0,5. Prólogo

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-Rebecca, ¡maldición! Abre la puerta ya. Me harás llegar tarde. -dije gritando mientras golpeaba la puerta fuertemente con mi puño.

No hubo respuesta del otro lado.

-¡Cuando salgas de ahi voy a matarte!

Llevaba ya veinte minutos esperando que la pesada de mi hermana saliera del baño. Era el primer día de clase y ya iba a llegar tarde, y todo por la cabeza hueca de Rebecca.

-Calmate, sis, te saldrán arrugas. -dijo tranquilamente mientras salía del baño y me dedicaba una sonrisa burlona.

Llevaba puesto un vestido color crema que llegaba justo por encima de sus rodillas y su collar plateado con una R, el cual usaba siempre. Se lo había regalado mi madre para su cumpleaños 16, igual que a mí me había dado uno con una E.

Eso era lo único que teníamos en común. Aparte de nuestro cuerpo físico, claro.

La empujé mientras pasaba por mi lado, haciendo que se tropiece con la alfombra del pasillo. Me miró con rabia antes de volver a entrar a su habitación.

Mientras me reía de la situación, entré al baño, dónde me peiné y me maquillé muy poco, como siempre. Me puse un poco de brillo en los labios y delineador negro en los ojos. Tras perfumarme, salí, Volviéndome a encontrar con mi hermana que salía de su habitación.

La observé. Pese a ser gemelas, éramos completamente diferentes.

Su cabello era artificialmente rubio, el cual siempre llevaba arreglado a la perfección, mientras el mío era un poco más oscuro y natural. Yo apenas me lo peinaba por las mañanas. Ella se maquillaba muchísimo, mientras yo apenas lo hacia. Ella tenía un look femenino y siempre a la moda. Yo me vestía con lo primero que encontraba, más informal, con una onda más rockera.

Y ni hablar de las personalidades. Rebecca era la niña popular del instituto, todas las chicas querían ser ella y todos los chicos se la querían llevar a la cama. Ella era mala, manipuladora, y siempre obtenía lo que quería. Mientras que yo, bueno... Tenía a mis tres mejores amigos y eso era todo. Era callada, tranquila y siempre quería mantener mi perfil bajo.

¿Quién podría adivinar que ella y yo éramos gemelas?

-¡EMMA! Por Dios, si serás rara. Llevo horas llamándote, idiota. ¿Qué piensas tanto? -me pregunta haciéndome volver a la realidad.

-Es el primer día y estoy nerviosa, nada más. No quiero hacer el ridículo ni nada. -dije tranquilamente.

-Oh, pero si eso lo haces siempre, hermanita -dijo y se río- ahora escucha, mamá nos esta llamando.

Bajamos las escaleras encontrándonos a una madre súper sonriente. Miró a mí hermana y la abrazó y luego me miró a mí de arriba a abajo.

-Emy... -ella siempre me decia así- ¿eso llevarás puesto en tu primer día?

-Mamá, no empieces por favor. Ya demasiado estrés tengo con que sea el primer día de instituto.

-Pero podrías esforzarte mas... -me miraba con esperanza.

Mi madre siempre odió mi forma de vestirme. Quería que fuese más femenina, que me arregle más. Más como Rebecca.

Miré mis jeans rotos, mi camiseta de Nirvana y mis borcegos. Pero si así lucía genial...

-Ma, es mi forma de ser, si me vistiese más femenina luciría como la torpe de mi hermana y no quiero parecermele más de lo que ya hago -dije mientras me dirigía a la cocina.

Desayuné dos tostadas con queso y un licuado muy rápidamente para no tener que volver a escuchar a mi madre. Mi hermana por suerte ya se había ido sin desayunar, lo cual hacia siempre ya que no quería engordar.

Agarré mis llaves de la mesa y salí hacia mi auto. Cuando cumplimos 16 mi padre nos regaló un auto a cada una. Dos descapotables rojos, para no hacer diferencias.

Me subí y partí hacia el instituto. Ya iba a llegar tarde.

Sinceramente, no me sentía nerviosa por mi primer día. Ya estaba acostumbrada. Llegaría, saludaría a mis tres amigos, tendría clases, y volvería. La misma aburrida rutina de siempre. Todo sería normal... ¿O no?

Llegué y estacioné, y fue allí que descubrí que estaba muy, muy equivocada...

-Oh, mierda.

¡Hermana, Veo Doble!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora