Capítulo 11

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El sol brilla alto en el cielo, iluminándolo todo. Hace un calor agradable, los árboles se mecen con la brisa y el pequeño río discurre apaciblemente. Los dos estamos a la sombra de un árbol, cerca del agua. Tengo la cabeza en el regazo de Antonio. No me acuerdo de cómo ni cuándo la he puesto, pero me da igual. Se está muy bien así. Me acomodo y miro al español, él me está haciendo carantoñas en el pelo y tiene una mano posada en mi pecho. Estoy tan cómodo así, me podría pasar la vida entera en esta posición.

- ¿A gusto, eh?- me toma el pelo Antonio al ver mi cara de tranquilidad.

- Oh, cállate.- Me doy la vuelta sobre su regazo y me quedo mirando el río. El español se ríe ligeramente y posa una de sus manos en mi mejilla, acercándose.

- Me encanta verte picado. – Susurra en mi oído, dejándome la piel de gallina. Doy un salto ante su contacto y me incorporo, alejándome unos centímetros del más alto con un gran sonrojo en mis mejillas. El español no me deja escapar y con una sonrisa me agarra por la cintura atrayéndome hacia sí.

- ¡Qué malo eres, Lovi! – dice apoyando su cabeza en el hueco que hay entre mi cuello y el hombro. – Sabes que no puedo estar sin ti.

¿Acaba de decir lo que yo creo ha dicho? Me quedo sin saber qué decir y no sé a dónde mirar, así que clavo la vista en el suelo. Se me acaba de olvidar como hablar e intento hacer que las palabras salgan de mí. Varios sonidos extraños escapan de mi boca y Antonio me mira con un brillo divertido en los ojos.

- B- b-b- bastardo, no digas esas... esas cosas.- Los tartamudeos me hacen quedar idiota perdido y no puedo evitar que el color suba a mis mejillas. Dios, debo de dar toda la pena del mundo.

- Estás muy rojo, Lovi – otra vez pasándose por los cojones que no me llame Lovi, agh.- Ven al agua debes tener calor.- Me coge de la mano y me ayuda a levantarme. El río está al lado, el agua cristalina corre tranquilamente e invita a bañarse. La idea no me desagrada, la verdad, siempre me ha gustado el agua. Antonio se quita la camisa y la deja en la orilla. Su piel morena parece tan suave que dan ganas de tocarlo para asegurarse y el sol produce pequeños destellos en él. Todo en él es armonioso, tiene un poco de músculo y siento el estúpido impulso de recorrer su torso con un dedo para comprobar si es real . No me había dado cuenta de lo hermoso que es, parece una escultura renacentista que ha cobrado vida. Mi propio David de Miguel Ángel, solo para mí.

- Los ojos los tengo aquí, eres consciente de ello, ¿no? – bromea el español a mi lado al ver cómo me quedo embobado mirándole. Dios, ¡qué vergüenza! Me paralizo y Antonio se ríe al ver mi cara.

- ¡Qué vergonzoso eres!, venga, tírate al agua- al darse cuenta de que sigo completamente vestido se le dibuja una sonrisa en los labios y me abraza por la espalda.- A no ser que estés esperando a que te desvista yo.- Añade contra mi oído. Me tenso y le doy un ligero empujón.

- Bastardo, suéltame .-Me separo un poco y lleno de vergüenza agarro mi camisa. Sin pensármelo me la quito tirando de ella por los hombros. Noto la mirada de Antonio posada en mí.

- No está mal – dice posando una mano sobre mi hombro. – Nada, nada mal.

- Idiota.

- Sabes que me quieres así. – Me callo y Antonio, con un brillo que no se identificar en sus ojos verdes me coge de la mano y recorremos unos pocos pasos hasta la orilla. La hierba seca se me clava en los pies y el agua despene destellos. El español se tira de cabeza y al salir sacude la cabeza como los perros cuando se mojan. Sus labios se curvan en una sonrisa al mirarme y su pelo mojado le cae por encima de los ojos, con gotas que le recorren todo el rostro,desde el cabello bajando hasta la barbilla .

Bendito cuchillo (Spamano)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora