Me desperté muy temprano, como de costumbre desde hacía una semana.
Bajé en silencio a la cocina, allí se encontraba Marylin preparando el desayuno a mis padres. La pregunté que donde estaba Peter y me contestó que se encontraba al el jardín de detrás de la casa esperándome, así que fui a buscarle.
-Hola Peter, que madrugador.
-Hola Sophie- saludó con una gran sonrisa.
-He traído el libro- me dijo, enseñándome el libro que le regalé la semana pasada- a noche estuve leyendo hasta muy tarde.
-Vamos a ver qué tal vas- me senté en el suelo a su lado con las piernas cruzadas.
-Espero que bien, porque me estoy esforzando mucho.
Comenzó a leer, aunque llevaba poco tiempo practicando leía muy bien.
-Valla que bien lees cariño- dijo alguien de repente que hizo que diéramos un respingo a la vez.
Detrás de mi estaba Marylin, traía unos platos con pastelitos, nos los dejó sobre un mantel en la hierba y se fue.
Me encantaba escuchar a Peter, me hacía sentir libre y feliz, cuando estaba con él se me olvidaban todos mis problemas. Me llevaba a un mundo en el que sólo estábamos nosotros dos, y no importaba nada más, sólo él y yo. Se le veía feliz, con cada frase que leía se le iluminaba la mirada. Últimamente pasábamos mucho ratos juntos, paseando, jugando... hacía una semana que le había enseñado a leer y se le daba muy bien. Su madre estaba muy contenta de ver a su hijo tan feliz.
Lo último que pensaba era que todo cambiaría de un día para otro.
Mi hermano seguía estudiando en Londres, todas las semanas me escribía una carta diciéndome que todo le iba muy bien. Había conocido a una chica llamada Janette de 19 años. No era de familia acomodada, era de la clase obrera, pero según Edward no le importaba porque una chica agradable que le hacía reír y ser feliz a su lado.
Mis padres habían parado de viajar, porque a mi madre la apetecía descansar algunos días. Después de comer ella se subía a su habitación a dormir y yo me quedaba a bajo con mi padre a jugar con el ajedrez.
-Papá, ¿te puedo hacer una pregunta?- le dije sin despegar la mirada del tablero del ajedrez.
-Claro Sophie- respondió mi padre, mientras movía su alfil.
-¿Por qué te casaste con mamá?- al terminar la pregunta mi padre me miró muy serio.
-Porque me preguntas eso- respondió.
-Sentía curiosidad.
-Sophie, tu madre es una buena mujer, aunque tiene sus momentos como cualquier otra, lo que pasa es que es muy importante y necesita estar viajando continuamente- me dijo.
-Lo sé papá, pero en ocasiones siento que soy invisible para ella.
-No digas eso tu madre te quiere mucho, aunque la cueste demostrarlo.
-De verdad.
-Sí.
-Entonces...- le dije titubeando.
-Entonces que...- respondió mi padre mirándome.
-Jaque mate- le dije riéndome.
-Eres una tramposa... me has distraído... te vas a enterar- dijo mi padre con una cara tan seria, que me empezó a asustar. Se levantó de su sillón sin quitarme los ojos de encima, y comenzó a andar muy despacio hacia mí.
-Papá- le dije asustada. Se abalanzó sobre mí y empezó a hacerme cosquillas.
–Vale, vale - le dije sin parar de reírme.
-Has aprendido la lección.
-¿Cuál?- pregunté sin parar de reírme
-La de no distraerme.
-No estoy muy segura...jajaja.
-¿Qué has dicho?, creo que no te he entendido bien.
-Sí, sí...he aprendido la lección.
-¿Segura?
-Sí.
Mi padre era serio, pero cuando estaba con mi hermano y conmigo, era muy divertido. Siempre jugábamos, bueno cuando no tenía que viajar con mi madre.
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Battle of Britain
RomanceJamás creí que una simple historia me haría cambiar tan rápido mi punto de ver la vida. Yo tenía 16 años y como cualquier adolescente odiaba los libros y sobre todo leer. Una tarde mi abuela comenzó a leerme una historia de un amor imposible. Un amo...