Capítulo 13

1.2K 144 46
                                    

- ¿Seguro que estás bien?- preguntaRoderich con un mínimo atisbo de preocupación.

- ¡Qué sí, pesado!

- Ayer casi te mueres.

- Créeme, lo sé mejor que nadie.

El compositor deja el tema por zanjadoy se dedica a beber de su café, mirándome de reojo de vez en cuandopara comprobar que sigo respirando. Suspiro resignado, todo el mundoha estado así conmigo desde que casi se me cae un lastre de 25 kilosencima. Elizabeta corrió hacia mí y comprobó que no me habíahecho daño como lo haría una madre, Roderich, después de comprobarque me ponía en pie se fue a matar al que había preparado el telón,que aseguró haber atado bien los pesos y Antonio no me soltó entoda la noche (tampoco es que quisiera que me soltase) y me estuvoconsolando hasta que Roderich lo echó a patadaspara que me dejasedescansar en paz.

Hubiese preferido que el español sequedase, con él podía desahogarme y ni siquiera le importó que ledejase la camisa perdida de lágrimas, solo me abrazó y me susurrópalabras tranquilizadoras al oído. Sus brazos cálidos eran unarealidad a la que me aferré en ese momento.

Cojo un trozo de pan, mejor dejo depensar en eso, lo importante es que sigo vivo, Por la puerta delcomedor entra Arthur con una bandeja y dos copas llenas de un líquidomarrón. Tiene una gran sonrisa mientras lleva la bebida con cuidado,como si tuviera miedo de que se le fuese a caer.

- ¿ Qué es eso?- le pregunto mientraslo veo acercarse.

- Algo que te subirá el ánimo despuésde lo de ayer- contesta. Cuando lo tengo suficientemente cerca mellega el olor proveniente de las copas.

- ¿Alcohol?

- Whisky inglés. Traje un par debotellas de mi país. Me gusta el vino pero no tanto como esto.

De repente Elizabeta entra corriendo enel comedor chocando con Arthur, cayendo los dos al suelo. Las copasse rompen con un sonoro golpe y derramando todo su contenido en uncharco. La chica se disculpa ante el desastre, pero el inglés se queda contemplando la mancha de whisky con ira. Mucho debía de gustarleel alcohol.

- ¡Lo siento muchísimo, Arthur! Dejaque te ayude a recoger esto – dice la húngara mientras se pone depie y le ofrece una mano al inglés.

- No hace falta, de verdad. - Intentaque su voz suena amable, pero el enfado en sus ojos y la sonrisa fríalo delatan. Se levanta haciendo caso omiso a la mano que le tiendeElizabeta.

- ¿Por qué corrías, Eli?- preguntaRoderich clavando su mirada en su prima.

- Ah, ¡ casi se me olvida! - se giraquedando de cara a mí. – El rey quiere verte, quiere hablarcontigo sobre la actuación de ayer.

- Algo me dice que no va a decirme quela ópera salió genial – digo mientras me levanto. Noto la miradafría de Arthur en mi espalda mientras salgo del comedor, pero no ledio importancia.







- ¿Quería algo de mí? -pregunto al entrar en la habitación del monarca.

- No hace falta que seas así de educado, Lovino- contesta clavando sus ojos en mí. Me limito a cruzarme de brazos y a aguantarle la mirada. - He oído lo que ocurrió ayer- dice adoptando una expresión seria. - Lamento mucho lo que te paso y te pido disculpas. Si quisieses abandonar España lo entendería, tu seguridad es lo primero.

¿En serio me estabadiciendo eso? ¡Solo fue un accidente, ni que alguien intentasematarme, joder! Si solo se me pasase por la cabeza dercirle quequiero irme, Roderich me rajaría de arriba abajo y, encima, estáAntonio, si me voy no volveré a verle. Trago saliva.

Bendito cuchillo (Spamano)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora