Me desperté como cada mañana muy pronto, hoy iba a ser un día muy largo, mejor dicho...una semana.
Mis padres iban a irse de viaje de negocios, y me tenía que quedar durante una semana entera con mi abuela, y no me hacía ninguna gracia. Eso es lo que pasa por ser hija única. Hacía años que no la veía y no teníamos comunicación con ella.
Había dicho a mi madre que podía quedarme en casa de Kate, pero me dijo que no. Por suerte era verano y pasaría el mayor tiempo posible fuera de la casa de mi abuela. Me quedé tumbada en la cama mirando al techo y pensando en todas las cosas que quería hacer todo el tiempo que estuviera fuera de casa.
-Vamos Amelia, ¡perderemos el vuelo por tu culpa!- dijo mi madre de repente golpeando la puerta.
-Ya voy- contesté sin ganas de levantarme de la cama.
Me vestí rápido y bajé a la cocina, allí estaban mis padres muy nerviosos, no paraban de moverse y de preparar las últimas cosas. Parecían que bailaban de un lado a otro de la cocina.
-¿Tienes todo preparado?- me preguntó mi padre muy serio mientras me miraba a la cara.
-Lo preparé todo a noche y lo metí en el coche- dije con la boca llena de galletas.
-¿Segura?- ahora le tocaba a mi madre preguntar.
-Que sí mamá.
-Pues entonces está todo listo...vayámonos.
El viaje en coche se me hizo corto, ojalá hubiera durado más y podría haber inventado una excusa para no ir. Al ver el tejado de la casa de mi abuela tuve una sensación muy rara, hacía tiempo que no la veía, ya que vivíamos lejos de la ciudad de Londres .Ella estaba de pie en la verja de la casa con una gran sonrisa en los labios. Al salir del coche se acercó.
-¡Vaya como has crecido!, que guapa que estás-dijo mi abuela nada mas verme.
-Amelia, volveremos dentro de una semana- dijo mi madre- si te pasa algo tienes nuestro número en la mochila- me dio un beso en la mejilla– Te llamaremos en cuanto lleguemos.
Mi padre me dejó la maleta en el suelo, se metieron en el coche y se fueron.
En ése momento comprendí que mi verano había llegado a su fin.
-No te pongas así Amelia, nos lo pasaremos muy bien ya verás- dijo mi abuela detrás de mi.
-Seguro- dije en voz baja con tono irónico, aunque estoy segura de que me oyó.
Cogí la maleta y subí los cinco escalones para entrar en la casa.
Al entrar me quedé sin palabras, se me había olvidado lo grande que era.
Era muy vieja, pero se veía que en su época fue una gran casa. Con grandes espacios y ventanales, con mucha luz, los muebles eran viejos y con mucho polvo, el suelo parecía que chillaba al andar. Las paredes estaban cubiertas de tapices y cuadros muy antiguos, algunos de ellos estaba segura de que tenían siglos de antigüedad.
Y en la entrada a la casa colgaba del techo una impresionante lámpara de cristalitos muy pequeños. En frente mío, una gran escalera de madera subía a los pisos de arriba. La casa parecía sacada de un catálogo revista, pero con muchos años.
-Espero que estés cómoda aquí- me volví para ver a mi abuela que se había quedado detrás.
-No te preocupes abuela, estaré bien- dije afirmando con la cabeza.
-Te enseñaré tu habitación, la he estado limpiando, era la de tu madre, así que llevaba cerrada más treinta años.
Subimos al piso de arriba, y ella abrió una de las muchas puertas que había en el pasillo. Lo primero que vi fue una cama gigante, en frente de ella había una mesa con dos sillas y una chimenea.
Dejé las maletas en la cama y me asomé a la ventana. La vista no era muy agradable, daba a un jardín, en el que se veía que no lo habían cuidado en años.
-Cariño si quieres algo estoy en el piso de abajo- me dijo saliendo de la habitación.
-Vale respondí- eso fue una de las primeras cosas que me gustó de ella, sabía dejar espacio y no agobiarme.
Los dos primeros días fueron interesantes, no paraba de abrir puertas para ver que me podía encontrar detrás de ellas. Pero me cansé de ése juego. Y encima estaba lloviendo. La radio dijo que estaría así durante una semana, ¿qué haría tanto tiempo sin salir de aquella casa?
Me pasaba el tiempo mirando por la ventana de mi cuarto, viendo como las gotas se deslizaban por ella. Mi abuela en cambio, se pasaba la mayor parte del tiempo leyendo libros y más libros.
No se que veía en ellos, sólo eran un montón de letras sin sentido. Una tarde en la que estaba viendo como llovía por la ventana sé acercó mi abuela.
-Amelia, ¿por qué no coges un libro y te pones a leer? y así no te aburres y aprovechas el tiempo.
-No me gusta leer- contesté.
-Seguro que hay algún libro que te guste.
-Son aburridos, cuentan historias sin sentido.
-Eso es porque no las lees bien.
-Buff- soplé.
Mi abuela se fue, pero llegó al momento con un libro muy viejo, tenía los bordes del color del oro y estaba forrado de piel.
-Toma léetelo, estoy segura de que te va a gustar- dijo mi abuela ofreciéndome el libro.
-No gracias, parece que es aburrido y viejo.
Me quedé mirándolo pero no lo cogí. Aquel libro me recordaba a los libros clásicos que teníamos que leer en la escuela.
-Como quieras, pero...lo leeré en voz alta, ¿no te importa verdad?
-No- respondí de mal humor.
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Battle of Britain
RomanceJamás creí que una simple historia me haría cambiar tan rápido mi punto de ver la vida. Yo tenía 16 años y como cualquier adolescente odiaba los libros y sobre todo leer. Una tarde mi abuela comenzó a leerme una historia de un amor imposible. Un amo...