Capítulo 12.- El FIN-Parte uno

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-Hola Diana-dijo una voz conocida.

No quería abrir mis ojos, estoy tan llena de pena, quiero morir...

-¿No queréis verme?-preguntó.

-¿Tú?-pregunté absorta.

-¿A quién más esperéis?-preguntó.

-¿Qué haces en mi casa?-pregunté.

-Vine a ver a Enrique, un viejo amigo, a penas me entere que Mario mando hombres a asesinar al pobre Enrique vine pero no he llegado a tiempo. ¡Estoy destruido, coño!-lloró.

Sus lágrimas eran tan conmovedoras, su pena compartía la mía, sentía menos peso encima; pero ¿cómo se conocían?...

-¿Cómo lo conocías? ¿Quién te dijo eso de Mario?-estoy tan confundida.

-Os he dicho que lo sé todo en el otro plano, algunos no sois lo que dicen ser, hay infiltrados y traidores por todas partes-aclaró con voz tenue.

-Llévame de aquí, quiero ir a enfrentar a Milano o Mario ya, no quiero más muertes ni sangre en mis manos-grité.

Cerré los ojos mientras abrazaba a Sebastián...

-Con que tú eres la famosa Diana-dijo una voz en tono burlesco.

-¿Quién eres tú?-pregunté asustada.

-Soy Milano, tu carcelero-rió.

Su rostro era hermoso, tenía una cabellera y ojos encantadores, ¿este era el cruel y perverso so-metedor de generaciones?

-¿Qué quieres?-exigí.

-Solo un pequeño favor-dijo.

-¿Un favor? Haces tanto lío para un favor, no me hagas reir-dije.

-Esta noche haré una gran cena, en tu honor, invitaré, no perdón obligaré a todos a venir-comentó.

La fascinante charla con Milano me hizo olvidar por completo a Sebastián.

-¿Dónde está Sebastián?-pregunté.

-Olvidate de él, él te ha traicionado, te enamoró porque se lo pedí-rió.

-¡Mentira!-exclamé.

-Sebastián pasa y díselo tú porque a mí no me cree-dijo en tono arrogante.

No eso no puede ser verdad... De pronto vi a Sebastián entrando por la puerta tallada de madera con adornos de oro.

-Lo lamento Diana-dijo-En realidad no, disfrute cada momento que os engañaba y enamoraba, es más, yo maté a Enrique y sabéis porqué... Porque Enrique era Gabriel, y vi como Gabrielito estaba enamorado de vos; el más cursi de la familia, ninguno estaba hechizado, hacemos las cosas por puro gusto. Era un estorbo-añadió.

Atónita me quede, Gabriel era Enrique, él lo mato, mi amado es malvado, Mario tenia razón, sus palabras eran dagas que dañaban y mutilaban despacio cada zona de mi ser, ahora he condenado a los planos existenciales...

-¿Cómo pudiste matar a tu hermano? yo lo amaba, no necesitas de Milano, eres un cretino no puedo ni verte-gritaba y lloraba.

-Ya mucha platica, tráela más cerca-ordenó Milano.

-No me lleves Sebastián, déjame ir-supliqué.

Sebastián me puso en una camilla, me amarro las manos y las piernas.

-Omm japa naim mala suresh Omm japa naim mala suresh Omm japa naim mala suresh-repetía Milano con sus manos posadas en mí.

Al oír esas palabras entré en un estado de trance y no podía moverme, sólo gritaba y sentía cómo arrancaban algo dentro de mí sin piedad.

-¡Awrg! ¡no!-grité.

-Está hecho, llévatela-añadió Milano.

Abrí los ojos, no se dónde estoy, todo está oscuro. Siento sed y hambre.

-¿Di..dian..dianita eres tú?-preguntó una voz gruesa pero lánguida.

-Sí, dime tu nombre-susurré.

-So...oy Ma...mario-contestó.

Corrí con mis pocas fuerzas hacia donde él, lo abracé y besé, tenía lastimados y heridas en todo el cuerpo.

-Esto es mi culpa, mi necedad me ha llevado por este equivocado camino, discúlpame-musité.

-No t..e preocupes, a...aún Milano n..no sa...sab..e como es la pro..profe...cía-dijo.

-Me ha robado mi poder, estoy sola-dije apenada.

-L...a resp...respues..ta está en tí-me señaló.

-Bueno, veo que ya despertaron-rió Milano y encendió la luz.

Habíamos algunas personas encadenadas en ese cuarto. Pero sólo reconocía a Mario porque el resto estaba dormido en camas adornadas a especie de tributos.

-Mira lo que has causado niña tonta-añadió a su sarcasmo Milano.

-¿Quiénes son?-pregunté.

-Diles Mario, niégalo todo, le contaré, es hora que sepa la verdad-dijo.

Mario no comentó, solo miró al suelo avergonzado por algo.

-Ellos, de la izquierda son tus padres, al regalarme tus poderes, quedaron indefensos; la señora con máscara el Elena la madre de tu amado, por allá la enfermera de tu escuelita y morirán hoy todos por tu culpa-rió plenamente.

Esto no puede ser posible, mis padres, la enfermera, la mamá de Enrique y quienes más. Es una locura definitivamente.

-Por cierto, Mario es la cabecilla de todo, él es quien planeo esto, les dio la puñalada por la espalda pero ya está viejo para gobernar-comentó.

-¿Eso es cierto?-le pregunté a Mario.

-Sí-respondió. Pe..pero yo..yo cam...cambié-añadió.

-¡Mentira!. Nadie cambia de la noche a la mañana, tú me lo enseñaste. Todo este tiempo me usaste. Querías mi poder para tí, tú eres el verdadero villano-lloré.

Oí el chasqueo de dedos de Milano, a penas pude parpadear, estaba en una fiesta con un hermoso vestido señorial cual princesa, y los demás estaban en una mesa listos para servir de tributo. Menos Mario que estaba a mi lado en una silla.

-¿Porqué me criaste y no me mataste?-le exigí furiosa.

-Créeme, al verte por primera vez tan chica, con cada paso que diste, cada abrazo desinteresado, cada palabra dulce y tierna, cada mirada hacia mí como si yo fuera tu más grande héroe iba disminuyendo el odio que sentía por tus padres, te lo dije antes y te lo digo ahora : eres y serás siempre mi hija pase lo que pase. Tu amor me curó, tu inocencia me desapego de la lujuria de poder y riqueza, con tan solo 5 años fuiste mi salvación aunque creías que yo era la tuya. No se si me creas, se que te he ocultado muchas cosas pero temía que si sabías la verdad ibas a abandonarme-lloró.

-Ahora ya hablas bien. Escucha no quiero pelear, eres mi padre, te amo, debías confiar en lo que me habías enseñado. Pero también tenía padres, me aman; si tu tenías miedo de que me arrancaran de tu lado, imagínate lo que sintieron ellos-lloré.

-Lo sé. Sólo me asusté. Nunca me había sentido tan asustado. Aún hay forma de que remiendes el vínculo-dijo apenado.

-No se si pueda creerte-musité.

-La profecía se cumple sólo si tu le regalas por amor tus poderes a Milano, de lo contrario, siguen siendo tuyos. Él solo tiene la mitad, debes pelear por ellos, es tu ventaja de ser mitad bruja y mitad medium-dijo.

-Milano, ven aquí. Yo no te temo-Grité en medio de la fiesta.

-Así que andas de valiente-rió mientras quemaba a una de las personas que tenía en esa mesa de tributos.

-¡No!-grité mientras me tiré al suelo de la impotencia.

Esto no puede terminar así, es mi culpa, el mal no puede ganar, no es justo...¡N0!...



Creciendo mediante el albaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora