Atardecía cuando llegamos a la casa. Todas las luces estaban encendidas. Peter y yo nos despedimos y él se fue con su madre. Al entrar en el salón, se encontraban mis padres y otros dos hombres.
-Hola- saludé. Cuatro caras asombradas se me quedaron mirando.
-Bueno agentes como veis ya está aquí- decía mi madre –sentimos mucho haberos molestado.
-No importa señora, cualquier cosa llámenos- al decir esto se me quedaron mirando y se fueron.
Cuando mi madre oyó el ruido de sus motos alejarse se acercó a mí, y agarrándome por los hombros y zarandeándome gritaba:
-¡Dónde has estado, nos tenías muy preocupados!
-Mamá estuve con Peter en el pueblo.
-¡Con el hijo de la sirvienta! ¡Lo que faltaba, y encima te habrán visto con él! ¡Eres una irresponsable maleducada!
-Pero mamá no hice nada malo y...- no me dio tiempo de acabar la frase, una mano fue directa a mi cara
-Tranquilízate cariño, ella está aquí y está bien- dijo mi padre apartando a mi madre de mi.
-Que te queden las cosas claras Sophie, no quiero que te juntes con ese pobretón.
-¡Pero es mi amigo!
-Me da igual lo que sea para ti, no quiero que te acerques a él, como se te ocurra desobedecerme te mando a un internado de Londres. ¿Te han quedado las cosas claras?
-Sí- dije sin aliento.
-Pues a tu cuarto, hoy no cenas.
Estando en mi cuarto oí unos golpecitos en mi ventana. Y allí estaba él con una sonrisa, me quedé mirándole, y en el momento en el que corrí las cortinas y dejé de verle su sonrisa se desvaneció.
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-Pobre Sophie, siempre sola y cuando parecía que todo iba a cambiar... es como si todo estuviera en su contra- dije a mi abuela en tono triste. Aquella historia me estaba cambiando la forma de pensar que tenía sobre los libros.
-La vida es así Amelia- contestó.
-Pero es que es tan triste.
-Lo sé Amelia- dijo mi abuela con un suspiro.
-¿Y qué ocurrió con Peter?- pregunté con incertidumbre.
-Peter estaba preocupado por Sophie, pero déjame que te lo cuente detenidamente- y bajó la mirada al libro.
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Todos los días por la mañana salía a pasear y Peter estaba sentado a los pies de nuestro árbol leyendo el libro que le regalé. Mi madre me vigilaba desde una de las ventanas que daban al jardín. Ella había hablado con Marylin, y la había dicho que si nos volviera a ver juntos tomaría medidas drásticas. Yo comía con mis padres en el salón pequeño de la casa, como era de costumbre.
-Sophie debes comer más, no quiero que enfermes.
-No tengo hambre- mis padres se miraron extrañados pues siempre había sido una glotona.
-Cariño haz caso a tu madre, te sentirás mejor.
Me terminé de comer la comida, pero muy enfadada y a la vez triste. No sabía qué hacer, ahora más que nunca me sentía sola y desdichada.
El verano había llegado a su fin, y el momento de marcharnos a Londres estaba cada vez más cerca. Había pasado las últimas semanas sin ir a ningún sitio, y siempre estaba sola y vigilada por mi madre en todo momento. Y no había hablado con Peter desde la excursión, excepto una mañana, en la que mi madre se había levantado con dolor de cabeza y me mandó ir a la cocina a por una infusión.
Al entrar en la cocina le vi en un rincón pelando patatas.
-Sophie- dijo nada más verme, levantando la cabeza de lo que estaba haciendo.
-Marylin, ¿tienes la infusión?- pregunté sin mirarle.
-Sí cariño se está haciendo.
-Sophie por favor mírame- decía.
-Cuando la termines súbela a la habitación de mi madre- la dije mientras me daba la vuelta y salía de la cocina.
-Sophie espera quiero hablar contigo- me dijo Peter agarrándome el brazo.
-Yo no tengo nada de qué hablar.
-Por favor escúchame.
-Lo siento Peter.
-Yo no siento nada ¿y sabes por qué? Porque he pasado el mejor verano de mi vida contigo.
-Peter por favor... no lo... hagas más difícil- le dije con lágrimas en los ojos.
Me soltó del brazo y desapareció tras la puerta de la cocina.
Los días siguientes los pasé sentada en mi habitación mirando por la ventana, todos los días le veía en nuestro árbol leyendo. En ocasiones nuestras miradas se cruzaban y un cosquilleo invadía mi cuerpo, él me sonreía, con una sonrisa que jamás podré describir, pero como siempre todo llega a su fin.
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Battle of Britain
RomanceJamás creí que una simple historia me haría cambiar tan rápido mi punto de ver la vida. Yo tenía 16 años y como cualquier adolescente odiaba los libros y sobre todo leer. Una tarde mi abuela comenzó a leerme una historia de un amor imposible. Un amo...