Días antes de España fui a casa de Roderich para hablar del viaje. Trabajo con él desde hace años y lleva mucho más tiempo que yo en la música. Ha viajado por todo el continente, incluyendo nuestro destino. Creo que hasta llegó a conocer al rey. No le odio (como suele parecer), o al menos no del todo. Cuando está tranquilo y a solas es incluso pasable.
Él vive en una casa enorme en el centro de Viena, llena de detalles y adornos en oro, se nota que no pasa hambre. Estaba con él en su salón, una habitación espaciosa con suelos de mármol, muebles estúpidamente cargados y un piano en el centro. Me senté en un sofá recubierto de pan de oro enfrente de mi anfitrión. Entre los dos hay una mesa cubierta de libros, partituras, cartas, notas... Se ve que el orden no es lo suyo.
- Nos iremos el uno de este mes. Cogeremos un barco de guerra en Venecia gracias a un amigo- señaló con el dedo el lugar que ocupa la ciudad en un mapa cercano- y de ahí llegaremos hasta el puerto de Valencia- recorrió con el dedo el mar Adriático y el Mediterráneo hasta llegar a un punto de la costa de España, simulando el trayecto.
- Eso ya lo sé, he abierto un mapa más de una vez. ¿De verdad tenemos que coger un barco de guerra?- protesto mientras juego con los adornos del sofá.
- Depende, ¿quieres saludar a los piratas?- me callo.
- Anda cállate. Lo que me importa es saber cómo es el rey.
- ¿El rey? ¿Qué quieres saber de él?-Por su cara de sorpresa creo que se le olvidó comentarme con qué clase de persona iba a trabajar. Probablemente vio tantos ceros en la carta que le mandó que se le olvidó decírmelo. Bien podría ser un psicópata con sed de castrati guapísimos (como yo).
- Bueno, no estaría de más saber algo de él. ¿Es una persona amable? ¿Cómo trata a la gente que trabaja para él?
- No te preocupes. Cuando lo conocí fue bastante bueno conmigo. Te preguntará como es lo de la música, que le cantes algo, no pasaras hambre, lo normal. Eso sí, a las españolas les encanta los castrati, así que vas a tener que quitarte a más de una de encima, a no ser que las prefieras así.
Genial. Más mujeres pesadas con ganas de aventuras a las espaldas de sus maridos. Ahora tengo menos ganas que nunca de ir a España. Qué asco.
Los días pasaron rápidamente y pronto me vi haciendo las maletas. A la mañana del primer día del mes cogí mis cosas y subí a un carruaje mandado por el compositor que me esperaba a la puerta de mi casa. Apoyé la cabeza en la ventanilla mientras el cochero daba a los caballos para irnos. Delante mis ojos van pasando colinas verdes con caminos, salpicados de olivos y encinas y alguna mota de color de arbustos con flores rojas y amarillas, todo esto iluminado por el sol del Mediterráneo. Atravesamos pueblos de casas de tejados rojos apoyadas unas contra otras, campos con gente trabajando y valles hasta llegar a una laguna de aguas oscuras. En la orilla había una góndola con un hombre en ella, esperándome. Monto en ella y el hombre no se digna ni a mirarme, imbécil. Empieza a remar y nos hacemos paso a través de la laguna. El movimiento del remo deforma mi reflejo en el agua y en la superficie se ve a las gaviotas volar con destellos que les saca la luz al plumaje. Cada vez estamos más cerca y ya distingo las puntas de los edificios más altos, la Iglesia de San Marcos, la plaza, el muelle... Veo a la gente elegantemente vestida pasear, los niños jugar, los mercaderes en la plaza, los marineros en el muelle trabajando o simplemente pasando el rato.
Llegamos por fin puerto y yo salgo de la góndola feliz de separarme del imbécil del gondolero que no me ha hablado en todo el viaje. Me estaba yendo cuando el señor emitió un sonido con la garganta, me giro y tiene la mano abierta con la palma hacia arriba, esperando a que le pague. Enfadado me meto una mano en el bolsillo y saco unas monedas, sin propinas. Soy un malote.
Paseo un poco por la plaza buscando a Roderich. Me fijo en la arquitectura, en los puentes de mármol y en los canales con bonitas góndolas desplazándose por ellos. No es la primera vez que estoy aquí pero siempre me gusta contemplarla. Supongo que estar tanto tiempo con Feliciano me ha pegado un poco de su amor al arte. La gente a mi alrededor viste muy elegante (porque Venecia es una ciudad rica) pero las señoras van con grandes escotes o, directamente, enseñando los pechos*. Aparto la mirada, no quiero aprovechar para mirar, ya que luego me sentiré mal conmigo mismo. Entre el tumulto distingo el reflejo de las gafas de un hombre, que resulta ser el austríaco. Está hablando con un albino junto a un lustroso barco atracado en el puerto. Me acerco a ellos. De cerca veo que el albino tiene ojos rojos y tiene pinta de ser el capitán. Algo en él, no sé el que me dice que es un poco fantasma, pero bueno, si es amigo de Roderich no será tan malo. El desconocido se giró y me contempló desde todos los ángulos posibles, con la cabeza un poco ladeada.
- ¿Con qué este es el gran Lovino Vargas, eh?- parece que quiere hacerse una idea de cómo soy solo con mirarme fijamente.
- Sí, ¿y tú eres bastardo?- No voy a dejar que un desconocido se crea que puede intimidarme.
- Wow, al castrado lo que le falta abajo le sobra en agallas. Me gusta, pero un poco más de respeto a la asombrosa persona que va a llevarte a ti y al aristócrata de tu amigo en un viaje no precisamente corto de forma gratuita. Soy Gilbert Beilschdmit, el capitán. – Juro que le voy meter de hostias. Una voz en la distancia me hace olvidarme de mis ganas de cargarme al albino.
- Lovinoooooooo- Elizabeta me llama desde la cubierta del barco, agitando la mano en forma de saludo. Subo por la pasarela a hablar con ella.
- Hola- me sonríe, feliz de verme.
- Hola, no sabía que ibas a venir.
- ¿Y perderme un viaje a España? No te lo crees ni tú.- Me pregunto qué habrá tenido que hacer para convencer al austríaco de que la deje venir. Puede ser muy persuasiva.
Elizabeta es muy maja. Es la prima de Roderich y por eso la veo en el teatro ayudando. Me alegra que me acompañe, así no tendré que estar solo con su primo.
Nos quedamos un rato en cubierta cuando Gilbert se acerca a nosotros.
- Decidle a Roderich que o sube ya o se queda en tierra.
- ¿Vas tú o voy yo'- le preguntó a la chica, resignado. Aunque no esté el austríaco siempre molesta.
- Uff, voy yo. A saber dónde está.- Baja por la pasarela, dejándome solo en cubierta.
El viento sopla suavemente y revuelve mi pelo, el olor del salitre lo impregna todo. Miro el horizonte, me invaden muchas ganas de llegar a España, aunque no sepa lo que me encontraré ahí. Una sonrisa se abre paso entre mis labios.
Y bueno, hasta aquí el segundo cap. Si os gustó decídmelo en los comentarios y no os olvidéis de votar (guiño, guiño). Si tenéis sugerencias para la historia soy todo oídos. Gracias por leer.
*Lo de los pechos en Venecia se debe a que para diferenciar a las prostitutas de las demás damas, estas (las prostitutas) iban enseñando los pechos, pero las otras también llevaban unos escotes de impresión.
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Bendito cuchillo (Spamano)
FanfictionLovino Vargas es el castrato más importante del siglo. Ha actuado delante de reyes, nobles, teatros llenos y a todos ha conmovido. A su temprana edad, Lovino es objeto de deseo tanto por hombres como de mujeres, pero él no está interesado en ellos...