Capítulo 4

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El nudo en su garganta hacía que no pudiera respirar correctamente. Quizo tragar un poco de saliva nuevamente, pero sentía su boca completamente seca, sentía sus uñas clavarse en las palmas de las manos al tenerlas apretadas contra su pecho. Su corazón latía de una manera demasiado lenta para en un momento, comenzar a acelerarse rápidamente.

Cálmate.

Se dijo a sí mismo, intentando controlas sus impulsos de salir corriendo. Ya había cerrado la puerta a su espalda. Ya no escuchaba ni un solo sonido, exceptuando su acelerada respiración. Se alejó de la puerta a su espalda y fue a sentarse al sillón en el cuál hacía unos minutos estaba tranquilamente durmiendo se apoyó en el respaldo, intentando calmarse, debía parecer tranquilo, debía hacer de cuenta que no había sentido la presencia de nadie allí. No quería llamar la atención, si escuchaba algo más... Dios, no.


Se quedó allí, esperando no sabe cuántos minutos u horas, controlando su cuerpo, su respiración y su loca cabeza. No se escuchaba ya nada en su departamento, siquiera un minúsculo ruido afuera. ¿El viento se habría detenido? Maldita sea. Era demasiada calma.

Demasiada...

Estos momentos era donde Ji Min odiaba el no poder ver, cuando se trataba de ruidos desconocidos y aún más estando solo. No estaba Tae con él para calmarle e ir a ver en su lugar. Mordió sus labios reprimiendo el impulso de llamarle por teléfono y decirle que viniera, pero la casa de Tae estaba a una hora de la suya y estaba seguro que ya eran entradas la madrugada, él estaría en el quinto sueño y el flojo de su mejor amigo no escuchaba nada cuando estaba profundamente dormido.

Pero tenía miedo, mucho miedo.

Sintió su sangre helarse al escuchar un ruido extraño no tan lejos de él. Como si un pedazo de tela se estuviera desgarrando una y otra vez. El ruido no se detuvo y Ji Min esta vez no dudó y corrió hacia la puerta de entrada, abriéndola rápidamente y corriendo hacia el departamento de su vecino. Comenzó a golpear la puerta con los puños, llamándole desesperado, podía sentir que dos pequeñas gotas se deslizaban por sus mejillas. El pánico le corría por todo el cuerpo.

-Ho Seok... ¡Ho Seok! ¡Abre, por favor...! ¡Ho Seok! -gritaba por el pasillo. En ningún momento se le ocurrió que podría estar despertando a los demás vecinos con sus gritos y golpes. A decir verdad, mandó todo aquello a la mismísima mierda. Estaba terriblemente asustado.

Ji Min no tuvo que seguir llamando a la puerta, ya que a los pocos segundos de haberlo llamado por quinta vez, Ho Seok abrió un poco alterado por los golpes y los gritos. El castaño no dudó ni un segundo en arrojarse a sus brazos y abrazarle fuertemente, buscando protección. Escondió su rostro entre el cuello y hombro de el de cabellos negros, respirando aceleradamente. Ho Seok se encontraba aturdido pero había tomado el cuerpo ajeno entre sus brazos, cubriéndolo con sus brazos fuertemente. ¿Qué mierda ocurre? Se preguntó a sí mismo con un Ji Min tembloroso en sus brazos.

-Alguien... Hay alguien en mi departamento... Ayúdame.-susurró en su cuello. Su voz era tan baja y ahogada que Ho Seok tuvo que esforzarse para entender lo que el contrario le decía.

-Tranquilo... Tranquilo, Ji Minnie...-susurró sin darse cuenta que le estaba llamando con un diminutivo.

Uno de los brazos del mayor frotaron la espalda del castaño, mientras que la otra tomaba entre sus dedos, las hebras de Ji Min y lo acariciaba mientras a la vez lo presionaba contra sí, cubriéndolo lo máximo que podía con su cuerpo, protegiéndolo.

-Tranquilo, estás conmigo... ¿Si? Nada va a pasarte, estás conmigo.- Intentó calmarle.

El castaño asintió levemente luego de unos segundos de silencio. La respiración del más bajito se había calmado casi hasta llegar al nivel normal. Todo gracias a la persona que le protegía entre sus brazos, su pecho, su voz, su cuello... Su perfume. Ji Min pasó de estar desesperado y asustado, a sentirse totalmente caliente, pues sentía como su rostro comenzaba a sufrir de un fuerte enrojecimiento. Sus mejillas ardían ahora al sentir qué tan pegado estaba al cuerpo de su vecino. Pero no fue el único, pues Ho Seok comenzó a sentir lo mismo.

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