Cerrando Heridas

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—Señores Oumae e hijas, señor Kawashima e hijas, Reina-chan y Mio, que tal vez ya ni las recuerde —comenzó a decir la señora Katou, lo último entre risas—, les presento a dos grandes amigas de Mugi y mías: Yui y Azusa Hirasawa.

Mientras que Shigeo sonreía amablemente, al igual que su esposa, y Mio se emocionó por volver a verlas después de tanto tiempo; Reina y la familia Oumae quedaron pasmados. Este era un encuentro que Kentaro y Akiko querían evitar a toda costa, pero no podían quedar como unos maleducados al irse sin decir nada, así que no sabían qué hacer.

—¡Hola a todos! ¡Wow!, Mio-chan, Mugi-chan y Akiko-chan no han cambiado en nada. ¿Cuál es su secreto para que no las afecte el paso del tiempo? —preguntó Yui de forma animada. Esta despreocupada y alegre forma de reencontrarse con los Oumae sorprendió a todos los presentes.

—¿Akiko... chan? —pronunció Mamiko.

—Tú tampoco has cambiado mucho que digamos, Yui —dijo Mio, haciendo que la castaña riera nerviosamente.

—No sabía que ya conocieras a los Oumae, Yui-chan —aseguró Mugi.

—Eso confirma mis sospechas —susurró Ritsu.

—Sí, Mugi-chan —respondió Yui—. Ellos y nosotras nos conocimos hace 15 años, aunque no de la mejor manera posible.

Kumiko observaba atentamente a la pareja Hirasawa. Era la oportunidad que esperaba para hallar esa pieza en el rompecabezas que era su pasado. En una de esas observaciones, la menor de las Oumae intercambió miradas con Azusa. Aquellos ojos cafés rojizo la vieron con una particular ternura, la misma con la que su madre la observaba.

—Supongo que este es un momento incómodo para ustedes, señores Oumae, así que... —comenzó a decir Ritsu, siendo interrumpida por Mugi.

—¿Por qué no vamos a tomar té a mi casa? Ahí podremos hablar con más confianza. —Estas palabras emocionaron a las Hirasawa, especialmente a Yui. Pero los Oumae tenían reparos en aceptar dicha invitación.

—Discúlpeme usted, pero no podemos... —empezó a decir Kentaro, siendo interrumpido por Yui.

—No se arrepentirán si vienen, Kentaro-kun. El té de Mugi-chan es el mejor del mundo.

La amigable y descomplicada actitud de la señora Hirasawa seguía sorprendiendo a los Oumae. Ellos esperaban que ella y su esposa les guardara rencor por lo sucedido 15 años atrás; tenían motivos para eso. Akiko miró a Azusa, quien le sonrió amablemente.

—¿Alguien podría hacerme el enorme favor de decirme qué demonios está pasando aquí? Hasta donde sé, estas señoras han estado llamando a mi madre argumentando que Kumiko es hija de una de ellas. Ahora se ven y parece como si fueran amigos de toda la vida —exclamó Mamiko.

—Lo sabrás todo a su debido tiempo, onee-chan —respondió Kumiko seriamente, confundiendo aún más a su hermana.

—Entonces, ¿aceptan o no aceptan mi invitación, señores Oumae? —insistió Mugi.

Kentaro y Akiko conversaron entre ellos unos instantes y, sabiendo que la verdad no podía ni debía seguir oculta para la mayor de sus hijas, a pesar de que temían que las Hirasawa planearan algo para apartar a Kumiko de su lado, decidieron aceptar.

Más Allá De Una Confesión De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora