Petunia

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Cuando llegué, supe —mi instinto me lo dijo— que estabas en el sitio al que antes recurríamos. El lugar seguía siendo el mismo, pero la situación era diferente.

Pasando al lado de la tumba de mi padre, le eché una mirada y por un momento cerré los ojos.

«Perdóname, padre, por todo. También te perdono a ti por todos los errores cometidos. Espero sepas que te extraño, donde quiera que estés».

Cuando abrí los ojos, una sonrisa se instaló en mi rostro y cierta paz en mi pecho.

Y luego te vi.



Pétalos efímerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora