Capítulo 31

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- Este libro es antiguo, pero aun muy reconocido por todo el mundo, muchas personas en su epoca pensaban que era una comedia, pero atraves...-

En mis manos sostenía una copia del libro Don Quijote de la Mancha. Nunca lo había leído. No me malinterpreten, me gustaba leer, era solo que libros históricos pues no eran lo mío. Mi palma apoyaba mi mejilla en su lugar, de no ser por ella, seguramente todo mi rostro caería en el pupitre con un sonido muerto.

Luke a mi lado, no paraba de dar anectodas acerca del libro y el autor. Era tan tonto y adorable y aburrido, todo en uno. Creo que era mi falta de sueño lo que me ponía tan delicada a irritarme.

Creo que es mejor dormir, ignorar esta estupida aburrida clase, con una maestra insoportable, a quien solo le caíamos bien de vez en cuando. Dormir una siesta y así estar mejor durante el resto del día, hasta llegar a mi cálida cama. A mis suaves sábanas. A la oscuridad cómoda.

Lentamente había comenzando a cerrar mis ojos. Lentamente me había dejado llevar por el cansancio.

La idea de que Emilio estaba en problemas me golpeó la mente como si fuera un balde de agua fría. Tenía que encontrarlo antes de que algo le pasase. Me encontraba parada en medio de la calle frente al orfanato, era de noche y las farolas alumbraban la calle con un color amarillento. Comencé a correr por lo que parecieron horas y horas, tratando de encontrar el escondite. Callejón tras callejón. Sabía donde estaba, Emilio me había traído una vez, justamente por esta misma razón. Me había dicho que de no encontrarlo en nuestro lugar, a la misma hora, sin ninguna explicación, era ahí donde debía buscarlo, y sabíamos que no era nada bueno. Me había dicho que de ser así, no viniera sola, que trajera refuerzos. Pero creo que ambos sabíamos que no podía hacer eso, involucrar a la policia en esto. Solo traería problemas, no solo a nosotros, sino que también al orfanato.

Algo me decía que Emilio no creía que me fuera a encontrar con una situación en donde tuviera que pelear, no... sino que tenía esa mirada en sus ojos de pena, me lo decía, para que yo encontrara lo que quedase de una pelea.

Pero no podía ser así, me negaba a llegar después de que acabase, después de que... Corrí con más fuerzas ante ese pensamiento, corrí hasta que sentí mis zapatillas calientes contra el pavimento. Corrí hasta que tuve que sacar fuertes exhalaciones por la boca. Hasta que mis rizos estuvieron bien pegados a mi frente y mejilla. Mis pulmones quemando y exigiendo piedad, pero piedad le quería yo dar a él. Mis ojos estaban nublados por el miedo, casi no podía ver por donde iba, pero mis piernas iban automáticamente, habiéndome memorizado el camino por seguridad.

Choqué contra las puertas de metal, haciendo un ruido estruendoso. En el momento, eso quería, llamar la atención lejos de Emilio, pero no se escuchaba nada adentro. Nada.

Iba a correr hacia la ventana, para entrar, cuando la puerta de metal comenzó a abrirse. Me volteé rápidamente hacia ella, no había nadie ahí, pero eso no me detenía de entrar.

Habían múltiples cajones de madera por doquier, murallas y murallas de ellas, me dirigí corriendo donde podía ver la mayoría de los focos de luces reunidos en un mismo lugar.

Justo cuando doblo una esquina, llegando ahí, un grito se ahoga en mi garganta. Un charco de sangre se estaba escurriendo por el pasillo que debía pasar. Me niego rotundamente a pasar, pero imágenes de Emilio me sobrecojan, su pelo, su hermosa sonrisa, sus ojos hipnóticos, su risa, su risa, sus manos, su tacto, sus besos, su risa, su risa.

Algo me impulza a correr por encima del charco de sangre, necesito saber, porque no puede...

Mis pensamientos son obstruidos por la imagen de una hermosa cabellera negra esparcida por el suelo, siendo cubierto por la sangre que seguía emanando del cuerpo inerte que estaba pegado a ella. Las manos abiertas a los lados, igual que las piernas. La tez blanca de su piel parece algo amarilla por la mezcla de luz y sombra que ocasionaban los focos al moverse. Veía mucho rojo. Rojo sangre. Charcos esparcidos por el suelo. Me quedé inmovil, temblando, temblando como nunca lo había hecho. Pensaba que me iba a morir también yo en ese lugar.

- ¡Emilio! - grité desgarradoramente.

Ignoré por completo los otros cuerpos yacientes en la habitación, y corrí donde él, o eso fue lo que pensé que hacía, hasta que sentí algo frío rodearme las extremidades.

- ¡Hazel! - ahogué un sollozo al escuchar la voz de Emilio.

Quería correr donde él, pero no me dejaban. Estas malditas cosas no me dejaban.

- Emilio - sollocé. - ¡Emilio! - le grité con todas mis fuerzas, necesitaba que supiera que estaba aquí, necesitaba que supiera que lo amaba y que nunca lo iba a dejar.

- ¡Hazel! - el cuerpo se movió hasta verme.

No, el cuerpo no, esto era diferente, y fue lo que me rompió el corazón. Iba a caer de rodillas, pero las sombras me lo impedían.

- ¿Qué pasa? - murmuró preocupado. - Ayúdame - unas sombras aparecieron detrás de él, agarrando sus tobillos hacia dentro de la tierra.

- ¡No! - grité, tratando de evitar que se lo llevaran lejos de mi.

- ¿Haze? - medio grito con miedo en mi dirección, tratando de llegar a mi.

Una mano fría me rodeo el cuello, ahogando mi respiración. Estaba atrapada, de manos, piernas y por el cuello. No podía hacer nada, era inútil ante sus poderes. Lágrimas gruesas mojaban mi rostro y mi camiseta. Estaba perdiendo lo más importante en mi vida ante mis ojos.

No me dejes sola, no me dejes sola, hacía súplicas mentales. No dejes de reír por mi, no me dejes de tocar, vuelve Milio, vuelve por favor, hice plegarías silenciosas, mientras mi oxígeno se quedaba corto.

- Hazel - una palmada en la mejilla fue todo lo que tomó para sobresaltarme sobre mi silla.

Luke estaba a centímetros de mi rostro, y lucía muy consternado.

- ¿Por qué lloras? -

Miré aturdida a mi alrededor, notando que estaba en el salón de clases. La maestra observándome con curiosidad, mientras los alumnos se iban, no sin soltar miradas lascivas en mi dirección. Me sentía rota de nuevo, mis mejillas se sentían húmedas, llenas de lágrimas. Miré a Luke, quien tenía un rostro preocupado. Me lancé a sus brazos y a su calidez ofrecida sin pedir permiso. Solté un sollozo invuntario y controlé los restos, pero no me solté. Quería huir de este salón y estás miradas. Pero más que nada, quería huir de los recuerdos de Emilio.

- ¿Haze? - preguntó Luke, sobre mi cabeza, comenzó a acariciar mi cabello, intentando calmarme.

- Perdón. Perdón. - murmuré múltiples veces, no estaba segura de si era para Luke o para Emilio.

Pero sentía que ambos merecían mis disculpas enormemente. Aun sabiendo que no era yo la responsable de estas situación, no podía evitar sentirme grandemente culpable.

Yo traje a Luke este dolor de cabeza el mundo sobrenatural. Yo dejé que Emilio cayera dentro del mundo sobrenatural.

Era una constante batalla entre ambos lados de mi cerebro.

- No digas nada - me tranquilizó.

Estaba segura de que la maestra nos estaba observando, inclusive sentí a Luke negar la cabeza, lo más seguro en su dirección. Presioné mis sentimientos lo más en lo profundo que podía. Logré dejar de llorar, pero aún estaba en los brazos de Luke. Su brazo izquierdo me rodeaba la espalda, aguantando mi brazo. Y su mano derecha empujaba el lado derecho de mi rostro contra su firme pecho. Hice inhalaciones por la nariz y las expulsé por la boca.

No quería ser así de patética, jamás lo sería voluntariamente. Pero ese recuerdo siempre me formará estragos.

Help, I See Dead PeopleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora