Esta es mi primera novela. Espero que os guste y me perdonéis si veis alguna falta de ortografía. Se admiten sugerencias :). Ah y por cierto, no soy alérgica a los votos ni a los comentarios.
Esta noche iba a actuar en el teatro de Venecia. Todo el mundo estaba entusiasmado por la actuación, era el único tema de conversación entre los habitantes de la ciudad. Las entradas se habían vendido el mismo día que salieron a la venta. Todo el mundo quería oír cantar a Lovino Vargas, ese chico con cara de niño y voz de ángel. Llegaba a las notas más agudas con la potencia de la voz de un hombre adulto y entonaba las canciones con un sentimiento que conmovía hasta a la persona más sosa. Había actuado en lugares tan dispares como Viena, Moscú, Londres, Berlín y muchos más, donde había enamorado a hombres y mujeres con su cara inocente y voz .
Horas antes de la actuación estoy en mi camerino, pensando en lo que me depararía la obra. No me interesa la fama, los lujos, los amantes ni los favores de personas importantes, solo me importa la música. Ha sido siempre mi pasión y me hace enormemente feliz poder cantar. Todo lo demás me sobra.
Delante de mí hay un espejo. Me miró en él y un niño pre adolescente me devuelve la mirada. Frunzo el ceño. No me acostumbro a pensar que soy como un chico de dieciocho en el cuerpo de uno de doce, al menos soy más alto que un niño. Paso la vista por el camerino. Hay cartas de admiradores, flores, regalos de fans (algunos con pinta de ser muy caros)... Aprecio que a la gente le guste lo que hago, pero no me interesan sus presentes. Alguien llama a la puerta, es Elizabeta, una de los ayundantes de la obra. Es una chica guapa, el pelo castaño le cae por la espalda y sus ojos verdosos me miran a la cara firmemente.
- El último ensayo empieza ya- me informa.
- Dame un segundo, voy para allá- le dirijo una última mirada al espejo, pienso en cómo una persona puede encontrar atractivo a un niño y la acompaño a través del pasillo al escenario. En él todo el mundo está haciendo los últimos preparativos, repasando el guión y la orquesta afinando los instrumentos. El jefe de la orquesta, el compositor Roderich Edelstein nos da instrucciones (nos grita prácticamente) donde colocarnos y empezamos. Representamos La favola d'Orfeo, opera de Monteverdi, en la que yo interpreto a Orfeo. Todo en el ensayo sale como la seda (Roderich me la ha hecho representarla tantas veces que ya me sé mi papel y el de los demás mejor que mi nombre). Nos hace repetir el último acto tres veces hasta que le parece suficiente (no nos mando hacer una cuarta porque se nos había acabado el tiempo).
La gente empieza a entrar y mientras nos hacen el último retoque en el vestuario y en el maquillaje me asomo discretamente por el telón. Todo está lleno, en el fondo hay personas de pie ya que se han quedado sin asiento pero no están dispuestas a perderse la obra. Salgo a escena y el público se desahoga en aplausos, impacientes por oír al gran Lovino Vargas.
A lo largo que transcurren los actos de la obra veo como la expresión de los asistentes va cambiando, veo la alegría que sienten durante la boda de Orfeo y Eurídice, el dolor con la muerte de Eurídice, la empatía que les transmite Orfeo, hay algunas mujeres y hombres entre la multitud que lloran y dejan escapar suaves quejidos y la euforia cuando los dos amantes se encuentran en el Olimpo después de que Orfeo bajase hasta el Tártaro por el amor de su vida. Durante toda la obra me luzco, intento que mi voz dé lo mejor de sí, que transmita todo lo que quiero, que nadie se vaya del teatro sin acordarse de la obra. Al terminar las últimas notas del canto de mi personaje con Apolo al alcanzar la alegría eterna todo el público se pone en pie, nos aplaude, lloran, aclaman mi nombre, piden que se repite, me gritan piropos, tiran flores al escenario ... Todo el reparto sale y saluda a la multitud antes de que se cierre el telón. Todo el mundo está agotado , la gente esperaba mucho de esta obra y nos hemos entregado. Vuelvo a mi camerino después de felicitar a unos cuantos compañeros y me quito el vestuario. Me tiro sobre el adornado sofá que me dejaron para descansar. Ha sido un día muy largo y luego habrá nobles y personas importantes que querrán felicitarme en persona por mi papel e invitarme a alguna fiesta privada. Resoplo. La vida de un castrato es agotadora. Alguien llama a la puerta. Levanto perezosamente la cabeza y veo a Roderich apoyado en el marco de la puerta.
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Bendito cuchillo (Spamano)
FanfictionLovino Vargas es el castrato más importante del siglo. Ha actuado delante de reyes, nobles, teatros llenos y a todos ha conmovido. A su temprana edad, Lovino es objeto de deseo tanto por hombres como de mujeres, pero él no está interesado en ellos...