PROLOGO

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Nunca debería ser confiado con ningún tipo de vehículo.
No porque soy un mal conductor, si no porque aprieto el volante cada vez que un camión pasa. Busco todos los días en el periódico ese titular de un choque en el cual ni siquiera sabían qué había pasado. Tal vez el conductor había perdido el control del auto. Quizás lo atacaron. O trataba de esquivar a un niño corriendo por la calle. Algo para explicar porqué este auto y sus adentros terminaron pintando los bosques Canadienses en su camino de Montreal a Detroit.
Una vez conducí desde Portland hasta Los Ángeles. Fue un buen viaje, dirigiéndome al sur, el aire se ponía más cálido y la gente más bronceada. Me tomó cuatro días para llegar porque me distraía constantemente y porque tomé un desvío en Nevada, donde me emborrache demasiado con un tipo que había trabajado de payaso en un circo toda su vida. Éramos exactamente iguales, él y yo. Es fácil distraerme porque nunca sé a qué le debería estar poniendo atención realmente. Podría ser un nuevo modelo de guitarra, el vistazo de algo mejor y mas digno, ¿o quizá un par de ojos cafés que siempre amplificaban la sonrisa en labios perfectamente moldeados? Durante mi viaje en la costa este, perdí la cuenta de las veces que vi un auto que venía y consideré girar el volante hacia la izquierda.
Choque. Golpe. Humo.
No sé si alguien tiene estos mismos pensamientos cuando conducen. Nunca le he preguntado a nadie. Cuando choqué el bus de la gira del 74, me encontré a mi mismo preguntándome si fue a propósito o no. No era mi intención, pero quizás quería hacerlo subconscientemente.
Por un tiempo pensamos que Joe nunca podría caminar de nuevo.
Ahora conduzco un Chevy arrendado, navegando desde O'Hare hasta una dirección en una servilleta, con caligrafía desastrosa que no es la mía. El auto es café, un café claro que representa mierda de bebé. Era el único que tenían para rentar. Los limpiaparabrisas producen un molesto chillido mientras tratan de batallar la pesada y mojada nevada.
-¿Estás nervioso?
Ni siquiera me molesto en mirar al niño en el asiento pasagro. – No.
- Brent dijo – Empieza a decir, apoyándose en otra mentira que alguien ha dicho acerca de mí. A la gente le encanta hablar acerca de mí. – Que durante "Jackie", estabas tan nervioso que te emborrachabas antes de cada concierto.
- Eso me halaga – Le comento, molesto de que eso no haya sido una mentira. La única manera de lidiar con la presión de un público de diez mil cabezas era el alcohol. Gracias, Brent, esa me hará ver bien. No. Me hará ver como una víctima. Tal vez eso es algo bueno.
- También dijo que eso mejoró durante la segunda parte de la gira. Bebías menos, estabas mas concentrado. Ya sabes, luego de que lo cocieras a él – Dice, como si no lo supiera. Resisto las ganas de chocar el auto solo para callarlo, y cuando respire su último aliento y pregunte "¿porqué, Ryan, Porqué?", le diré porqué. Porque no pudo contener su maldita lengua.
La nieve blanca se torna en un feo tono de negro mugre de tráfico cuando alcanza el suelo, haciendo la superficie de la carretera un poco resbalosa, pero nos mantengo en el camino por ahora.
– En cuanto a Gabe. Dijo que nunca estabas nervioso durante la gira de "Pearl"... supongo que cambiaste.
- Amas el sonido de tu propia voz, ¿cierto?
- Sip. – Dice brevemente, con rayos de luz en sus ojos cafés y entusiásticos. Tiene una cara buena y joven que trata de madurar con barba de tres días, pero sigue siendo irreversiblemente joven por la brillante energía que siempre está ahí en sus acciones. Tiene mejillas ligeramente regordetas, unos labios de línea delgados y una frente solo un poco más grande de lo normal. Me concentro en conducir, y él se queda callado en el asiento del copiloto. Cuando finalmente habla, parece preocupado.
- ¿Y si lo olvidó? ¿o y si sigue enfadado contigo?
- ¿Qué pasa si yo sigo enfadado con él?
- No, no lo estás. – Dice sabiamente. Odio cuando está en lo correcto. La nieve está parando, y me muevo en el asiento incómodamente, siento el cinturón de seguridad rascándome el cuello. – Estoy nervioso por ti. – Concluye, la energía volvió en su voz. No necesito sus nervios, su apoyo o su hombro para llorar. No tiene ni la menor idea de cómo su entusiasmo me hace arrepentirme cada vez más. Mira el mapa en sus piernas. – Gira en la siguiente izquierda. – ordena, y yo cambio de carril. – Sabes, me pregunto como es. He escuchado mucho de el. Es casi irreal conocer un extraño que has imaginado desnudo millones de veces. Bueno, en realidad, encontré una foto en tu casa en la cual estaba desnudo, así que...
Giro el volante y paro el auto. Sus hombros se tensan, ojos abiertos y mira a su alrededor. - ¿¡Qué haces?!
- Te he dicho que no tocaras mis malditas cosas. – Digo nuevamente. Nuevamente. Ese desobediente maldito bastardo. – Aquí te bajas. – Le digo y apunto fuera de su ventana a la puerta de una tienda que tiene escrito en letras verdes y cursivas "CAFÉ". – Tomate un café. – Como si necesitara más energía que la que ya tiene.
Abre la boca sorprendido – ¡Pero iré contigo!
Aprieto los dientes y sonrío. – No, no lo harás. – Lo miro y me mira de vuelta por unos segundos – ¡Fuera, Sisky!, ¡Fuera!
Sisky levanta las manos para probar que es inocente – Enserio no estás dejándome presenciar una reunión que haría a Romeo y Julieta parecer –
- No hubo reunión para ellos dos. Murieron.
- Oh. – Sisky se muerde el labio inseguro, pero se recupera pronto. – Nunca terminé la película, siendo honesto. Hablaban de una manera tan rara...
Me desabrocho el cinturón y salgo del auto. Chicago es frío, copos de nieve caen en la parte de atrás de mi abrigo y se derriten en él. Le doy vuelta al Chevy y abro la puerta de Sisky.
- ¡Ya, ya! - El niño grita, levantando las manos - ¡Estoy fuera! ¿Lo ves? ¡Mira lo fuera que estoy! – Se cubre la nariz del frío, viéndose más cómico que dolido mientras me da una mirada enojada.
- Vendré por ti luego – Prometo.
- Si no lo haces, ¡Se donde vive! – Tiene un cuaderno de cuero negro y está escribiendo en el furiosamente, ignorando por completo la nieve derritiéndose.
Me detengo afuera del auto y lo miro incrédulo. – No tomes notas ahora.
- "Mientras el infame Ryan Ross entra en el auto nerviosamente, abandonando a su leal y determinado compañero en la mitad de la carretera, tal como si fuera otro admirador que lo ha amado y luego ha sido botado como un gatito no querido...
No escucho el resto ya que la puerta se cierra de golpe y comienzo a conducir. El reflejo de Sisky entra en el café en el espejo retrovisor, y le hecho una mirada al mapa en el asiento del pasajero, ahora vacío. No me toma mucho para llegar a donde voy.
El auto en el estacionamiento es negro y elegante, un modelo moderno. Tiene mucha más clase que lo que estaciono en frente de la casa, y por un momento, espero que ningún habitante de Chicago que viva en la calle de Brendon note a la estrella de rock retirada en esa pobre excusa de cuatro ruedas y un volante. Si siquiera es la casa de Brendon, de lo cual tengo mis dudas. Un hombre joven con un estuche de guitarra está caminando calle abajo, y espera a que pase. Estoy paranoico y aterrado de que me reconozca, pero nunca supe que decirle a los fans desde un principio.
La música no es acerca del hombre detrás de ella, y por ello todo el interés que alguien tenga en mi es injustificado. Todo lo que necesitan saber, ya está en la música. Y nunca nadie entendió eso excepto por mí. Ellos nunca...
Pero no quiero pensar en eso.
Tomo mi bolso a la puerta conmigo. Es presuntuoso, pero como los últimos conciertos son locales, asumo que Brendon se está quedando en casa. No debería asumir nada con respecto a él. Lo aprendí de la mala manera.
La puerta se abre al quinto tono.
- Si, ya v-
El resto de la oración se desvanece y sus ojos se posan en mí. Brendon se ve un poco mayor, lo que me hace darme cuenta de lo mucho que me he perdido. Se ve un poco fuera de lugar, lo que se justifica con su línea de trabajo, ojeras bajos sus ojos cafés. Yo debería saber cómo ese estilo de vida podría destruir a cualquiera, pero a pesar de todo, se ve más como un hombre. Más maduro. Sigue haciendo me eso. Pero no me molesta.
- Escuché que iban a tocar en Chicago ahora. – Me explico y lo pongo sobre la mesa como un hecho en el cual tengo tanto interés como el rítmo cardíaco de un ratón, como el punto de fusión de la plata. Ninguno.
- Sí – Asiente cansado, sus ojos me evitan, la presa acorralada ante el exhausto depredador, donde él es el ciervo y yo soy el lobo. Luego de un muy, muy largo tiempo, ninguno de los dos parece estar escapando. Brendon no se ve sorprendido de verme. No soy un hombre predecible; pudo haber al menos jadeado. Al menos un poco, solo para entretenerme. Incluso yo estoy sorprendido de que esté aquí.
- Vamos, somos viejos amigos – Le comento y no le doy tiempo de contestar – Invítame adentro a tomar algo.
Brendon niega con la cabeza – Estoy ocupado.
Sisky tenía razón. Sigue enfadado.
- Yo también, sin embargo aquí estoy.
Lo observo. Mi estómago se tuerce ahora que estoy en su presencia, pero él no parece notarlo.
Brendon suspira y sostiene la puerta abierta, y yo paso a la sala de estar, tiro mi bolso en el sofá. Estar aquí, viajar a través del país por un chico, el único chico que vio el cielo de noche conmigo e inventó nuevas constelaciones, y yo... Mierda. Yo me quedo en mi lugar y trato lo mejor que puedo para convencerme a mi mismo de que no significó nada para mí. Lamo mis labios, recuerdo su sabor.
- Solo una cerveza, pero luego me tengo que ir. – Brendon farfulla y se dirige a la cocina, y yo lo miro en silencio. Luego camina mas lento y se voltea. – ¿Vendrás al concierto ésta noche?
- Contaba con ello.
Me mira fijamente, y de la nada estoy de nuevo en Ottawa, fuera del Centro Cívico donde nos besamos al lado del bus que no había chocado aún. Estoy de nuevo en la cabaña, arriba en Bismarck donde le di esa parte de mí que él amablemente rechazó. Estoy de nuevo en San Francisco peleándome con él, en Nueva York detrás del mostrador viéndolo rebuscar entre los discos que no quería comprar después de todo mientras me mira de vez en cuando, y luego estamos en el armario de atrás, rezándole a Dios para que Eric no vuelva temprano. Brendon dice – Puedo conseguirte entradas a los camerinos.
- ¿Podrías conseguir dos? Vine con un chico.
- ¿Qué chico?
- Mi acosador.
Hace un sonido con su lengua, como juzgándome. – De seguro sabes cómo elegir a tus amigos.
- Y a mis amantes, pero él no es uno de ellos.
Brendon no niega que eso es lo que estaba preguntando – Sí, puedo conseguir dos.
- Gracias.
Apunta mi bolso - ¿Te quedarás aquí esta noche?
- Seguro.
He girado mi auto a su carril, y hemos chocado una vez más.
Choque.
Golpe.
Humo.

The Heart Rate Of A Mouse- Volumen 1: Over The Tracks (Traduccion Al Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora