Capítulo 3

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La hora de dormir había llegado. La hora que más me aterraba. Cuando el sol cae y solo queda la oscuridad. Cuando eres ciega y sorda por horas. Te sientes solo pero a la vez vigilado. Odiaba esta hora, me sentía indefensa. Era cuando los espíritus salían. No me gustaba llamarles mas que asi, o demonios, la palabra almas se sentía muy sútil para lo que estas cosas me producían. No había manera de escapar de ellos. Lydia y Josh se fueron a dormir, confiando en que estaba a salvo.

Estaba acostada en la cama, sola o eso esperaba.

No podía cerrar los ojos sin sentir el frío de la mujer quemada cerca de mi rostro. A las tres de la mañana me desesperé. Me levanté de la cama y con cuidado comencé a pasear por la casa para tener algo que me despejara la mente. Prendía y apagaba luces mientras caminaba por los pasillos y la planta baja. La casa tenía hasta un área de juego en la cual seguramente pasaría la mayoría del tiempo. Miré por encima la oficina de Josh, un escritorio, una computadora y muchos papeles.

Sentía el tiempo pasar lento, mas cuando fui a ver el reloj eran las cuatro de la mañana. Una hora pasé mirando la casa y los cuadros. Lydia tenía un lindo cuadro de su boda con Josh, se veían tan jóvenes. Decidí subir a mi habitación, sintiéndome más calmada ante la ausencia de demonios. Cuando estuve cerca de mi habitación vi una sombra oscura dentro y luego escuché un grito.

- ¿Lydia? - entré a mi habitación, donde habían vidrios en el suelo.

Lydia estaba observando mi cama. No vi nada, pero sentía la presencia de un ser. Me acerqué lentamente a mi madre de acogida, temerosa de que podría hacerme.

- ¿Estás bien? - le pregunté.

Estaba temblando, pero poco a poco se calmó.

- No fue nada - negó aun aturdida. - Vuelve a dormir, cielo.

Sin más se marchó, dejándome con los vidrios rotos. Suspiré y cerré los ojos con fuerza. Solo pedía una vida normal, algo normal. Deseaba esto. Entrar en mi cama me sentaba mal gusto, así que fui a mi mueble con una sabana y una almohada en mano. Dormí ahí hasta que el sol salió y no pude seguir ignorándolo.

Bufando, me levanté del mueble y me estiré. Fui hasta el baño y me observé en el espejo. Mi cabello negro estaba alborotado, como siempre. Tenía ojeras bajo mis ojos azules. Suspiré, me cepillé los dientes y me lavé la cara. Bajé hasta la cocina. La casa está en silencio, estaban durmiendo. Miré el reloj que había en la pared de la cocina, eran las 7:40 de la mañana.

Mi estomago rugió y accedí a hacerme algo de comer. Revisé los gabinetes en busca de un sartén. Cuando lo encontré busqué las otras cosas que faltaban. Harina para panqueques, huevos y avena. No sabía que le gustaba a ellos así que decidí hacer un poco de todo, como Josh. Mientras preparaba la comida un gallo cantó y el sol se puso más caliente. Era incómodo cocinar cuando todos dormían. Sentía que hacía mucho ruido e iba a levantarlos. Terminé de hacer el desayuno y puse la comida en diversos platos. Pude sentir que alguien me observaba. Cuando me volteé mi corazón paró.

- ¿Hiciste desayuno? - preguntó sonriente Josh.

- ¡Me asustaste! - me quejé volviendo a respirar - Sí, no sabía que te gustaba asi que... -

- Hiciste uno de todo - rió, repiento lo que pasó ayer.

- Cierto - asentí.

- Llamaré a Lydia, tenemos que hablar contigo - besó mi frente antes de irse.

Ese detalle me dejó petríficada. Fue lo mas tierno que alguien ha hecho por mi, algo paternal. Una figura paterna. Vaya, nunca pensé tener una buena familia. Puse los platos en la mesa y llevé jugo de naranja. Me senté en el mismo lugar de anoche cuando Lydia y Josh aparecieron he hicieron lo mismo.

- Hazel, no debiste - sonrió Lydia.

- Esta es una de mis formas de agradecerle - sonreí también. - Buen provecho.

Ambos asintieron para después comer lo que les había preparado. Les encantó mi comida. Reí porque sabía que solo lo estaban diciendo para hacerme sentir bien. La verdad es que no soy tan buena cocinera como Gruwell o Josh. Pero tuve que aprender a defenderme sino quería morir de hambre en casa de los Cambells. Jamás olvidaré a esos bastardos. No me dejaban salir y si lo hacían era por tiempo contado. Dos horas cada día.

- Hazel -carraspeó Josh, llamando mi atención. - debemos hablar -

- ¿Sí? - pregunté mientras comida mi panqueque, amo los panqueques.

- ¿Como te has sentido hasta ahora aquí? - preguntó Lydia.

Iba a responder cuando la mujer quemada apareció ante mi. La fulminé con la mirada y respondí a Lydia.

- Me siento bien. Agradezco todo lo que hicieron y han hecho por mi. De verdad espero que les agrade que este aquí. - murmuré lo último, sintiendo como llegaba la vergüenza.

Lydia puso su mano en la mía, se veía radiante, no paraba de sonreír y no sabía cómo sentirme al respecto. - Me alegro tanto, cielo. Tenemos una noticia. Tienes quince años y deberías tener una buena educación - comenzó.

- Por eso te inscribiremos en la escuela en la que Lydia y yo nos conocimos. Irás a Linden. -

No era buena socialmente. Se me hacia difícil integrarme con las personas. Enrealida no quería ir a la escuela. No iba a salir bien. Burlas, miradas raras, estrés, sabía todo lo que pasaría sin tener que ir.

Ambos sonreían expectantes - ¿Que te parece? -

- Creo que es genial - forcé una sonrisa. - No puedo parar de agradecer todo lo que están haciendo para mi.

Todo esta pasando demasiado rápido. Me agradaba la compañía de Lydia y Josh pero aun no estaba lista de conocer a todo el vecindario.

Help, I See Dead PeopleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora