.

—Buenos días, Reina —saludó la exbajista.

—Buenos días, mamá. ¿Cómo amaneces? —preguntó la trompetista, aun sabiendo la respuesta.

—Nerviosa. Temo que esta pueda ser la última vez que estemos juntas.

—¿Por qué? No creo que el juez sea capaz de justificar los actos de violencia de ese hombre. Ser lesbiana no es excusa para maltratar a una mujer.

—Lo sé, hija. Pero puede que el juez sea de la misma línea de pensamiento que Ryotaru.

—Es un juez. Sus convicciones personales deben pasar a segundo plano al momento de impartir justicia. —Tras esta breve conversación, ambas se sentaron a la mesa a desayunar. Pero, mientras ingería sus alimentos, una duda cruzó por la mente de Reina. Era algo incómoda, pero sentía que debía hacerla—. Mamá, ¿por qué me amas?

—No entiendo tu pregunta, hija. ¿Por qué no habría de amar a mi propia hija? —dijo Mio confundida.

—Porque fui fruto de una violación. He leído que muchas mujeres que han sido víctimas de eso y quedan en embarazo, si no abortan, suelen no ser muy afectuosas con esos hijos. De ahí mi duda.

—Reina, eres mi hija, eso es lo importante. Quizás llegaste a mi vida de la peor forma, pero tú no tienes la culpa de eso. Además, desde que naciste, haz sido mi mayor motivación para salir avante de esas situaciones. No sé cómo vean otras víctimas de abuso a sus hijos, pero tú eres mi rayo de esperanza y lo único bueno que me dejó Ryotaru. —Mientras decía esto, Mio abrazó fuertemente a su hija.

Horas después, las dos pelinegras estaban ya en el juzgado. Llegaron con media hora de anticipación. Allí se reunieron con Nodoka, quien estaba ultimando detalles para su participación en el juicio. La abogada notó que Mio estaba nerviosa, algo normal en su personalidad, pero Reina estaba confiada, quizás demasiado. El riesgo de que Kousaka saliera triunfante, aunque fuese improbable, existía y debía tenerse en cuenta. Instantes después, Ritsu llegó junto a ellas, disculpándose al sentir que había llegado tarde. Al poco tiempo, Mugi arribó. La elegante forma en que iba vestida dejó perplejas a sus amigas. Normalmente, la señora Kawashima solía vestir de manera casual para no llamar mucho la atención, pero, en esta ocasión, consideró que debía ir más formal. A pesar de los años, ella no había perdido su belleza ni su aire de princesa.

Más Allá De Una Confesión De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora